Un hallazgo arqueológico en Alemania ha cambiado la visión sobre la paleta cromática de los primeros artistas europeos. Un equipo internacional de investigadores ha identificado restos de azurita, un mineral de intenso color azul, en un objeto datado en unos 13.000 años de antigüedad en el yacimiento de Mühlheim-Dietesheim, a orillas del río Meno. Se trata de la evidencia más antigua de uso de pigmentos azules en el continente, un color que hasta ahora estaba ausente en el registro paleolítico.
Cambio clave en la interpretación de un objeto
El descubrimiento se produjo en un artefacto que durante décadas fue interpretado como una lámpara de grasa, pero que ahora se considera una especie de paleta de pigmentos. En su superficie se localizaron pequeñas trazas de un polvo azulado que, tras un exhaustivo análisis, resultó ser azurita, un carbonato de cobre. El cambio de interpretación es clave: lo que parecía un utensilio doméstico se convierte en un testimonio directo de la experimentación cromática de los cazadores-recolectores del Paleolítico superior.
Los investigadores aplicaron técnicas avanzadas de espectroscopía y análisis elemental (XRF, PIXE, FTIR) para descartar que los restos fueran producto de contaminación moderna. Los resultados fueron concluyentes: se trata de azurita de origen antrópico, es decir, manipulada por seres humanos de la época. Esta confirmación científica aporta un nivel de certeza inédito para un pigmento tan inusual en contextos prehistóricos.
Un cambio en el paradigma
Hasta ahora, el arte rupestre y mueble del Paleolítico europeo se caracterizaba casi en exclusiva por el uso de rojos (derivados de óxidos de hierro) y negros, obtenidos de carbón vegetal o manganeso. El azul nunca había aparecido en cuevas decoradas ni en objetos ornamentales. La presencia de azurita en Mühlheim-Dietesheim rompe con esa visión y obliga a reconsiderar la amplitud cromática disponible para las comunidades prehistóricas.
El uso del azul plantea interrogantes sobre su función. Los investigadores destacan que no se ha encontrado en pinturas rupestres ni en objetos grabados, lo que sugiere que pudo emplearse en ámbitos de difícil preservación arqueológica, como la decoración corporal, la cosmética o el teñido de fibras y pieles. Estas prácticas, por su naturaleza efímera, apenas dejan rastros en el registro material, lo que explicaría la ausencia de azurita en otros contextos.
Un conocimiento técnico más sofisticado
El descubrimiento también demuestra un conocimiento técnico más sofisticado de lo que se pensaba. Extraer, triturar y aplicar azurita requería identificar y procesar un mineral específico, lo que implica un interés consciente por incorporar un color poco habitual. Para los autores del estudio, esto indica que los grupos humanos del final del Paleolítico superior manejaban una paleta más amplia de lo que la arqueología había documentado hasta ahora.
La comparación con épocas posteriores refuerza esta idea. En el Neolítico y la Edad del Bronce, la azurita aparece en contextos funerarios y en prácticas cosméticas. El hallazgo alemán muestra que este interés por el azul se remonta mucho más atrás en el tiempo. El estudio, publicado en la revista Antiquity, señala que la presencia de azul en un contexto de hace 13.000 años invita a reconsiderar qué otros pigmentos pudieron usarse sin dejar huella visible y plantea nuevas preguntas sobre la dimensión simbólica del color en las primeras comunidades humanas. El hallazgo de Mühlheim-Dietesheim no solo amplía la paleta cromática de la prehistoria, sino que también aporta una nueva perspectiva sobre la creatividad y la expresividad de nuestros antepasados.