Un nuevo estudio publicado en Biology Letters aporta pruebas de que los ancestros de los grandes pájaros no voladores, como los avestruces, los emúes o los kiwis, tenían una morfología compatible con vuelos aeróbicos sostenidos que habrían facilitado su expansión a través de los océanos. La investigación se ha centrado en Lithornis promiscuus, un ave del Paleoceno-Eoceno hallada en Wyoming (EE.UU.), cuyo esternón conserva rasgos asociados a estrategias de vuelo de resistencia más que a los cortos y explosivos de especies actuales como los tinamúes.
Clave para resolver cómo acabaron ocupando continentes distantes si no volaban
El hallazgo resulta clave para resolver una paradoja de la biogeografía: cómo linajes incapaces de volar acabaron ocupando continentes distantes como África, Sudamérica, Oceanía y Nueva Zelanda. Durante décadas, la hipótesis dominante había sido que la separación de Gondwana explicaba esa distribución. Sin embargo, la datación de los fósiles y los relojes moleculares muestran que la diversificación de los ratites ocurrió demasiado tarde para atribuirla solo a la deriva continental.
Los investigadores han utilizado técnicas de morfometría geométrica tridimensional para analizar el esternón del fósil y compararlo con el de 149 especies de aves actuales. Los resultados rechazan que Lithornis dependiera de un vuelo explosivo similar al de los tinamúes y lo sitúan en una zona morfológica más próxima a aves capaces de recorrer grandes distancias, como garzas o flamencos. Esta conclusión refuerza la idea de que la pérdida del vuelo se produjo de manera independiente en varias ramas de los paleognatos.
Todo lo que revelan el esternón
El análisis estadístico indica que las proporciones del esternón de Lithornis se alinean con patrones propios de aves que alternan aleteo continuo y planeo, una estrategia que requiere resistencia aeróbica. A diferencia de los esternones alargados y con escotaduras profundas de los voladores de ráfagas cortas, el hueso de Lithornis muestra un diseño más compacto y versátil. Esto sugiere que, más allá de despegar y cruzar barreras inmediatas, su morfología estaba en consonancia con desplazamientos sostenidos y de gran escala, como los que realizan aves actuales de gran capacidad de dispersión.
Los autores del trabajo señalan que este tipo de capacidades habrían permitido a los ancestros de los ratites colonizar islas y masas continentales separadas por océanos. Posteriormente, esos linajes pudieron evolucionar hacia formas gigantes y no voladoras, como los moas de Nueva Zelanda o las aves elefante de Madagascar, tras perder la necesidad del vuelo en entornos sin depredadores terrestres. La repetición del proceso en distintos lugares explicaría la diversidad de especies de gran tamaño que existieron en el pasado reciente.
La comparación con especies vivas refuerza esta interpretación. Entre las aves con esternones más parecidos al de Lithornis figuran la garceta común o el flamenco, conocidos por sus largas migraciones y su capacidad de dispersión transoceánica. En cambio, los parientes más cercanos de los paleognatos actuales, los tinamúes sudamericanos, aparecen entre las aves con morfologías más alejadas, lo que subraya la distancia evolutiva respecto a los primeros representantes del grupo.
Datos paleontológicos para reconstruir los orígenes
El estudio apunta también a que los análisis basados solo en aves vivas tienden a sobreestimar el peso del vuelo explosivo como condición ancestral. La inclusión de fósiles como Lithornis en los modelos de evolución de los paleognatos permite matizar esas inferencias y muestra la importancia de incorporar datos paleontológicos para reconstruir con mayor precisión los orígenes de los clados actuales. La presencia de un linaje con capacidad de vuelo sostenido en el Paleoceno cambia el marco con el que se interpretan los orígenes de los ratites.
Estos resultados se enmarcan en un debate más amplio sobre los ciclos de “vagilidad” en la evolución de las aves: la idea de que especies con gran capacidad de dispersión colonizan nuevos territorios y, con el tiempo, algunas de sus descendientes evolucionan hacia formas más sedentarias o incapaces de volar. Aplicado a los paleognatos, este modelo explicaría por qué, tras un inicio marcado por la movilidad aérea, varias ramas derivaron de manera independiente hacia la pérdida del vuelo y la gigantización en distintos continentes.