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Opinión - ¿Y ahora qué? Por Marco Schwartz

Signos de alerta

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En el maltrato físico, los profesionales deben sospechar de las contusiones en las muñecas y hombros, de hematomas periabdominales, quemaduras, e incluso caídas de repetición y fracturas múltiples.

Cuando el abuso es de carácter psicológico, los mayores manifiestan sus miedos y temores con confusión, llanto injustificado o en forma de depresiones que no acaban de serlo. “A veces, acudimos al domicilio y observamos una vigilancia y cuidado extremos por parte del cuidador, demasiado pendiente de todo, y al mismo tiempo podemos descifrar en la mirada del anciano una petición de ayuda”.

A medio y largo plazo, el perfil de cuidador está cambiando y cambiará. La diversidad en los modelos familiares y la incorporación de la mujer al mundo laboral ha supuesto una disminución de los cuidadores informales, papel tradicionalmente asumido por las mujeres de la familia. Cada vez habrá más cuidados formales a cargo de instituciones o profesionales contratados.

Según el doctor Espinosa, si hay un apoyo formal, es más difícil que el cuidador acabe convertido en un maltratador. “Los cuidadores que dedican las veinticuatro horas del día a atender a estos pacientes, que no tienen relaciones sociales ni desarrollo laboral posible, son los que tienen más riesgo, en un momento dado, de caer en el abuso de drogas y ansiolíticos y acabar maltratando a la persona que precisamente más quieren y a la que están dedicando su vida”.

El doctor Espinosa asegura que el maltrato en el anciano no tiene nada que ver con el maltrato de género. De hecho, insiste, el abuso al mayor lo realiza casi siempre una mujer y sucede fundamentalmente porque hay un cansancio por parte del cuidador. “Por eso, cuantas más ayudas reciba el cuidador, menos posibilidades de que se produzca el maltrato”.