Cuando las víctimas del franquismo abrían la tierra con las manos: la historia de las exhumaciones de fosas en la Transición

Era como abrir la tierra con las manos. Tras la muerte del dictador, el miedo queda enterrado. Y las familias de víctimas empiezan a rescatar a sus muertos de las fosas comunes del franquismo. Un proceso que, durante la Transición, suma decenas de tumbas ilegales exhumadas con voluntad pero sin criterio arqueológico. La parálisis rebrota con el golpe de Estado del 23F de 1981. Una quietud alargada hasta la explosión de la Memoria Histórica con la primera búsqueda bajo protocolo científico: los 13 de Priaranza en el año 2000.

El goteo, no obstante, alcanzó los años 90. Y pese a la pedagogía del terror inoculado por los golpistas hasta el tuétano de la sociedad española. Quedan casos de fosas y cunetas abiertas en Murcia, Extremadura, Andalucía… por todo el país. O victorias de víctimas como las 'mujeres de negro' que custodiaron 40 años la tumba de 400 personas en La Rioja.

Se trataba del “primer ciclo” de exhumaciones de “republicanos fusilados por los franquistas durante la guerra civil y la posguerra”, como señala la investigadora Paloma Aguilar. Una solución “muy rudimentaria”, acompañadas de actos de homenaje y “funerales religiosos”. Abrir la tierra para romper el olvido y la impunidad.

Luego, décadas de retraso en memoria histórica han condenado a la mayor parte de familias a no recuperar jamás a sus muertos. Con más de 100.000 desaparecidos forzados, el país de la desmemoria apenas puede recuperar una cuarta parte, según un informe del Gobierno de España al que ha tenido acceso elDiario.es.

Desde el año 2000 se han abierto en toda España más de 740 fosas y recuperado alrededor de 9.000 esqueletos. En muchos casos “con el impulso de las asociaciones de memoria histórica” y con escaso (o nulo) apoyo institucional, apunta el documento. Un informe que calcula que “en 4 ó 5 años, con unos 40-50 profesionales”, es posible solucionar una de las graves violaciones de los Derechos Humanos cometidas por los golpistas, todavía por resolver, y que pretende encarar el plan estatal para la memoria.

La acción colectiva de las víctimas

“Entre 1978 y 1979 tuvo lugar en Murcia la exhumación de la mayor fosa común de la región de republicanos fusilados en la posguerra, seguida de un reentierro colectivo en el cementerio municipal”, cuenta el politólogo Juan Enrique Serrano, de la Universidad de Murcia (UM). El final de la década de los 70, con la recuperación de la democracia en España, asistió al proceso ciudadano de desenterrar la memoria común.

De la tierra fueron rescatados “377 restos mortales”. En la primavera del 79 fueron inhumados en una “sepultura digna”. Fuera del camposanto, España estaba “en plena campaña para las primeras elecciones locales democráticas desde 1931”. Los túneles de la historia. Y el fruto de una iniciativa “adelantada a su tiempo”.

Aquel episodio “fue el resultado de la acción colectiva llevada a cabo por un grupo de familiares provenientes de diferentes puntos de la región que se conocieron a lo largo de los años mediante sus visitas al cementerio de Espinardo”, escribe en un artículo titulado 'La exhumación de 1979 en Murcia. Acción colectiva de familiares de fusilados republicanos durante la transición', que publicó la Revista de Historia Contemporánea.

“Reuniones a escondidas y en secreto; miedo. Por primera vez se juntan, se cuentan sus sufrimientos comunes”, escribía en 1977 el párroco de Marcilla (Navarra), Javier Vesperinas contó este medio. Poco antes conoció que en el pueblo muchos tenían a sus muertos tirados en fosas franquistas.

Las “resistencias” acabaron rotas. Y el Ayuntamiento colaboró con un terreno en el cementerio y la construcción de un mausoleo. Meses después, los vecinos de Casas de Don Pedro (Badajoz) conseguían cerrar el duelo por el tesón de una mujer, Felisa Casatejada, que tenía bajo tierra a dos hermanos, fusilados con 17 y 19 años de edad. Durante la Transición, entre el 78 y 1983, hasta 37 pueblos de Extremadura suman procesos similares.

