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El año de la pandemia que sacudió los cimientos del turismo y obliga a replantearlo

Varios turistas disfrutan del sol y de las buenas temperaturas en las grandes playas del municipio de Corralejo (Fuerteventura).

Esther Ballesteros

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Si hay un sector que de forma más severa ha sufrido los embates del coronavirus es el turismo. La pandemia ha puesto al descubierto grietas que ya se vislumbraban antes de que la COVID-19 pusiera en tela de juicio los pilares que sostienen una industria cuya remodelación y modernización ya reclamaban numerosas voces. Vital fuente de crecimiento económico, motor de empleo –aglutina el 12 por ciento de la población activa– y sector fundamental en términos de aportación al Producto Interior Bruto (PIB), el turismo ha chocado de bruces con el cisne negro de Taleb que, para algunos, representa la actual pandemia: un evento inesperado que ha sacudido los cimientos del actual modelo económico, abocándolo a un proceso de transformación o, al menos, a su replanteamiento.

Hay quienes, mientras recogen el testigo de los discursos decrecentistas y ecologistas alejados de las corrientes económicas más ortodoxas, consideran, sin embargo, que se trata de un acontecimiento cuyo impacto, al igual que el del cambio climático, era previsible –y evitable–. Pero, por encima de todo, se percibe un consenso a la hora de atisbar en la actual crisis una valiosa oportunidad de virar el rumbo y corregir inercias.

Durante los últimos años, el turismo de masas había alcanzado cotas nunca vistas en España, llegando a generar el 14,6% del PIB y cerca de tres millones de puestos de trabajo directos, alentado, además, por los conflictos internacionales desatados en mercados competidores como Egipto o Turquía. El año 2019 fue el séptimo año consecutivo de crecimiento para el turismo español, con más de 83,7 millones de turistas y un gasto total de 92.278 millones de euros, a pesar de que el sector se vio afectado por la quiebra del turoperador Thomas Cook.

No obstante, antes de que el coronavirus embistiera al sector y, con él, a una economía española altamente dependiente del mismo, la industria ya había llegado a la conclusión de que había que revisar un modelo ya obsoleto, pluralizando una oferta anclada en el sol y playa, encordelada a la estacionalización y orientando la actividad, en aras a combatir el 'overtourism', hacia criterios más sostenibles en términos medioambientales y sociales.

Sobre ello, el catedrático de Historia e Instituciones Económicas y consejero del Banco de España Carles Manera augura, en declaraciones a elDiario.es, que el sector seguirá siendo un activo económico importante “para sociedades desarrolladas que tengan una experiencia y una trayectoria como son Baleares, Canarias o las costas francesa e italiana”.

Y es que, frente a posibles vaticinios apocalípticos y lejos de demonizar la actividad turística, considera que afirmar que la crisis provocada por la pandemia “va a representar el hundimiento total de un sector es exagerado, porque el turismo no está herido de muerte”. Una circunstancia que, señala, “no quita que una actividad que depende de la confianza del consumidor se vea mucho más afectada que otras porque la demanda es de gente de otros países que vienen a tu casa. En ese sentido, si no hay unas ciertas garantías sanitarias en origen y en destino hay un problema”. Algo que no sucede, añade, en el caso de la industria y las mercancías físicas.

No en vano, con el sector inmerso en la aplicación de protocolos de seguridad y expectante ante las medidas impulsadas por la Administración, la incertidumbre es máxima. Si un visionario Fayos-Solà dejó sentadas las bases sobre la necesidad de lograr un turismo de calidad apoyado en el capital humano y la interacción del visitante con los servicios y atractivos ofrecidos por el sector, la industria se enfrenta en la actualidad al dilema de cómo adaptase a los nuevos paradigmas del escenario turístico mundial sin menospreciar las relaciones personales.

Ante las vicisitudes actuales, el que fuese conseller de Economía y Hacienda del Govern balear sostiene que el modelo de crecimiento “debe repensarse y reformularse, de eso no cabe ninguna duda”. Y, sobre ello, incide: “La cuestión está en ver de qué manera podemos desmasificar el turismo”. “Hay un elemento importante que son los precios: puedes subirlos y seguro que habrá una franja de mercado que no va a venir. O se puede aplicar una 'ecotasa' más elevada. ¿Y cómo cambias un modelo de crecimiento muy intensivo en trabajo a otro modelo más intensivo en capacitación? Esto es algo que afecta a todos los sectores sociales y a todos los agentes económicos. Y es un reto que se da en modelos económicos como el nuestro”.

Mayores ingresos por turista y menos visitantes

Al respecto, el conseller de Modelo Económico, Turismo y Trabajo del Ejecutivo balear, Iago Negueruela, considera que el sector atraviesa “un momento de reflexión importante”. En su opinión, hay determinadas prácticas que no deben volver, como el turismo de excesos, lo que debe servir, además, para transformar el modelo y sustentarlo sobre unos mayores ingresos por turista y no tanto sobre el número de visitantes. Negueruela sostiene, en esta línea, que se puede ingresar y mantener el nivel de empleo con menos turistas procurando, a su vez, la mejora del entorno y la actividad.

Por su parte, la investigadora de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) María Velasco subraya que en el discurso sobre la sostenibilidad son varios los factores que convergen y permiten fortalecer esta idea. Lo señala en el libro 'Turismo pos-COVID-19. Reflexiones, retos y oportunidades', donde cita como elementos a tener en cuenta el compromiso asumido por España para el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible y la Agenda 2030; los planteamientos que, en este sentido, propone la Organización Mundial del Turismo; las diversas iniciativas impulsadas por una parte del sector turístico y la investigación académica e, incluso, la intensificación del problema de la saturación turística.

La profesora del departamento de Ciencia Política de la UCM recuerda, de hecho, que ya desde los años sesenta y setenta el modelo turístico español arrastra problemas estructurales que hasta el momento no han podido ser erradicados. Y recuerda, al respecto, cómo en 1973 los propios actores públicos hablaban de una 'cuádruple concentración' provocada por el modelo turístico español: concentración de la oferta, muy orientada al producto sol y playa; concentración temporal, debido a que el producto básico requiere de un clima que se da, principalmente, en los meses de verano, que es también cuando se concentran los periodos de vacaciones; concentración espacial, ligada a los territorios de costa, y concentración de la demanda, con una muy alta dependencia de determinados mercados.

Se trata de unos elementos que, según la investigadora, habían situado en la agenda de la política turística, antes de que irrumpiera la actual crisis, la necesidad de abordar una sostenibilidad no solo económica, sino social y medioambiental más comprometida.

Potenciar otros sectores sin criminalizar el turismo

Acerca de la supeditación del tejido empresarial español al turismo y el hándicap que ello supone en circunstancias como las actuales, el consultor turístico Manuel Ferrer considera un error que España, en comparación con otros países, “dependa tanto de ciertos sectores”.

“En España tenemos muchas cosas fuertes que podrían serlo aun más. El problema no es el turismo, sino la necesidad de disponer de más industrias potentes”, subraya. De hecho, Ferrer considera que el turismo es “una de las cosas buenas que puede tener cualquier país y una de las pocas industrias que requiere y seguirá requiriendo mano de obra masiva, porque es casi imposible automatizarla”.

Es por ello que apela a la importancia de apostar por ámbitos como la industria farmacéutica, la moda y los productos agroalimentarios de lujo, de los cuales, agrega, “los franceses y los italianos hacen un imperio”. E incluso aboga por establecer planes como los impulsados en países como Portugal, Tailandia o Malasia para incentivar la residencia de los ciudadanos extranjeros: “Que los extranjeros se trasladen temporadas aquí y que consuman aquí, dándoles a cambio un caramelo: por ejemplo, que tengan derecho a la sanidad pública aunque no hayan cotizado en el país o una tarifa plana en impuestos. Esto crearía una riqueza inmensa”.

Desde el ámbito ecologista, el exdirector general de Greenpeace España y Oceana, el biólogo mallorquín Xavier Pastor, recuerda a elDiario.es que hay sectores que “hacía décadas que estaban advirtiendo de que poner todos los huevos en la misma cesta podía suponer un problema enorme ante distintas situaciones: pandemias, por cuestiones de guerra en países cercanos o por problemas de saturación”.

“Incluso los economistas más clarividentes e incluso las propias cadenas hoteleras como Riu, Meliá e Iberostar comenzaron a organizar foros en los que decían que esto ya era demasiado. Los mismos que habían provocado esta situación se daban cuenta de que este número de gente y la calidad media del turismo era insostenible, pese a lo cual han continuado viniendo millones de visitantes más”, lamenta.

Ha tenido que venir la pandemia para poner freno”

El histórico dirigente ecologista centra su discurso en Baleares como paradigma de esta situación. “Efectivamente, vivimos del turismo, pero también vivíamos del agroturismo en los años ochenta y vivíamos mejor, la renta per cápita también era mejor y los sueldos eran más altos en proporción con los de ahora. No ha mejorado la economía de los ciudadanos ni se ha extendido la clase media. Todo esto se veía venir y, sin embargo, ha tenido que venir la pandemia para poner freno”.

Recrimina, en este sentido, que “ahora todo el mundo llora”: “Los empresarios, desesperados, exigen dinero como recompensa como si se tratara de un derecho. Es en estas circunstancias cuando se acuerdan de la Administración y, además, de forma enfurecida, cuando para ellos todos los esfuerzos que pueda hacer la Administración nunca son suficientes. Y esto es lo que la pandemia ha puesto de manifiesto”.

Pastor recuerda, finalmente, cómo al inicio de la actual crisis “se decía que seríamos mejores, pero jamás he pensado que eso fuera a suceder”. Y reprocha que sea en las actuales circunstancias cuando “nos veamos forzados a repensar el modelo”, aunque no cree que “realmente eso vaya a suceder”: “La situación es tan grave que quieren que se abra todo enseguida para poder volver a la situación anterior”.

Y, en medio de sus pronósticos, se pregunta: “¿De verdad necesitamos 8.000 bares? ¿Necesitamos sobreoferta en hoteles y coches, cuando lo lógico sería reducir y a cambio aumentar la calidad de vida?”.

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