Con Madrid Central nos jugamos la vida

Cualquiera que viva en el centro de Madrid lo ha sentido. Ocurre cuando pasan varios días sin lluvia, en otoño y en invierno. La respiración se hace más difícil, toses, los catarros se agarran a la garganta y se hacen fuertes. Te pones enfermo, porque vivir en el corazón de la capital de España es hoy sinónimo de contaminación y de boina gris provocada por un dióxido de nitrógeno que entra y sale de tus pulmones sin parar.

No es un invento, hay mucho publicado al respecto: la contaminación mata y por eso suena hasta raro que a estas alturas se ande discutiendo sobre si hay que aplicar medidas para reducirla o no. Madrid Central es la mejor herramienta que tiene hoy la capital para proteger la salud de sus habitantes, una medida con la que se espera reducir en un 40% la emisión de gases contaminantes. Una forma de empezar a pensar en otra manera de moverse, más sana.

A la vista de los datos publicados, si hay algo que reprocharle al Ayuntamiento de Madrid es que no haya puesto en marcha antes esta área de bajas emisiones. La idea de restringir el tráfico en zonas del centro era de Gallardón, quien creó las APR, y luego de Botella, que apostó por ampliarla a casi todo el distrito Centro, como se va a hacer ahora. Los vecinos le aplaudieron el gesto, pero se quedaron a medias porque no lo llegó a ejecutar. Después se celebraron las elecciones, a continuación llegaron los retrasos y las dudas. Hasta hoy.

Madrid Central tiene que arrancar el 30 de noviembre. Ha de hacerlo porque un político responsable ha de preocuparse por el bienestar de sus ciudadanos. Y después va el resto. Hay muchas reclamaciones razonables de particulares que se tienen que resolver por el camino, hay alternativas de transporte que ofrecer (ay, esos aparcamientos disuasorios sin ejecutar), pero siempre siguiendo el orden lógico que impone el conocido dicho de la salud es lo primero: los problemas que genere en la actividad económica son secundarios, como también lo es -daría para un largo debate- el derecho o no de llevar a los niños en coche hasta la puerta del colegio.

Estos días se escuchan muchas voces pidiendo que no se ponga en marcha Madrid Central. Lo hacen siempre atendiendo a diversos intereses individuales -mi carga y descarga, mis clientes, mi negocio, mis futuros votos- y nunca pensando en el bien común. Todos están pasando por encima del derecho a la salud de sus vecinos, clientes y votantes, como si no estuvieran respirando veneno a diario. Es una posición egoísta que mucha gente, muchos afectados, tardarán en olvidar.

Los madrileños necesitamos que alguien se preocupe por nuestra salud, que lo haga de forma valiente y con todas las consecuencias. Quien lo haga tendrá nuestro respeto. Sea a través de Madrid Central, de las APR o de peajes en las entradas a la ciudad. Pero hacerlo mañana ya es tarde. Nos jugamos la vida en ello.