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Opinión - ¿Y ahora qué? Por Marco Schwartz

Largas colas para hacerse con una cama

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Varios cientos de personas hacían cola esta noche para conseguir una cama en la principal zona de asistencia instalada en Lorca (Murcia) para atender a los miles de vecinos que todavía no pueden volver a sus casas tras el fuerte terremoto registrado el pasado miércoles.

Estas personas -en su inmensa mayoría extranjeras debido a sus mayores dificultades para encontrar alternativas- esperaban con resignación su turno delante de una carpa de Cruz Roja en la que deben inscribirse para recibir plaza en una de las muchas carpas instaladas desde el jueves por Cruz Roja y la Unidad Militar de Emergencias (UME).

Mientras tanto, miembros de Cruz Roja se afanaban en montar lo más rápidamente posible nuevas tiendas de campaña en las que alojar a las centenares de personas que todavía están a la espera de lograr una cama al resguardo de la intemperie.

“Todas las que nos quedan”, respondía a Efe uno de los coordinadores de Cruz Roja al ser preguntado por cuántas carpas se iban a instalar esta noche, sin la convicción de que esta noche, la tercera desde el trágico suceso, todos los evacuados pudieran encontrar cama.

Algunos de los que hacían cola, como el ghanés Erik, han asegurado que ayer ya lo intentaron sin éxito.

La ecuatoriana Verónica Almeida ha agradecido la “ayuda” de las autoridades españolas y del voluntariado, pero ha considerado que “no hay tantas manos” para atender tanta demanda.

Mientras parte de los evacuados todavía lucha por lograr un lugar de descanso más adecuado, los voluntarios de Cruz Roja y los efectivos de la UME trabajan sin descanso para atender las necesidades del colectivo damnificado.

Sólo en dos días, la zona de acampada ha sufrido una transformación total. De las sillas de plástico y las mantas improvisadas de la primera noche, pocas horas después del seísmo, se ha pasado a un enorme campamento de grandes tiendas de campaña con literas en su interior, aunque, al parecer, todavía insuficiente.

Según fuentes municipales consultas por Efe, estaba previsto que en torno a 4.000 personas pasaran esta noche en una de las cinco áreas de asistencia instaladas en la localidad.

Entre los evacuados persiste un gran temor a que el gran terremoto vuelva a reproducirse y entre ellos circulan continuos rumores sobre nuevos movimientos aquí o allá.

Alguno de ellos ha andado fino cuando ha asegurado haber sentido esta noche un nuevo temblor que, sin embargo, no ha sido percibido por la mayoría.

Poco después, el Instituto Geográfico Nacional publicaba en su página web un nuevo seísmo de 2,4 grados en la escala de Richter, una de las muchas réplicas que se suceden desde el pasado miércoles, pero que en su gran mayoría pasan inadvertidas.

Ese temor ha hecho que muchos de ellos no se sientan todavía seguros en el interior de sus viviendas, aunque los técnicos las hayan marcado con un círculo verde, lo que significa que pueden ser habitadas sin riesgo alguno.

Simplemente, prefieren pasar la noche en un lugar donde no se les pueda caer el techo y las paredes encima, han asegurado. El rumano Toma Adrian ha afirmado que su piso tiene un punto verde pero no puede dormir “tranquilo” porque tiene “miedo”.

En la misma línea, el ecuatoriano Johnatan Jara ha explicado que, aunque su piso sólo tiene “una habitación agrietada”, él y su familia tienen “miedo de que se caiga”, por lo que solo acuden a ella para “hacer un poco de comida y salir rápido”.