El aislamiento geográfico provocó que algunas poblaciones de mamuts quedaran atrapadas en territorios remotos tras el retroceso de los glaciares. En estos entornos reducidos, la escasez de recursos y las variaciones ambientales fueron moldeando su destino durante milenios. La reducción progresiva de su diversidad genética debilitó su capacidad de adaptación frente a cambios bruscos en el ecosistema.
La dependencia de fuentes de agua limitadas, unida a transformaciones climáticas, agravó su situación. En más de un caso, estos factores coincidieron hasta marcar el final de sus días, como ocurrió con los últimos grupos que lograron sobrevivir en islas aisladas del Ártico.
Un pequeño grupo de mamuts logró resistir miles de años en la isla de Wrangel
En la isla de Wrangel, situada en el Ártico ruso, una pequeña comunidad de mamuts consiguió perdurar varios milenios después de que la especie desapareciera del continente. Investigaciones del Museo Sueco de Historia Natural y la Universidad de Estocolmo, publicadas en Cell, confirman que su origen se remonta a apenas ocho individuos, que con el tiempo dieron lugar a una población estable de entre 200 y 300 ejemplares.
Los análisis de ADN extraídos de huesos conservados en el permafrost muestran que, pese a la endogamia y a la pérdida progresiva de variabilidad genética, el grupo logró mantenerse hasta hace unos 4.000 años.
Los estudios indican que esta comunidad eliminaba poco a poco las mutaciones más perjudiciales, lo que les permitió sostenerse durante seis milenios. Sin embargo, su desaparición final apunta a un suceso repentino y ajeno a la acción humana. Love Dalén, autor principal del trabajo, señala que “si ese evento aleatorio no hubiera sucedido, todavía tendríamos mamuts hoy”. Esta conclusión descarta la hipótesis de que la extinción se debiera exclusivamente a la degradación genética.
La falta de agua potable provocó la desaparición de los mamuts en la isla de Saint Paul
En otro punto del Ártico, en la isla de Saint Paul, un grupo distinto de mamuts también resistió durante miles de años. Según un estudio de la Universidad Estatal de Pensilvania publicado en PNAS, el declive no estuvo vinculado a la caza ni a la falta de alimento, sino a la pérdida de agua potable.
La isla carecía de ríos y manantiales, por lo que los animales dependían de lagos y acuíferos someros. El aumento del nivel del mar y la intrusión de agua salada redujeron esas reservas hasta convertirlas en insuficientes para sus necesidades diarias.
Russell Graham, investigador principal, explica que los mamuts se concentraban en torno a los últimos puntos de agua, lo que aceleraba la erosión y sedimentación de los lagos, disminuyendo aún más su capacidad de almacenamiento. “Sabemos que los elefantes modernos necesitan entre 70 y 200 litros de agua al día”, afirma, y recalca que las características físicas de los mamuts hacían que su demanda fuera mayor. Con la reducción de las lluvias y el deshielo estacional, la situación se volvió insostenible en cuestión de semanas.
Los análisis paleobotánicos demuestran que la vegetación se mantuvo estable durante su estancia en Saint Paul, lo que descarta la hipótesis de un colapso alimentario. Tampoco existen indicios de actividad volcánica o depredadores capaces de influir en su desaparición. La falta de agua, en cambio, coincide de forma clara con la cronología de los últimos restos hallados. Esta combinación de factores locales y ambientales cerró definitivamente la presencia de mamuts en esa región.
Los últimos mamuts ofrecen enseñanzas valiosas para la conservación actual
Los casos de Wrangel y Saint Paul ofrecen pistas valiosas para la conservación actual. Marianne Dehasque, del Centro de Paleogenética, explica que “es importante que los programas de conservación actuales tengan en cuenta que no basta con que la población vuelva a alcanzar un tamaño decente”, ya que los efectos genéticos de un cuello de botella pueden prolongarse miles de años. Esta advertencia se considera relevante para especies insulares o aisladas que hoy afrontan amenazas similares.
Entender cómo sobrevivieron y desaparecieron los últimos mamuts permite prever los riesgos que enfrentan poblaciones reducidas en entornos cambiantes. En más de un aspecto, sus historias siguen vivas en cada esfuerzo por proteger la biodiversidad frente a un clima y unas actuaciones humanas que no dejan de poner a prueba los límites de la resistencia animal.