Las violaciones en grupo disparan la atención mediática, pero ni son las únicas ni son la mayoría

  • “Suelen ser hombres que conciben este espacio como uno en el que pueden mostrar su virilidad ante el resto. Lo utilizan para reafirmar la masculinidad y ser reconocidos por el grupo”, explica la abogada Carla Vall

Cuatro hombres han sido detenidos este fin de semana en el municipio barcelonés de Manresa acusados de agredir sexualmente a una joven de 17 años. El caso se suma así a la ristra de violaciones en grupo que llevan tiempo copando la atención mediática y que encuentran su punto de inflexión en la cometida por 'la manada', condenada a 15 años de cárcel, en los Sanfermines de 2016. Este tipo de violencia, sobre la que no hay datos oficiales, es real y está marcada por varias características específicas, pero ni es la única ni es mayoritaria.

Precisamente en Manresa, la semana pasada se celebraba el juicio contra varios hombres por agredir sexualmente a una menor de 14 años y hace menos de un mes otros cinco eran detenidos acusados de abusar sexualmente de un mujer en una playa de Cullera. La lista es larga y la exposición mediática de este tipo de agresiones es un hecho constatado por el proyecto Geoviolencia Sexual, del colectivo Feminicidio.net. Se trata de un mapeo con datos de los casos publicados por los medios: 125 desde 2016, año de la denuncia de Pamplona, y 34 solo en lo que va de 2019.

Según los últimos datos del Ministerio del Interior, solo en el primer trimestre del año se registraron 2.374 denuncias por agresión y abuso sexual en una tendencia al alza que se inauguró en 2014, pero no es posible profundizar más. Aún así, y aunque la estadística no desglosa por número de autores, las expertas coinciden en señalar que las violaciones en grupo constituyen una minoría del total de la violencia sexual que se produce. “Está claro que ocurre y que es algo especialmente grave, pero no podemos olvidarnos de que hay otros tipos de agresiones sexuales y que son las más frecuentes”, señala Andrea Giménez-Salinas, criminóloga y coordinadora de la Fundación para la Investigación Aplicada en Delincuencia y Seguridad.

Giménez-Salinas ha coordinado el informe Agresores sexuales con víctima desconocida. Implicaciones para la investigación criminal, elaborado con la colaboración de varias universidades públicas y editado por Interior. El estudio analiza denuncias por agresión y abuso sexual de 2009 a 2013 y varios atestados policiales de 2011 y concluye que las cometidas por más de un hombre representan solo un 4% del total.

Se trata de una estimación partiendo de que el 20% de los atestados analizados (342) fueron agresiones en grupo y de que el 20% de las denuncias fueron entre desconocidos (6.589 de 29.115 analizadas). Es decir, de cada 100 agresiones, 20 son entre desconocidos, y de esas 20, el 20% son en grupo, lo que supone 4 de cada 100. Esta investigación se centra en los casos entre desconocidos –cuando el agresor no pertenece al entorno de la víctima o cuando ambos llevan juntos menos de 24 horas–, que, según señalan las expertas y aunque también se dan entre conocidos, es la tipología más frecuente de agresiones sexuales grupales.

Un sello en el relato del miedo

Pero más allá de esta violencia concreta, las expertas y organizaciones que trabajan con víctimas de violencia sexual insisten en señalar que la mayor parte de violaciones se producen en el entorno más cercano de la víctima: por parte de parejas, familiares, amigos o conocidos. Pensar que la mayoría son perpetradas por desconocidos es, de hecho, “uno de los estereotipos o ideas erróneas más frecuentes”, según una investigación publicada en 2017 por el Grupo de Investigación Antígona de la Universidad Autónoma de Barcelona.

La representación más habitual de las violaciones, sin embargo, es la de un hombre que asalta a una mujer por calle y de noche utilizando una violencia y una fuerza física muy explícita. Es precisamente este relato el que suele contribuir al discurso del miedo aprendido desde niñas y que acaba derivando en los habituales “ten cuidado”, “avísame cuando llegues”, “¿vienes con alguien?” o “ten las llaves preparadas cuando te acerques al portal”. Ello provoca, según un informe de Emakunde, el Instituto Vasco de la Mujer, una “discriminación” en sí misma contra las mujeres, que se ven sometidas a un malestar emocional “sistemático”.

En este escenario, las agresiones sexuales en grupo constituyen uno de los “instrumentos más potentes desde el punto de vista simbólico”, señala la abogada penalista especializada en violencia machista Carla Vall. Para la experta, estas violaciones y su repercusión “tienen un efecto muy paralizante” a pesar de que “no es muy probable que a una mujer le vaya a pasar algo así”. “Las agresiones grupales son imprescindibles para que seamos educadas en pensar que el espacio público es peligroso y la casa un lugar seguro, pero lo más común es que si sufres violencia sexual, sea por parte de alguien cercano”.

La experta y autora de la tesis La violencia sexual: Desarrollos feministas, mitos y respuestas normativas globales Bárbara Tardón coincide con el análisis y apunta a la importancia del tratamiento mediático de los casos: “Si no hay enfoque feminista lo que hacemos es reproducir el relato del terror sexual”. Un relato analizado por la investigadora Nerea Barjola en Microfísica Sexista del Poder. Si no existe un equilibrio entre unas agresiones y otras, prosigue la experta, “sí que existe invisibilización de las otras violencias, que además son las más sistémicas, frecuentes y normalizadas”.

Un modus operandi común

modus operandiAún así, las expertas reivindican una mayor investigación y más datos oficiales sobre las agresiones sexuales en grupo, un tipo de violencia hasta ahora muy invisible. El estudio de Interior coordinado por Giménez-Salinas, uno de los pocos acercamientos al tema, ha dibujado el patrón que suele darse: por un lado, los agresores que actúan en grupo suelen ser más jóvenes (una media de 25 años) y suelen tener menos antecedentes policiales que los que actúan individualmente. La mayoría de estos casos se producen en festivos o fin de semana, principalmente en sábado y mayoritariamente de noche. “La víctima además se ve absolutamente indefensa ante el grupo y le cuesta más denunciar. Si ya es complicado llevar a juicio a una sola persona, imagínate a un grupo...”, reflexiona la criminóloga.

Vall, por su parte, analiza además cómo influye la pertenencia al grupo a la hora de perpetrar la agresión y apunta a un modus operandi que se repite. “Suelen ser hombres que conciben este espacio como uno en el que pueden mostrar su virilidad ante el resto. Lo utilizan para reafirmar la masculinidad y se reconocidos por el grupo”, explica. Como ejemplo de ello, nombra el hecho de que en algunas ocasiones graban las agresiones, como hicieron los miembros de 'la manada', para después compartir los vídeos y exponerlos a compañeros o amigos. “Mientras que en el resto de delitos se busca eliminar las pruebas, en estos casos las están generando porque se centran en que es algo que deben mostrar al resto”.