Hay aficionados al senderismo o al kayak a los que, para disfrutar de las vistas de una majestuosa muralla, no les hace falta viajar hasta la mismísima China. Y es que mucho más cerca, concretamente en la provincia de Huesca, se encuentra la muralla de Finestres, una espectacular formación geológica que recuerda tanto a la muralla asiática que muchos la han bautizado como la muralla china de Finestres, aunque a algunos vecinos no les guste del todo la comparación o la alusión a uno de los principales atractivos turísticos de China.
Se trata de una auténtica maravilla de la naturaleza enclavada muy cerca del Congost de Montrebei, en la sierra del Montsec. Se puede contemplar desde arriba, si uno accede a pie o incluso en bicicleta de montaña… o desde abajo, para lo que hay que acceder en alguna embarcación náutica, como por ejemplo un buen kayak. La ventaja de hacerlo desde el agua, en el pantano de Canelles, es que de esta manera se pueden atravesar las paredes de la muralla, ya que hay un hueco, visible a cierta distancia, por el que adentrarse y cruzar la muralla de Finestres como si se tratara de llegar a una mítica frontera o meta.
Una vez en la muralla, por tierra o por agua, se puede visitar el antiguo pueblo de Finestres, ya completamente despoblado o deshabitado y las ermitas de San Marcos y San Vicente, situadas en este entorno mágico cercano al Congost de Montrebei, en la frontera entre Huesca y Lleida. A diferencia de la gran muralla china hay que recordar que la de Finestres no tiene la misma longitud y que, sobre todo, no fue creada por el ser humano, sino que es producto de la madre naturaleza. Pero no por ello deja de impresionar a todos los que se acercan para verla de cerca y dejarse llevar por el inigualable sonido de los pájaros y la quietud.
¿Cómo se creó?
El escarpado perfil de sus dos paredes, que se extienden en paralelo cruzando el pantano, fue moldeado por la erosión del agua y el viento a lo largo de los años. Pero de muchos años. De hecho hay estudiosos que aseguran que sus muros de roca caliza pueden datar del período cretácico, por lo que cuenta con gran valor geológico. Su acceso en cualquier caso no es fácil, pero la recompensa vale cuando uno llega y contempla la muralla de cerca. El nombre original de la escarpada muralla es Roques de la Villa, aunque es conocida como Finestres por el homónimo pueblo donde se encuentra, aunque hoy esté abandonado.
Ese mencionado abandono data aproximadamente de 1960, cuando se construyó el embalse del mencionado pantano de Canelles. Fue entonces cuando los habitantes de Finestres se vieron obligados a marcharse, dejando el lugar para que la naturaleza fuera tapando de matojos las viviendas que quedaron vacías y en ruinas. Una de las últimas vecinas en abandonar el pueblo pedía a quienes lo visitaran, mediante una carta, que cuidasen de Finestres y de todo el entorno, un lugar precioso y de vistas de esas que dejan casi sin palabras.
Los antiguos vecinos de Finestres vivían de la agricultura y del aceite de oliva. Tuvieron un molino de aceite, harina, lavadero, colegio, iglesias, una tejería y unas diez casas. Sin embargo, con la construcción del embalse, las tierras de cultivo comenzaron a inundarse. Los vecinos quedaron aislados, perdieron sus cosechas y su forma de ganarse la vida. