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La explosión de COVID-19 en China reabre el debate sobre las restricciones sin coordinación de los aeropuertos

David Noriega

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En noviembre de 2021 el mundo se puso en alerta por la aparición de una nueva variante de coronavirus. Sudáfrica notificó el primer caso y en las siguientes horas una cascada de países comenzaron a imponer restricciones a los vuelos procedentes del sur de África. Pese a las medidas, aquella mutación del virus, conocida como ómicron, se extendió rápidamente y sus descendientes son en este momento los mayoritarios en Europa. Son también los responsables de la explosión de la transmisión en China, que ha hecho que varios países, entre ellos España, anuncien que exigirán a los viajeros que lleguen del gigante asiático un test COVID-19 negativo o la pauta completa de vacunación.

La medida, anunciada este viernes por la ministra de Sanidad, Carolina Darias, va en la línea de lo anunciado horas antes por Italia, Estados Unidos, Japón, Australia, India, Taiwán, Corea del Sur y Malasia. Francia también anunció medidas este viernes, después de que lo hiciera España. Entrarán en vigor el día 1: test a la llegada, un test negativo en las 48 horas previas antes de embarcar y mascarilla a bordo.

El primer vuelo afectado por las nuevas medidas de control en España será el que llega este sábado al aeropuerto de Barajas a las 18 horas. Según ha indicado el Ministerio de Sanidad a última hora del viernes, “los pasajeros procedentes del país asiático podrán pasar por un control documental, visual y de temperatura, además de la realización de una prueba diagnóstica de infección activa por SARS-CoV-2, en el punto de entrada”. Los controles estarán en vigor, inicialmente, hasta las 24:00 horas del 15 de febrero de 2023.

Además, en la resolución publicada este sábado, Sanidad prevé la exigencia de un certificado COVID digital de la Unión Europea o equivalente para estos pasajeros desde el próximo 3 de enero. Aunque en un primer momento Darias había señalado que servirían las vacunas autorizadas por la OMS, el texto señala que “se admitirán las pautas vacunales establecidas en la estrategia de vacunación frente a COVID-19 en España”. La vacuna china, Sinopharm, no está autorizada en Europa.

El Gobierno español ha basado la decisión en la posibilidad de que surjan nuevas variantes y en la desconfianza sobre la información proveniente de China, pero contradice la defensa de una acción coordinada a nivel europeo que habían abanderado desde el Ministerio la tarde anterior.

“Existe una preocupación compartida a nivel internacional y nacional por la evolución de los contagios en China y la dificultad de hacer una correcta evaluación de la situación”, indicó Darias, “dada la poca información de la que disponemos”. En ese sentido, la ministra defendió “la importancia de actuar con coordinación, pero también con celeridad” y anunció sus propias medidas. Afirmó, eso sí, que España impulsará la necesidad de revisar las recomendaciones en el seno de la Unión Europea.

“El problema de esta medida es que los viajeros que hayan salido desde China pueden no llegar directamente a España, sino haber hecho una o varias escalas en otros países o aeropuertos, por lo que habría que controlar a los pasajeros según su origen inicial y no según el origen del vuelo, algo que es bastante difícil y exige una coordinación internacional de medidas, aplicadas con los mismos criterios y el mismo rigor científico. Tenemos el precedente del cierre de vuelos con Sudáfrica en noviembre y diciembre de 2021, que no obtuvo la eficacia que se pretendía”, señala el presidente de la Sociedad Española de Epidemiología, Óscar Zurriega, al Science Media Center.

“Es una medida más reactiva ante el temor que sigue despertando China”, valora el presidente de la Asociación Madrileña de Salud Pública, Javier Segura del Pozo. Para este médico salubrista, la decisión de Sanidad responde más a criterios políticos que científicos. “Posiblemente [el anuncio] esté más relacionado con lo que vivimos en los primeros meses de 2020, en los que hubo una censura al Gobierno porque no reaccionó con suficiente celeridad para establecer un control de fronteras, sobre todo con los vuelos procedentes de Italia y de China”, explica.

Una medida “infundada”

El Centro Europeo para la Prevención y el Control de las Enfermedades (ECDC) había calificado este jueves de “infundada” la decisión de realizar un test de COVID-19 a los viajeros procedentes de China por los altos niveles de inmunización en la Unión Europea. Y señalaba otro hecho: el número de infecciones importadas de Asia son “bastante bajas” en relación con las que llegan de EEUU y dentro del propio continente.