Las 780 “calaveras” de Constantina

En Constantina (Sevilla), en 1980 “lograron rescatar más de 780 calaveras y multitud de huesos con signos evidentes de muerte violenta”, según el informe coordinado por el antropólogo Ángel del Río. “Los trabajos de exhumación se efectuaron en tres tandas, sin seguir una metodología científica, tal como era habitual en la época”, apunta.

Es una de las mayores tumbas del franquismo abiertas en España, después de la de Málaga, con 2.840 cuerpos. Los trabajos en el cementerio católico serían realizados con fondos del desaparecido Instituto de Reforma y Desarrollo Agrario (IRYDA). Luego, “se construye un mausoleo de dignificación a las víctimas”. En la tierra apareció también “una gran cantidad de anillos, pendientes, cadenas… que fueron introducidos en las calaveras”.

A finales del 79, el pueblo de Jimena de la Frontera (Cádiz) recuperaba a cuatro de sus paisanos ejecutados por los golpistas. “Desde siempre los más viejos del lugar conocían los hechos, el lugar de enterramiento, y las circunstancias que hicieron que, eso que unos llaman azar y otros destino, llevara a aquellos cuatro inocentes a situarse frente a un improvisado pelotón de fusilamiento”, reza el Mapa de Fosas de Andalucía.

La fosa estaba en una zona conocida como La Cruz Blanca. Nadie, en más de cuatro décadas, “osó hacer la más mínima referencia pública, comentario o crítica ante la posibilidad de sufrir represalia o de señalarse como ‘desafecto al régimen’”. Era un “acuerdo, unánime, tácito, secreto, y a la vez conocido por todos”, roto casi a los 44 años de los asesinatos. Los restos fueron trasladados al cementerio de Jimena, donde una placa los recuerda. Muchas de las víctimas suman más de 84 años cubiertos por la arena de la impunidad.

La victoria de las 'mujeres de negro'

Aquel “primer ciclo” de exhumaciones de “republicanos fusilados por los franquistas durante la Guerra Civil y la posguerra” nacía en ese periodo de transición a la democracia. “Y se prolongó hasta los años 90”, indica la investigadora Paloma Aguilar en un artículo titulado ‘Memoria y Transición en España. Exhumaciones de fusilados republicanos y homenajes en su honor’.

La “rudimentaria” labor de las familias de represaliados fue acompañada, en ocasiones, de la creación de “lugares de memoria”. El “tributo a las víctimas del franquismo” por encima de “la transición española como un período de silencio y olvido”. Como sucedió en el caso riojano.

Las mujeres de negro velaron los cadáveres de 400 personas asesinadas por los franquistas. Muchos eran sus maridos. Custodiaron la memoria de los suyos durante 40 años de dictadura, logrando que nadie tocara las tres fosas comunes de Lardero (La Rioja) donde fueron arrojados. Y en 1979 convirtieron el lugar en cementerio civil. Hoy es el Memorial La Barranca.

El conjunto monumental es uno de los mayores memoriales de España dedicado a las víctimas de los golpistas en la guerra civil. Cumple cuatro décadas como camposanto y forma parte del patrimonio de la Comunidad Autónoma desde 1980, gestionado por el Gobierno de La Rioja en colaboración con la Asociación para la preservación de la Memoria Histórica en La Rioja 'La Barranca'.

El barranco de Barrigüelo, a unos cinco kilómetros de Logroño, fue usado por los golpistas para enterrar los cuerpos de una quinta parte de las 2.000 personas que ejecutaron en la región. Aunque en La Rioja no hubo guerra. Apenas resistencia al fracasado golpe de Estado que provocó la guerra civil.

En aquel campo trazaron las fosas comunes plagadas de muerte. De la pedagogía del terror aplicada en masa por los rebeldes hasta finales de 1936. Ahora, La Barranca es un paraje de recogimiento familiar. De recuerdo íntimo. De Memoria colectiva con mayúsculas. Una tierra que guarda la victoria de las 'mujeres de negro' sobre 40 años de franquismo.