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Opinión - ¿Y ahora qué? Por Marco Schwartz

John McCain, el adversario inesperado de Donald Trump

John McCain se ha convertido en el adversario inesperado de Donald Trump. Inesperado por la virulencia de sus ataques. Inesperado porque pese a su reputación de “rebelde” siempre ha sido un senador bastante convencional. E inesperado porque fue McCain quien contribuyó a normalizar el discurso extremista en el partido republicano al nombrar a Sarah Palin candidata a la vicepresidencia cuando él mismo aspiraba a ocupar la Casa Blanca en 2008.

De hecho el senador por Arizona ha votado a favor de todos los miembros del Gobierno de Trump excepto uno, Mick Mulvaney, el nuevo director del Presupuesto Federal.

Son sus declaraciones las que le han convertido en el héroe del momento.

“Amigos” (lo de “amigos” es la muletilla que siempre usa en sus comparecencias públicas) “vivimos tiempos peligrosos”, decía recientemente en la Conferencia de Seguridad de Múnich al criticar, sin mencionarlo directamente, el “America First” de Donald Trump.

¿Qué más ha dicho McCain? Bastante cosas en poco tiempo. 

Ha descalificado los ataques de Trump contra los medios: “Lo primero que hacen los dictadores es reprimir la prensa”, dijo en una entrevista a la cadena NBC el 19 de febrero. Ha criticado la medida contra los refugiados e inmigrantes de países de mayoría musulmana entre otras cosas por afectar a los iraquíes que han trabajado para las tropas estadounidense. Ha propuesto que una comisión bipartidista investigue las posibles relaciones del equipo de Trump con Rusia, país que considera como una amenaza grave. Ha anunciado que se opondrá al uso de la tortura (que contribuyó a ilegalizar en 2015). Y ha calificado lo del muro con México de “locura”.

Pero también ha alabado algunas decisiones del nuevo Gobierno. Como militar e hijo de militar, le gustan los militares, en particular los generales: ha colmado de elogios al secretario de Defensa, Jim Mattis, al de Seguridad Nacional, John Kelly, y más recientemente a Herbert Raymond McMaster, nuevo consejero de Seguridad Nacional. 

McCain puede permitirse ser impredecible. Acaba de ser reelegido senador por otros seis años (tiene 80) en el que será sin duda su ultimo mandato. Y preside la todopoderosa Comisión de Servicios Armados, que controla todo lo referente al aparato militar estadounidense, en particular sus presupuestos. 

El enfrentamiento Trump-McCain es personal. Empezó durante la campaña electoral, cuando McCain criticó a Trump por llamar a los mexicanos “violadores” a lo que el candidato contestó a cañonazo limpio, ridiculizando los cinco años de cautiverio de McCain durante la guerra de Vietnam: “Me gusta la gente que no ha sido capturada” dijo en un mitin en Iowa.

Desde entonces las relaciones han sido como poco distantes. McCain no acudió a la convención republicana. Y desde que es presidente, Trump ha acusado al veterano senador de “envalentonar al enemigo” e “intentar empezar una tercera guerra mundial”. 

McCain ha sido crítico con muchos presidentes: con Ronald Reagan por no proteger a los marines estacionados en Beirut después del atentado de 1983; con George W. Bush, entre otras cosas por sus decisiones en Irak y con Barack Obama por no armar a la oposición siria y dejar el campo libre a Rusia.

Que McCain se haya convertido en la voz razonable del partido republicano dice mucho sobre el estado del partido. Que el senador por Arizona salga a defender los valores tradicionales frente al extremismo de la derecha ultraconservadora (“Alt-Right”) dice mucho sobre la pasividad con la que la mayoría en el Congreso está aguantando el sinsentido de la Casa Blanca. Los críticos más acérrimos del millonario durante la campaña –incluido Paul Ryan el jefe de los conservadores en la Cámara de Representantes- prefieren callarse.    

Pero McCain no se ha pasado a la oposición. Los demócratas “están intentando utilizarme” ha dicho en el artículo de portada que le dedica la revista New York. “Puedo trabajar con ellos pero su programa no es mi programa”.

En los últimos días el senador ha sido objeto de muchos reportajes en la prensa lo que nunca ha desagradado a este viejo soldado de la política. De hecho algunos en Washington piensan que sólo se trata de otro “momento McCain” en una carrera llena de altibajos y que pronto al senador se le habrá pasado la ira.

John McCain se ha convertido en el adversario inesperado de Donald Trump. Inesperado por la virulencia de sus ataques. Inesperado porque pese a su reputación de “rebelde” siempre ha sido un senador bastante convencional. E inesperado porque fue McCain quien contribuyó a normalizar el discurso extremista en el partido republicano al nombrar a Sarah Palin candidata a la vicepresidencia cuando él mismo aspiraba a ocupar la Casa Blanca en 2008.

De hecho el senador por Arizona ha votado a favor de todos los miembros del Gobierno de Trump excepto uno, Mick Mulvaney, el nuevo director del Presupuesto Federal.