“Si esta medida se adopta por la posibilidad de entrada de variantes en este crecimiento, cabe preguntarnos si existen verdaderas razones por las que esa variante surja ahora en China y no en EEUU, que lleva meses de transmisión descontrolada”, reflexionaba para SMC el epidemiólogo social Pedro Gullón. “También hay países en Latinoamérica donde están empezando a tener subidas. Es una contradicción y tiene que ver tal vez con esa desconfianza hacia China, donde parece que se originó la pandemia y hay un efecto de mayor desconfianza hacia la información científica que comparten. Todo eso en un contexto geopolítico donde esta no aparece entre las naciones amigas en este momento”, apunta Segura del Pozo.

Una parte de científicos, gobiernos y entidades, como la Organización Mundial de la Salud, desconfían de la información facilitada por China, que ha cambiado el conteo de los casos al revertir su política de COVID cero. Segura del Pozo considera que, por el momento, la información que se maneja es que en el gigante asiático circula la variante ómicron, que es la dominante en Europa y ante las que sí protegen las nuevas vacunas. “En el caso de que se confirmara que es la misma variante, esos controles [en aeropuertos] no serían tan importantes como el propio refuerzo de la vacunación”, defiende.

"Si no tuviéramos nada más, diríamos que hay que hacerlo, pero a día de hoy la vacunación es una buena técnica y tenemos que reforzar las medidas de protección

En la misma línea se pronunciaba la coordinadora del Grupo de Trabajo sobre Vacunación de la Sociedad Española de Epidemiología, Ángela Domínguez, que consideraba que estas medidas pueden contribuir a reducir la transmisión pero advertía de los efectos colaterales de limitar la movilidad de personas. “Si no tuviéramos nada más, diríamos que hay que hacerlo, pero a día de hoy la vacunación es una buena técnica y tenemos que reforzar las medidas de protección”, como el uso de mascarillas, explicaba a elDiario.es. Según el último informe de vacunación facilitado por Sanidad, en este momento, el 94,1% de la población mayor de 60 años ha recibido la segunda dosis de refuerzo. El porcentaje cae al 82,5% para los mayores de 40. En las últimas semanas, el Ministerio ha insistido en la importancia de completar la pauta o las dosis de recuerdo.

El Comité de Seguridad Sanitaria de la Unión Europea, que se reunió el jueves, no abordó la necesidad de establecer controles en aeropuertos o fronteras, pero sí insistió en la importancia de continuar con una vigilancia activa, incluyendo la secuenciación del virus como herramienta fundamental. Es esta herramienta la que permitirá detectar nuevas variantes y es la que está llevando a cabo Italia con los viajeros procedentes de China que dan positivo. Por el momento, no han encontrado ninguna nueva cepa.

La inmunóloga e investigadora del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), Matilde Cañelles, considera que con la cantidad de casos que está habiendo no se puede saber cuándo surgirá una nueva variante. “En Sudáfrica surgió de repente, pero es un país en el que estaban haciendo un seguimiento muy estricto y nos avisaron enseguida de que había surgido ómicron”, señala. En su caso, es partidaria de obtener información de la secuenciación de las variantes chinas, con estrategias como la italiana o de forma aleatoria. En EEUU estudian la posibilidad de analizar las aguas residuales de los aviones que realizan vuelos internacionales en busca de cualquier variante emergente.

La explosión de contagios en China responde a varios factores. Por un lado, la política de COVID cero que se ha llevado a cabo hasta hace unas semanas impidió a la población someterse a una inmunización natural. Es decir, a que se contagiaran. Además, la tasa de vacunación es más baja y el fármaco que utilizan allí es menos efectivo. Y ómicron, a quien Europa se expuso a finales de 2021 y durante 2022, se transmite más rápido. Aunque sea menos letal, algunas estimaciones apuntan a que fallecerán más de un millón de ciudadanos chinos en este golpe.

De hecho, la vacuna china, Sinopharm, está autorizada por la OMS, pero no en Europa. El consejero de Sanidad madrileño Enrique Ruiz Escudero había reclamado este viernes una “prueba diagnóstica de infección activa a todos los viajeros, independientemente de su estado de vacunación” porque “la eficacia es absolutamente relativa, muy baja, y no está autorizada por la Agencia Europea del Medicamento”, así como el testeo de personas que hayan hecho escala desde China en otros países.

Es una petición similar a la que había hecho su homólogo catalán, Manel Balcells, quien ha estimado que, como las vacunas chinas “no están adaptadas a ómicron”, el protocolo que saldrá de las reuniones que las diferentes administraciones están realizando estos días debería recoger la obligatoriedad de realizar un test de antígenos a todos los viajeros, como así ha sido para quienes no tengan vacunas aceptadas por España, y una secuenciación en caso de que den positivo.