En la calle Minas hubo un arroyo

De Espíritu Santo a Pez, cuesta abajo como un arroyo que se supone hubo por allí en su día, baja la calle de las Minas

El nombre

La calle conserva este nombre hace muchos años, más de lo habitual en el callejero madrileño, que se renovó mucho en el XIX, muchas veces borrando las huellas del pasado. En este caso las minas a las que alude el nombre estarían en este paraje antes de ser ciudad. La zona se denominaba arroyo de Matalobos y era cercana al bosque de Amaniel (cuesta imaginar una arboleda salvaje ahora allí). En ella habría unas cuevas que servían de refugio a lo asaltadores de caminos.

La calle antes...

Pilar, Andrés y Pepe son vecinos de mucho tiempo en el barrio. Andrés, que dice que no conoce mucho de la calle porque la que es de allí es su mujer y el “sólo” lleva cincuenta y tres años en la calle, conversa con Pepe en el portal. Entonces llega Pilar, que es la presidenta del inmueble y se une a la conversación.

Arriba de la calle – cuentan - haciendo esquina, se puede ver cerrada Casa Ángel, una taberna de las de siempre, con aspecto de taberna de las de siempre que aparece ahora abandonada. En frente había hace años otra taberna, una mercería y La Dalia, un herbolario muy popular en Madrid. Hoy esas fincas de calle arriba, donde corta la calle Tesoro, están rehabilitadas y las viviendas le han ganado terreno a los locales.

Un poco más abajo, donde ahora hay un comedor social había una cristalería, y en frente una tahona, cuyo interior vacío se puede ver a traves de los cristales sucios del escaparate. Una carpintería o una bodega son otros de los negocios que ocupaban algunos locales hoy vacíos de la calle.

...Y la calle ahora.

Si algo llama la atención de la calle de las Minas es el gran número de locales vacíos. Si la vecina calle Pez, en la que desemboca, ha conseguido renovarse atrayendo a locales modernos de ocio y tiendas de moda, parece que Minas, ha quedado como zona más bien residencial, con pocos comercios.

A la altura del 34 la vieja tahona ha resucitado una temporada, el panadero de Pez se ha trasladado allí mientras duraban las obras de su local. Sólo ha sido un espejismo. Una frutería de barrio resiste y un locutorio representa el cupo inmigrante del vecindario. Curiosamente entre los no demasiados negocios de Minas se pueden contar hasta tres peluquerías. Un hombre puede cortarse el pelo allí por seis euros. Los vecinos cuentan que ahora “es muy difícil comprar un botón en el barrio, casi hay que irse a Pontejos. Nos estamos quedando sin tiendas”.

A según que horas es habitual ver una cola en una puerta gris, más si cabe en tiempos de crisis. Se trata de un comedor social apenas anunciado.

La calle de las Minas sigue ahí, con mucho trajín de vecinos y pocas tiendas, esperando tiempos mejores que la repoblen de establecimientos para comprar un botón...o tomar una cerveza.

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