80 años después, la Segunda Guerra Mundial sigue contaminando el Pacífico

Este año se conmemora el 80 aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial. El conflicto terminó oficialmente el 2 de septiembre de 1945, con la rendición de Japón en su lucha contra los aliados. Aunque el peor conflicto armado de la historia moderna había llegado a su fin, sus consecuencias siguen siendo vigentes ocho décadas después.

Así lo revelan varias investigaciones que señalan que el legado del conflicto permanece vivo en las profundidades del mar. Uno de los lugares más afectados es el Pacífico, donde buques de guerra hundidos y bombas sin explotar siguen liberando sustancias peligrosas que amenazan la biodiversidad y los ecosistemas marinos. 

Este océano fue uno de los escenarios clave de la Segunda Guerra Mundial. Allí tuvieron lugar algunos de los combates navales y aéreos más importantes, como el ataque sorpresa a Pearl Harbor en 1941, que marcó la entrada de Estados Unidos en el conflicto.

Al terminar la guerra, gran parte del material que se utilizó quedó abandonado: aproximadamente 3.800 naufragios todavía yacen en el fondo del Pacífico, según un estudio publicado en la revista Science Direct.

Los expertos advierten que, en el caso de los barcos hundidos, estos pueden filtrar petróleo y otros combustibles. Con el paso del tiempo, los cascos han sufrido corrosión y muchos de ellos pueden terminar colapsando y destruyéndose, lo que también aumenta la probabilidad de derrames

Los efectos del cambio climático

El cambio climático está provocando que los fenómenos meteorológicos extremos sean cada vez más frecuentes e intensos, y esto también tiene un impacto en los restos de la guerra. Los huracanes, inundaciones y tormentas fuertes pueden desenterrar o mover restos de municiones y naufragios, aumentando el riesgo de que haya explosiones accidentales.

Además, la subida del nivel del mar está dejando a descubierto los restos de conflictos armados pasados en algunos lugares del mundo. Por ejemplo, en 2015, el ciclón Pam dejó al descubierto munición sin detonar de la Segunda Guerra Mundial en Kiribati y Tuvalu, países de Oceanía.

Así, los restos de una guerra que terminó hace ya 80 años siguen poniendo en peligro la biodiversidad, contaminando el agua y los sedimentos, afectando a corales, peces y otras especies marinas. Los expertos advierten que la exposición a estos contaminantes también puede llegar a afectar a la salud humana.