Las vacunas frenarán la transmisión de la COVID-19, pero aún es temprano para saber cuánto

Sergio Ferrer

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El impacto de las campañas de vacunación contra la covid-19 ya se nota en Israel, donde el pasado 5 de febrero un 37 % de la población había recibido al menos una dosis de la vacuna de Pfizer. Los cálculos más conservadores, por supuesto preliminares, estiman que su eficacia real (efectividad) es de más del 80 % a la hora de reducir hospitalizaciones y casos graves, y de más del 70 % para disminuir los positivos. Sin embargo, una duda ha penetrado en la población en los últimos meses: ¿puedo infectarme y contagiar a otros tras vacunarme? En otras palabras, ¿conseguirán las vacunas reducir la circulación del coronavirus?

La respuesta no es sencilla, pero la ausencia de evidencia no implica evidencia de ausencia. “Debemos tener cuidado para que ‘no sabemos si la vacuna reduce la transmisión’ no se convierta en ‘la vacuna no reduce la transmisión’”, advertía en diciembre la investigadora de la Universidad de Florida (EE UU) Natalie Dean a través de su cuenta de Twitter. En ocasiones se asume esto último, cuando la teoría sugiere lo contrario.

La mayoría de los investigadores coincide en que la pregunta no es si las vacunas reducirán la transmisión, sino cuánto lo harán. Por desgracia, encontrar una respuesta numérica tranquilizadora no es tan simple. “Cuantificar esto para dar una cifra es muy difícil, pero de forma cualitativa sí puedo decir que las vacunas van a reducir enormemente la transmisión”, asegura a elDiario.es el investigador del IrsiCaixa Jorge Carrillo.

“Es difícil hacer este cálculo, entre otras cosas, porque se están usando varias con distintas protecciones”, explica Carrillo. Además, conseguir los datos necesarios es mucho más costoso porque implica detectar infecciones asintomáticas mediante test rutinarios, en lugar de centrarse en quienes muestran síntomas, y no todos los ensayos clínicos realizados hasta ahora lo han tenido en cuenta.

Que sea difícil de medir no significa que la teoría no sea clara. “Si disminuyes el tiempo durante el que una persona secreta virus y el número de gente que desarrolla cuadros severos y porta cargas virales altas también reduces la transmisión” del virus, dice Carrillo. Esto sin olvidar que “es previsible” que una parte de los vacunados “ni siquiera contagien”. Aun así, la posibilidad de infección entre los vacunados es una realidad.

“La mayoría de las vacunas funciona evitando la enfermedad, no la infección, y las de la COVID-19 no son una excepción”, comenta Carrillo. Estas impiden que el virus se amplifique y disemine lo suficiente como para causar daños mayores, pero no detienen su entrada en el organismo. “Aunque te infectes, el sistema inmunitario va a reconocer el patógeno porque ha sido educado por la vacuna y va a actuar muy rápido para cortar la infección y que no pase de ahí”. El resultado es que la persona vacunada “ni se entera” de lo que ha pasado o, como mucho, sufre síntomas muy leves.

A pesar de esto, Carrillo está “totalmente” seguro de que las vacunas contra laCOVID-19 reducirán algo la transmisión y recuerda que no hay estudios aleatorizados “bien hechos” que permitan concluir que un vacunado que se infecta todavía transmite el SARS-CoV-2. “Cuando decimos que los vacunados pueden seguir transmitiendo lo hacemos con datos parciales, basados en estudios con modelos animales en los que se detecta algo de virus en el tracto respiratorio superior, pero hay que tener cuidado porque las condiciones experimentales no son iguales que una infección natural y se pueden confundir los resultados”.

Los datos apoyan la teoría, pero ojo con las variantes

Los datos disponibles, aunque preliminares, apoyan las palabras de Carrillo. Una prepublicación pendiente de revisión, compartida esta semana en medRxiv y llevada a cabo en Israel, mostró que las personas vacunadas que se infectan tienen cargas virales más bajas. Esto “sugiere una menor infecciosidad, lo que contribuirá aún más al impacto de la vacuna en la propagación del virus”, teorizan los autores en el artículo.

Otras vacunas han mostrado tendencias similares en las últimas semanas. Nuevos datos sobre la vacuna de Moderna publicados recientemente en la revista New England Journal of Medicine “sugieren cierto nivel de prevención [contra infecciones asintomáticas] tras la primera dosis”, en palabras de los autores. Sin embargo, admitían que los datos no eran suficientes como para evaluar la infecciosidad y que están llevando a cabo nuevos estudios para arrojar más luz sobre este asunto.

Otro trabajo publicado este mes, este todavía sin revisar, mostró que la vacuna de Oxford/AstraZeneca tiene un 75 % de eficacia a la hora de evitar infecciones asintomáticas con las variantes tradicionales del SARS-CoV-2. Además, los participantes tenían cargas virales menores y eran positivos durante menos tiempo.

La mala noticia llegó al añadir la variante británica a la ecuación: aunque la eficacia para evitar infecciones sintomáticas fue similar, la capacidad para impedir los contagios asintomáticos cayó hasta el 26,5 %. Es importante destacar que la reducida muestra dio un intervalo de confianza tan grande (entre -112 y 74,5 %) que invita a tomar los resultados con cautela, pero los datos plantean la pregunta de si las vacunas actuales podrán cortar la transmisión de las nuevas variantes aunque sigan evitando los casos graves, las hospitalizaciones y las muertes.

Una herramienta más en un escenario “idílico”

Todos estos datos son tempranos, pero parecen apuntar en la misma dirección. Carrillo recuerda que las vacunas son una herramienta más que se “acumula” junto al resto. “Sin ninguna duda van a ayudar a reducir la expansión del virus y reducir el efecto que está teniendo la pandemia sobre todos nosotros, pero hay que sumarles que hasta que veamos una reducción significativa de la transmisión seguiremos con medidas de control como mascarillas y distancia social, y todo suma”.

El investigador cree que estamos en un “escenario idílico”, pero que tenemos “una tendencia natural a destacar solo lo negativo”. Recuerda que la OMS determinó hace meses que una vacuna útil debía alcanzar, como mínimo, un 50 % de protección, pero que las primeras superaron el 90 %. “Ahora llegan otras que protegen entre un 60 y un 80 % y parece que no sirvan, y no es verdad. Son muy útiles, sobre todo ahora que no hay suficientes para todo el mundo”.

¿Veremos algún día una vacuna esterilizante contra la COVID-19 que impida la infección por completo? Carrillo cree que es posible: “Las actuales no son las definitivas, se han desarrollado en tiempo récord y se van a refinar”. Aun así, tiene claro cuál es el principal reto en estos momentos. “Ahora lo urgente es frenar la situación de emergencia, y estamos en una posición inmejorable [para hacerlo]. Hemos superado la falta de una vacuna, pero queda superar la falta de disponibilidad”. Las vacunas que no puedan llegar a todo el mundo no serán, en su opinión, una solución a largo plazo.