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El gran amor de Francisca Sánchez y Rubén Darío en Malasaña: una historia de exposición

Desde el 15 de septiembre, y hasta el 22 de diciembre, se puede ver en la Biblioteca Histórica de la Universidad Complutense de Madrid (C/ Noviciado, 3) la exposición Rubén Darío: una historia en fragmentos de papel. El núcleo de la exposición es el Archivo Rubén Darío de la UCM, custodiado en la Biblioteca Histórica de la calle Noviciado.

La exposición traslada al visitante la complejidad y riqueza de la vida del padre del modernismo literario, permitiéndole asomarse a su faceta pública, literaria o diplomática, pero también a su mundo íntimo.

La gran historia de amor de Rubén Darío y Francisca Sánchez en Malasaña

La gran historia de amor de Rubén Darío y Francisca Sánchez en Malasaña

La primera vez que Rubén Darío viajó a España, en 1892, el autor nicaragüense era ya el imponente autor de Azul, aunque probablemente fue su segundo viaje, al final de la década, el que terminaría de situarle como uno de los literatos más respetados por los escritores españoles del momento.

En la bohemia y los cenáculos madrileños los poemas de Rubén se leían y recitaban de continuo. Juan Ramón Jiménez, con quien mantuvo una estrecha relación, lo comentaba de la siguiente manera: “hubo un tiempo en que Machado y yo nos paseábamos por los Altos del Hipódromo recitando versos de Darío”

Durante estos meses, entre los años 1898 y 1900, fue cronista de Madrid para el periódico argentino La Nación (en el que profirió no pocas críticas a la sociedad decadente de la época). Pasó noches en el saloncillo del Español, en las tertulias del Fornos, en los salones diplomáticos o en las calles más castizas, para dejar constancia de sus vivencias en sus artículos y en el libro España contemporánea. “Buscaba por todas partes comunicarme con el alma de España”, dejaría escrito sobre aquella experiencia.

Durante estos meses colaboró con diversas revistas literarias del joven grupo de modernistas de la ciudad: Vida Nueva, Revista Nueva, La Vida Literaria, Alma Española, Helios o El Álbum de Madrid. Entre los literatos con los que colaboró durante estos años, encontramos algunos vecinos y frecuentadores del barrio, como Fernando Villaespesa, Manuel Machado, Valle, Dicenta o Miguel Sawa.

Fue durante esta estancia, en la primavera de 1899, cuando Darío quedó prendado de Francisca Sánchez durante un paseo por la Casa de Campo junto a Ramón María del Valle Inclán. La joven, que era hija de un jardinero real, les regaló una flor para la solapa cuando se acercaron a beber agua a la caseta del jardinero.

La del poeta y la mujer, pobre e iletrada, es una de esas historias de amor que merecen ser mejor conocidas. Darío, que había quedado prendado de ella, volvió a buscarla los siguientes días y nació un nexo entre ambos que les llevó a alquilar un piso en el número 29 de la calle Marqués de Santa Ana. Viajó luego hasta el diminuto pueblo de Navalsáuz (en la Sierra de Gredos) para ir a su encuentro y pedirle a sus padres que permitieran a Francisca acompañarle a París. Él tenía 32 años y ella 24. Francisca estaba embarazada de Carmen, una hija que moriría prematuramente. Era, en realidad, una petición de mano sin matrimonio posible por estar ya casado Rubén. Al verle llegar a su humilde casa –a él, que había frecuentado la aristocracia de varios países- susurró al oído del escritor “¡cómo te agradezco que hayas venido! ¡es cierto que me quieres!”. En el cementerio de aquel pueblecito descansarían después los restos del hijo de ambos (llamado también Rubén Darío, muerto prematuramente en 1905).

Las comidas preparadas por Francisca en aquella casa de Malasaña se hicieron famosas entre los que pasaban por allí -muchos en nuestros libros escolares hoy-, entre los que destacan Azorín, los hermanos Machado o Valle Inclán. Pronto, el periódico para el que trabajaba, La Nación, le envió rumbo a París, a donde primero partió él y luego viajó ella sola, para cambiar el 29 de Marques de Santa Ana por el 29 del Faoburg Montmartre. Posteriormente, siempre volvieron a España por temporadas.

Juntos vivirían 17 años en las distintas ciudades que Darío hizo suyas (Madrid, París, Buenos Aires), y juntos tendrían cuatro hijos, de los cuales sólo uno sobrevivirá. Se despedirían –no sabían que para siempre- en el puerto de Barcelona en 1914, cuando el poeta partía hacia Centroamérica para hablar contra la guerra. La cirrosis acabaría con él antes de los cincuenta en su casa de Nicaragua, en 1916. Quizá le faltó más ella, que siempre le cuidó de sus excesos con el alcohol.

Aunque no pudieron casarse, Francisca custodió durante años, en su pueblo natal, el tesoro literario y personal de su hombre por derecho, en un baúl azul que habían adquirido en París. Cartas, poemas, cintas, fotos y flores secas –más de 5000 documentos- que eran parte de su vida y patrimonio de la Humanidad. En 1956 Francisca donó este tesoro al Estado a cambio de un pisito en Madrid y de que le pagaran la carrera a su nieta Rosi, que es hoy la conocida periodista Rosa Villacastín (nieta de Francisca por un segundo matrimonio y quien recreó recientemente la historia de su abuela en la novela La Princesa Paca). La historia de amor también está ampliamente documentada en Acompañando a Francisca Sánchez, de Carmen Conde, o en Este otro Rubén Darío.

En la muestra que estos días se puede ver en la Biblioteca Histórica de la Universidad Complutense de Madrid Marqués de Valdecilla se expone por primera vez un cuaderno de viaje de Darío en el que aparecen garabatos de su hijo Rubén, o las evoluciones en la escritura de Francisca, que aprendió a leer y escribir junto al poeta. También cartas, escritas en las muchas temporadas en las que pasaban separados por los compromisos de él,  en las que se aprecia que su familia fue el puntal fundamental en aquellos años.

Ver la exposición virtual que se ha hecho para la ocasión

Dónde: C/ Noviciado, 3

Cuándo: 15 septiembre - 22 diciembre 2016. Lunes a viernes, de 9 a 20:30 h

Cuánto: entrada libre