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Breña Baja y las madres

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En Breña Baja, como en otros muchos pueblos, las raíces del pasado hacen sólidas, verdaderas y entrañables todas las cosas, a finales del siglo XIX y primeros años del XX, el trabajo agrícola de los vecinos, bien sea por cuenta propia, o para lucro de los señores de la ciudad, propietarios de las haciendas que ejercían un control efectivo sobre la productividad de las tierras, era bastante duro, además existía inseguridad en las cosechas y un mercado incierto. La situación no era buena y muchos se vieron en la necesidad de emigrar, incluso en veleros clandestinos, primero a Cuba y luego a Venezuela. Un fenómeno que supuso una profunda alteración emocional para muchas familias. El emigrante, en su “huida” desde la geografía de origen, dejaba atrás mujer e hijos, sintiéndose en medio de un doble acoso: el pasado y el futuro, tan bien definido por Manuel Alemán: “El pasado que le exige ruptura, separación, nostalgia; el futuro que le proporciona un medio extraño y desconocido, unas prácticas sociales diferentes, soledad y peligros reales e imaginarios”.

Seguro que muchos lectores se estarán preguntando qué tiene que ver esto que les cuento con el Día de las Madres. Hay momentos referenciales en la historia que es preciso recordar para reconocer la tarea de las mujeres que aquí quedaron cuando sus maridos, padres, hermanos e hijos, emigraron al otro lado del mar: “Madres resignadas y ansiosas por el agobio y la tensión emocional debidos a la penuria económica, a la sobrecarga de los hijos y al trabajo excesivo”. Recuerdo a muchas de esas mujeres? Las faenas cotidianas les absorbían todo el tiempo, hasta el punto de marcar el ritmo de sus vidas: araban el campo detrás de una yunta, cuidaban a los animales y recogían las cosechas, mientras que otras conciliaban las tareas domésticas con las actividades artesanas, sobre todo la costura y los bordados, que, especialmente en Breña Baja, formaron parte de un aprendizaje necesario. Mujeres que, al acabar la jornada y llegar la noche, sufrían de nostalgia y apenas dormían por el desasosiego incurable de “las ausencias”. He aquí tres elementos ligados entre sí por el vocablo MADRE: Breña Baja, patria chica de tantos emigrados; la tierra sembrada que, en el momento de la cosecha es “madre que alimenta, nutre y cuida a los hijos que aquí quedaron”; y como elemento más importante las mujeres-madres, en muchos casos sin padres, que desbrozaron, sembraron, cuidaron y regaron los huertos palmeros hasta hacerlos germinar. Por suerte los emigrantes mejor situados canalizaron sus ahorros hacia esta tierra y, tras su regreso, cambiaron en parte con su dinero y esfuerzo la fisonomía de Breña Baja. Otros regresaron sin dinero pero se convirtieron en defensores de las tradiciones y fueron próceres de nuestra cultura. Entre ellos está Félix Duarte Pérez. “¡Madre: no te aflijas! ¡Alégrate! ¡Reza! Si me voy, ¡qué importa! La ausencia nos ata con sus invisibles lazos amorosos? Volveré mañana a besar tus labios ”murchos“ por las huellas seguras del tiempo con recién nacido candor de esperanzas.” Félix Duarte se fue a Venezuela con 16 años, regresó a La Palma y se embarcó en 1920 en su aventura cubana. Fue de allí desde donde nos trajo el regalo más grande que podía ofrecernos: la celebración anual del Día de las Madres. “Al fin llegó, en una tarde gris de invierno como el hijo pródigo, con hambre, a la casa natal, el indiano, que ya no era joven; y evocando el sueño de su dicha náufraga contempló a su madre que hilaba en la rueca, los copos de lino con sus manos puras como rosas blancas”.

El origen moderno de esta costumbre se remonta a Filadelfia, Estados Unidos, y al año 1907, donde nació a propuesta de Anna Jarvis. Años después el Homenaje a las Madres llegó a la Habana, Cuba, donde se estableció a petición del periodista y concejal Víctor Muñoz, en 1921. Así, aquella idea nacida en Estados Unidos, y a la que el presidente Wilson dio carácter oficial en 1914, de la mano de Félix Duarte cruzó el Atlántico y llegó a nuestra Isla, al proponer esta fiesta, siendo concejal del Ayuntamiento de Breña Baja. Así, el 5 de abril de 1936, el consistorio toma el acuerdo de celebrar “El Día de las Madres”, anualmente, el tercer domingo del mes de mayo. Como saben, Breña Baja fue el primer municipio de España en conmemorar esta fiesta y debe a dicha celebración y al informe favorable de la Academia de La Historia el otorgamiento, en 1947, por parte del Ministerio de La Gobernación, del título de “Muy Noble y Honorable Villa”.

En palabras de Gumersindo Galván de Las Casas, “no es de extrañar el título por ”la Nobleza demostrada en el vivir social de sus habitantes y el Honor alcanzado por sus propios méritos y que seguramente sabrá conservar como la más preciada distinción, dejándolo como la mejor herencia para las generaciones venideras“. Sólo esperamos que ese ritual que un día Félix Duarte nos trajo de Cuba y que aquí conservamos en forma de rosas rojas y blancas refleje por siempre, además del gozo por tener la madre viva o la tristeza porque se nos ha ido, un compromiso de todos para que una villa ”honrada y ennoblecida“ como Breña Baja corresponda siempre a las madres, porque ellas han sido, son y serán los ángeles guardianes de los sueños de sus hijos. Por algo será que, desde hace años, en Breña Baja dos rosas, la blanca y la roja con una aureola de gloría sin espinas, forman parte de su escudo.

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