Baleares, de escaparate de la buena gestión a liderar el aumento de contagios de COVID

Desde hace varias semanas, el coronavirus no da tregua en Baleares. La situación que asola las islas nada tiene que ver con la registrada durante la primera ola, cuando la región llegó a convertirse en escaparate de la buena gestión de la pandemia, marcando el camino de la reapertura de España al turismo internacional y postulándose como territorio ideal del retorno a la “nueva normalidad”. Las buenas cifras epidemiológicas así lo permitieron.

Atrás quedan los días en que Baleares se convirtió en foco de todas las miradas, nacionales e internacionales, tras erigirse en la primera Comunidad Autónoma en abrirse al turismo extranjero desde que se decretara el estado de alarma. La prueba piloto con la que el Ejecutivo balear recibió en junio a los primeros viajeros alemanes queda desdibujada en el tiempo como consecuencia de los avatares sufridos a lo largo de estos meses.

Medio año después, el archipiélago ha cerrado 2020 como la Comunidad Autónoma con mayor incidencia acumulada de contagios: 530,8 casos por cada 100.000 habitantes —frente a los 279,5 de media nacional— en los últimos 14 días del año. Un total de 34.642 desde el inicio de la actual crisis sanitaria y 6.500 casos activos tan solo en diciembre. Finalizado 2020 y estrenado el nuevo ejercicio, Baleares —y especialmente Mallorca— se encuentra en niveles de máxima alerta sanitaria, una situación que se agrava en una región cuyos recursos, al igual que su logística, se ven limitados por la insularidad.

Si las islas encauzaban el verano con optimismo fruto del control llevado a cabo sobre la pandemia, con proclamas dirigidas a proyectar Baleares como destino seguro en sus principales mercados emisores y a dejar claro que los establecimientos hoteleros habían cumplido estrictamente todos los protocolos sanitarios exigidos, la COVID no tardaría en golpear de nuevo con fuerza, con la curva de contagios ascendiendo de nuevo con el paso de los meses.

En una Comunidad claramente dependiente del turismo y donde el sector —así como otros ámbitos afectados— pedían a gritos su reactivación, la Administración, como señala el portavoz del Comité Autonómico de Gestión de Enfermedades Infecciosas de las Islas Baleares, Javier Arranz, no había aplicado restricciones “excesivamente duras” en comparación con otras Comunidades Autónomas en las que, por el contrario, se habían llevado a cabo numerosos cierres perimetrales de zonas básicas de salud, de municipios e incluso de las propias regiones los fines de semana y festivos, “además de clausurar la hostelería de forma mucho más contundente”.

En declaraciones a elDiario.es, Arranz achaca el incremento de casos a la llegada “del otoño invernal, con la gente pudiendo acceder a los establecimientos, unido a cierta relajación” por parte de la población, lo que se convirtió en factor clave en el aumento de contagios. “No por los restaurantes en sí sino por las reuniones sociales y, sobre todo, en lugares cerrados”, apostilla.

El facultativo incide en que la problemática radica en la movilidad: “Las personas se mueven y se juntan y hay que insistir en las medidas de protección. Que no haya mucha gente aglomerada. Ahora hay muchos casos y muchos no tienen síntomas, por lo que es muy fácil contagiarse”.

En este contexto, el Govern balear no descarta, ante el escenario que las islas tienen ante sí y antes de plantear un posible confinamiento domiciliario, impulsar nuevas restricciones que conlleven el cierre perimetral de los núcleos especialmente afectados por la pandemia, como ya se hiciera anteriormente con varias áreas sanitarias de Palma y con el municipio mallorquín de Manacor. “Hay que ir con mucho cuidado a la hora de hablar de un confinamiento. Hay todavía acciones más contundentes que se pueden llevar a cabo antes que llegar a ese extremo”, recalca el portavoz.

Por su parte, uno de los médicos consultados acerca de la evolución del coronavirus en Baleares recuerda cómo “hace dos o tres meses, como estábamos tan bien, la gente acabó relajándose”. “Hay personas egoístas que hacen lo que creen que no les afectará a ellos”, recrimina, aclarando que “no es que las medidas básicas de protección no se lleven a cabo, sino que hay determinados grupos y situaciones que se excepcionan de las mismas con muchísima frecuencia y esto es suficiente para mantener el contagio colectivo”.

