La ciencia se pronuncia sobre los mitos, verdades y mentiras del yoga

El pasado domingo 21 miles de personas en todo el mundo se congregaron en diversas ciudades para celebrar el día mundial del yoga. Fue la Asamblea General de Naciones Unidas la que decidió, en noviembre del pasado año, proclamar oficialmente el 21 de junio como el día internacional de esta disciplina. Lo hizo como “reconocimiento de su popularidad universal” y por ser “beneficiosa para la salud de la población mundial”.

Son muchas las afirmaciones que se hacen sobre el yoga, sobre su supuesto origen milenario o sobre sus propiedades terapéuticas. Sin embargo, no todas estas afirmaciones están basadas en evidencias científicas. ¿Cómo y cuándo surgió?, ¿por qué se ha hecho famoso? Y lo que es más importante ¿es tan saludable como indican sus practicantes y sus promotores?

A partir de los años 70 el yoga comenzó a popularizarse en occidente, sin embargo, no fue hasta finales de los 80 cuando comenzó a llamar la atención de la comunidad científica. Desde entonces varios estudios han demostrado que el yoga no solo ayuda a mejorar la condición física de quienes lo practican, sino que también reduce el riesgo de enfermedades cardiovasculares e incluso es utilizado como complemento en tratamientos contra la ansiedad y la depresión. Sin embargo, pese a ser una práctica recomendada, la mayoría de los estudios no confirman que el yoga reporte especiales ventajas en comparación con otro tipo de disciplinas, como el ejercicio físico aeróbico o la meditación.

Reduce el riesgo de enfermedades cardiovasculares

En 2014 un equipo de investigadores de la Escuela Médica de Harvard realizó un análisis de todos los estudios y ensayos clínicos que relacionaban la práctica del yoga con la reducción de riesgos en enfermedades cardiovasculares. El estudio encontró que efectivamente se podía observar una reducción del riesgo en los pacientes que realizaban yoga con respecto a los que llevaban una vida sedentaria. Según los resultados, la práctica del yoga ayuda a regular la presión arterial, reduce los niveles de colesterol y mejora el índice de masa corporal. Sin embargo, el mismo estudio también mostró que no había diferencias significativas entre los practicantes de yoga y los que hacían cualquier otro tipo de ejercicio aeróbico, como correr, montar en bici o realizar ejercicios de resistencia.

Los autores de este estudio, publicado en la revista de la Sociedad Europea de Cardiología, concluyeron que todas las evidencias indican que la práctica de esta disciplina es beneficiosa. Sin embargo, puntualizaron que las investigaciones realizadas hasta la fecha se basan en “ensayos clínicos que son demasiado pequeños, de corta duración y demasiado heterogéneos, lo que impide obtener una conclusión definitiva sobre la eficacia del yoga”. Además, aseguran que es necesario “realizar más ensayos que cumplan los estándares metodológicos para comparar la relación de costes y beneficios del yoga frente a los métodos tradicionales, como otros tipos de ejercicio o el uso de medicamentos”.

Hacen falta estudios más rigurosos

Con respecto a la afirmación de que el yoga ayuda a mejorar la salud mental, reduciendo los niveles de ansiedad y estrés, los resultados que muestran las últimas investigaciones también ofrecen un mensaje de optimismo y cautela. Los dos mayores estudios que se han hecho hasta la fecha, uno realizado por investigadores del Campus Alberta de Psicología Aplicada (Canadá) y otro en la Universidad de Cincinnati (EE.UU.), concluyen que las evidencias parecen indicar que los pacientes que presentan cuadros de ansiedad y depresión mejoran significativamente tras complementar las terapias con la práctica del yoga, pero de nuevo puntualizan que los ensayos clínicos realizados tienen “limitaciones metodológicas” y que “es necesario una investigación más rigurosa”.

Pero el yoga no solo presenta ciertos beneficios para la salud de la población mundial, tal y como aseguraba la ONU, sino que también supone un importante negocio en pleno crecimiento. El pasado mes de abril el Journal of Marketing publicó un estudio que analizaba la evolución del mercado del yoga desde 1960 hasta la actualidad.

Según las conclusiones del estudio, una vez que el yoga dejó de lado los aspectos más espirituales o religiosos y se centró más en el bienestar físico y mental, fue cuando comenzó a extenderse por occidente, especialmente en EEUU. “En el análisis del mercado de yoga, hemos encontrado que éste se asocia cada vez menos con la espiritualidad y más con la mejora de la condición física y médica”, asegura el principal autor del estudio, el doctor Gokcen Coskuner-Ballide de la Universidad de Chapman (EE.UU). A partir de ahí su fama ha ido en aumento y hoy se estima que lo practican más de 20 millones de personas, solo en EE.UU. Según los resultados del estudio el volumen de negocio del yoga ha aumentado en un 80% en los últimos cuatro años, situándose en casi 10.000 millones de euros anuales en EE.UU. 

Un invento del siglo XX

En la actualidad existen diversos tipos de yoga, muchos de ellos desarrollados en occidente, pero de forma simplificada se puede afirmar que los más populares se basan en el ejercicio físico, realizado mediante el encadenamiento de posturas, combinado con ejercicios de respiración y meditación. Este tipo yoga basado en las posturas está muy lejos de ser esa disciplina milenaria que muchos creen y, según los registros históricos, la mayoría de sus posturas fueron creadas a principios del siglo XX.

Originario del valle del Indo, el yoga es una de las seis doctrinas del hinduismo e históricamente ha sido considerado una práctica espiritual ligada al misticismo, la magia y el ascetismo con bases religioso-filosóficas. La primera referencia a las asana, o posturas del yoga, se encuentra en lo que se consideran sus textos fundacionales, los yoga Sutra, del siglo III antes de Cristo. Sin embargo, en estos textos solo se habla de mantener una posición estable y cómoda que permita la meditación durante largos periodos de tiempo. No es hasta los siglos XV y XVI cuando aparecen registradas las primeras posturas, en lo que se conoce como hatha yoga. Sin embargo, esta modalidad se seguía centrando en cuestiones espirituales y apenas recogía unas pocas asana.

Es varios siglos más tarde, a principios del siglo XX, cuando el maestro Tirumalai Krishnamacharya desarrollaría gran parte de las actuales asana, mezclando las pocas posturas clásicas del hatha yoga con gimnasia occidental y con otras prácticas de origen indio como el Kalaripayatu. Posteriormente, sería uno de sus alumnos, Bellur Krishnamachar Sundararaja Iyengar, fallecido en 2014, quien terminaría de desarrollar y exportar a occidente la práctica tal y como la conocemos hoy en día. Aunque en la actualidad se siguen practicando distintas modalidades de yoga, en occidente la mayoría practica las modalidades basadas en posturas desarrolladas por Krishnamacharya e Iyengar.