En el corazón de la Serra da Estrela, la mayor cadena montañosa de Portugal, emerge un paraje conocido popularmente como la ‘Suiza de Portugal’, que esconde un paisaje glacial que recuerda a los majestuosos valles alpinos. Situado en el término municipal de Seia, el valle de Loriga destaca tanto por su entorno exuberante como por su legado arquitectónico e histórico, donde conviven puentes romanos y una playa fluvial sin igual en el país.
Este valle glaciar, que se extiende a una altitud cercana a los 800 metros sobre el nivel del mar, alberga rincones de belleza singular y un ecosistema que ha escapado a la transformación acelerada de muchas regiones europeas. Picos nevados, arroyos transparentes y vegetación autóctona lo convierten en un refugio para quienes buscan una conexión directa con la naturaleza. La comparación con los valles suizos no es casual: al clima fresco se suman las abruptas formaciones rocosas y un modo de vida tradicional que se resiste al paso del tiempo.
Sin embargo, Loriga no es solo paisaje. Este enclave serrano es también un testimonio tangible de la historia antigua de la península ibérica, donde el Imperio Romano dejó su huella a través de caminos y estructuras que aún perviven. Los puentes de piedra que cruzan el río Loriga son una prueba viva de esa herencia milenaria. Junto a ellos, una playa fluvial de aguas puras se abre paso entre las rocas, convirtiéndose en un espacio de recreo integrado con el entorno montañoso.
El valle glaciar y sus puentes romanos
El valle de Loriga es un vestigio geológico de la última glaciación, que modeló con fuerza la Serra da Estrela. Su forma en “U” es típica de los valles glaciares, resultado de la erosión de las grandes masas de hielo que, al desplazarse, dejaron un paisaje de morrenas, laderas escarpadas y pequeños lagos de montaña. Este modelado natural confiere al lugar un atractivo paisajístico único, donde conviven la grandiosidad alpina y la serenidad rural.
Este entorno ofrece múltiples rutas señalizadas, como la conocida Rota dos Vales Glaciares, que conecta Loriga con Manteigas y permite recorrer antiguos caminos pastoriles, cruzar bosques de abetos y contemplar cascadas ocultas. La biodiversidad que se encuentra en el trayecto añade valor a la experiencia, con especies vegetales endémicas y una fauna que incluye rapaces, corzos y pequeños mamíferos serranos.
Más allá del entorno natural, el visitante puede descubrir trazas del paso del Imperio Romano por estas tierras. Calzadas empedradas, muros de contención y, sobre todo, los puentes de piedra que cruzan el río Loriga, muestran una pericia constructiva que ha desafiado siglos de erosión. Estos puentes, de arcos de medio punto y sólidos sillares, no solo fueron vitales para la comunicación en la Antigüedad, sino que hoy constituyen puntos de referencia del patrimonio local. Las autoridades municipales y regionales han emprendido esfuerzos para conservar y señalizar estos elementos históricos, integrándolos en rutas turísticas culturales y senderos interpretativos.
La playa fluvial de Loriga: un oasis de agua cristalina en plena montaña
El otro gran atractivo es su playa fluvial, considerada una de las más singulares de Portugal. Se encuentra enclavada dentro del valle glaciar, rodeada por un paisaje de montaña que permanece prácticamente intacto. El agua que alimenta esta zona de baño procede directamente de los manantiales de la Serra da Estrela, lo que garantiza su frescura y pureza incluso en los meses más cálidos del año.
La playa se compone de piscinas naturales que han sido modeladas por la acción erosiva del río sobre las rocas graníticas. La intervención humana ha sido mínima, lo que permite disfrutar del entorno sin perder su carácter salvaje. Con zonas de descanso habilitadas, pasarelas de acceso y áreas sombreadas, es un lugar ideal tanto para familias como para senderistas que deseen una pausa tras una caminata por la sierra.
Además del baño, el entorno ofrece alternativas sostenibles para los visitantes. Actividades como la observación de aves, la fotografía de paisajes o la práctica de deportes de naturaleza son frecuentes entre quienes se acercan a este rincón. En invierno, la proximidad a la estación de esquí de la Serra da Estrela permite complementar la visita con actividades de nieve.