Mientras tanto, en el hospital de referencia de Baleares, Son Espases, se han visto obligados a habilitar nuevas unidades de cuidados intensivos para hacer frente al incremento de la presión asistencial. “Son enfermos que necesitan medidas extraordinarias”, indican fuentes sanitarias. Además, el hospital ha suspendido temporalmente los permisos y las vacaciones concedidos al personal como prevención, una medida de carácter general que quedará supeditada a la evolución de la pandemia y que se podría extender a otros centros hospitalarios.

Ante el incremento desmedido de casos que se produjo a mediados de diciembre, el Ejecutivo autonómico se vio abocado a endurecer las restricciones. Tras el puente de la Constitución, que marcó un punto de inflexión en esta segunda ola, el Govern adelantó el toque de queda en Mallorca —la isla más azotada por el coronavirus— a las 22.00 horas y limitó -también en Navidad- las reuniones familiares a un máximo de seis personas. El embate más duro lo recibió el sector de la restauración, que a las 18.00 horas debe bajar las persianas mientras los comercios y grandes superficies —excepto los que presten servicios esenciales—, podrán permanecer abiertos hasta las 20.00.  

Así las cosas, caminar estos días por Palma, el municipio con mayor incidencia acumulada de España —790 casos por cada 100.000 habitantes en los últimos 14 días— es contemplar cómo las principales vías de la capital balear oscurecen antes. El jolgorio —si así se le puede llamar— se va diluyendo y los paseantes apuran las últimas horas de salida. A partir de las diez, la antaño turística y gentrificada Palma se torna una ciudad fantasma. Los restauradores acusan los efectos de las restricciones y ven reducidos sus ingresos. Se lamenta de ello Rafael Calderón, propietario del bar La Trastienda, ubicado en pleno centro neurálgico de la capital.

“Las medidas lo han trastocado todo. Nuestro fuerte es la tarde-noche y ahora abrimos más temprano para compensar”, comenta, lanzando una reflexión a los Ayuntamientos ante la limitación de aforos: “Deberían facilitarnos poder aprovechar los espacios públicos, en nuestro caso en la Rambla. Medidas hay que tomar, pero de otra forma”, señala. Los núcleos más próximos a la capital también presentan una situación crítica. “Son los focos esperables, es una pandemia muy urbana y de aglomeración de personas”, comenta el portavoz del comité autonómico.

Mientras al término del año la incidencia descendía ligeramente en Menorca y Formentera, Mallorca es la que presenta los peores datos. No en vano, la Conselleria de Salud y Consumo recomendaba a la población de la isla no salir de casa para celebrar Nochevieja. “La situación actualmente en Mallorca es de extrema gravedad”, aseveraba la titular del departamento, Patricia Gómez. La isla registraba un total de 5.752 personas contagiadas en los últimos 14 días del año, lo que arrojaba una incidencia de 641,9 casos por cada 100.000 habitantes, un nivel que, advertía, “multiplica por 13 los casos establecidos por la Organización Mundial de la Salud (OMS) para establecer una situación de riesgo”.

Al respecto, Arranz precisa que, si bien se está produciendo un aumento de casos, éste está siendo más pausado que en semanas anteriores, sobre todo en Mallorca, donde, advierte, “aún no hemos llegado al máximo de contagios”. Sobre Menorca, afirma que presenta una situación estable: “hubo diversos brotes en la isla pero presenta una clara tendencia a la baja, al igual que Formentera”. Finalmente, destaca las peculiares circunstancias de Ibiza, cuya situación “es buena la tendencia es al alza”. Considera que no es una circunstancia extraña teniendo en cuenta que, como en otras Comunidades Autónomas, las restricciones establecidas en la Pitiusa mayor se efectuaron “hace más tiempo, cuando en Mallorca no las necesitábamos. De ahí ese resurgir”.

Ahora, el Govern se mantiene vigilante ante la evolución de la pandemia y de las cifras de contagios una vez transcurrido el epicentro de las fiestas navideñas. “Estamos muy pendientes y tras las Navidades se verá si lo hemos hecho bien y si las personas han respondido y, a partir de ahí, analizaremos si hay que aplicar nuevas medidas”, señala Arranz, quien pone el foco, especialmente, en las reuniones que considera de mayor riesgo, las de fin de año. Y admite: “En otras circunstancias me mostraría optimista, pero no puedo poner la mano en el fuego”.