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El toldo y la sombra
Cuando septiembre llegó, el toldo no estaba todavía allí. Al menos, no del todo. Si Augusto Monterroso aún viviera, fuera sevillano y tuviera la oportunidad de escribir una columna a vuelta de pausa veraniega, probablemente la iniciaría así.
Sin duda, el fiasco de la instalación de la protección contra el sol en la Avenida de la Constitución ha sido uno de los temas del verano en la ciudad, destacando entre las decenas de calles en obras que esperan a la vuelta de vacaciones a los sevillanos, la agotadora ola de calor (parece que superada ya al fin) o los crónicos cortes de luz en determinadas zonas de la ciudad.
Resulta difícil de creer que la colocación de unas velas en una avenida peatonal para evitar el calor pueda hacerse tan tarde, tan lento y tan mal. ¿Cómo puede un proyecto como éste convertirse en la típica obra faraónica que acumula retrasos y deficiencias? ¿De qué sirve ofrecer algo de sombra en Sevilla sólo a partir de finales de agosto? Y encima, el resultado es decepcionante. Por no gustarle, no le gusta ni al alcalde, tal y como él mismo ha reconocido.
El Ayuntamiento de Sevilla anunció, hace más de dos meses (el 4 de julio) que iniciaba la instalación del sistema de entoldado que debe proporcionar sombra en la Avenida de la Constitución. Estos trabajos, que estaba previsto que comenzasen antes de que acabara el mes de junio, sufrieron un retraso obligatorio motivado por el dispositivo de seguridad activado por la cumbre de la ONU. Total, que de junio hemos pasado a septiembre y de los 1.300 metros cuadrados de sombre proyectados, sólo se ha conseguido cubrir un pequeño tramo de la vía.
Tras el retraso inicial acumulado, las obras de instalación comenzaron a primeros de julio pero no hubo toldos sobre la Avenida hasta… el 22 de agosto, mes y medio después. En este segundo capítulo de retrasos el Ayuntamiento culpó a la empresa cocesionaria, Heliopol, que cobra cerca de 300.000 euros por este encargo. Y la segunda fase de la instalación no se ha iniciado hasta esta misma semana.
Ojalá la mala experiencia de la Avenida sirva de piedra de toque para nuestro Consistorio y cambie la dinámica para recuperar la apuesta por lo verde como mejor modelo de conseguir sombra y frescor en nuestra ciudad
Para más inri, los toldos colocados inicialmente sólo cubren la zona central de la calzada que, ¡tachán!, es la reservada para el tranvía. El área peatonal, por tanto, queda descubierta por ahora y son los trenes los que circulan a la sombra mientras los paseantes sufren bajo el sol. Es, literalmente, un chiste de leperos.
La explicación para este desaguisado, que deja los márgenes de la Avenida desprovistos de sombra, es que el entoldado afectaría a la visión de los principales monumentos de la ciudad que se sitúan en esta vía y que forman parte del Patrimonio Mundial, como son la Catedral y el Archivo de Indias. ¿En serio eso no era previsible antes de ejecutar el proyecto? ¿Es válida una iniciativa cuyo objetivo es ofrecer sombra que deja fuera de la misma a los paseantes? Es que no hay por dónde cogerlo.
Lo más probable es que haya marcha atrás y estos toldos no vuelvan a instalarse en futuras campañas de verano. Y eso después de agujerear y taladrar la calzada y las fachadas de varios edificios históricos para colocar los anclajes de las telas. El Ayuntamiento ya ha explicado que es preferible la sombra de los árboles, aunque hacerle hueco a ejemplares suficientemente grandes como para refrescar la Avenida es difícilmente compatible con el tranvía. Entre Urbanismo del Ayuntamiento, Patrimonio de la Junta y el trenecito, como lo llama mi madre, no hay quien se aclare en esta ciudad. Al menos, en esta avenida.
El de los toldos es un recurso habitual en Sevilla para combatir el calor. Cada año se instalan en muchas calles y plazas del centro, hasta 26. Se popularizaron tras la Expo 92 y, desde entonces, se colocan cada año aunque no siempre a tiempo, como ha ocurrido este año en la Avenida.
A pesar de su popularidad, es evidente, también ya para el actual equipo de gobierno municipal, que los árboles son mejor solución. Yo siempre he dicho que la mejor sombra, por orden, es la de edificio, la de árbol y, en último lugar, la de toldo o sombrilla. El problema es que hay que dar con las especies arbóreas adecuadas para cada contexto urbano y, además, acertar con sus necesidades de conservación, especialmente en tiempos de creciente calentamiento global causado por el cambio climático, que aquí se deja sentir con especial contundencia.
Siendo así, en Sevilla llevamos décadas experimentando una aguda sensación de pérdida de patrimonio verde en nuestras vías públicas. Calles y plazas en las que se apuesta por el asfalto y el granito cuando toca reforma, tala de árboles centenarios y escenarios urbanos cada vez más duros y recalentados. El catálogo municipal de árboles estima que hay unos 300.000 ejemplares en la ciudad, pero con más de 17.000 alcorques vacíos, un amplio 5% de puestos vacantes.
Ojalá la mala experiencia de la Avenida sirva de piedra de toque para nuestro Consistorio y cambie la dinámica para recuperar la apuesta por lo verde como mejor modelo de conseguir sombra y frescor en nuestra ciudad. O, al menos, que esta estrategia se combine bien con los toldos y se ejecuten, unas y otras iniciativas, de forma eficaz, eficiente y sostenible.
Porque, como dice mi amigo Pablo desafiando las leyes de la física, en Sevilla la distancia más corta entre dos puntos no es la recta, sino la sombra. Y, cuando aprieta el sol, toda sombra es poca.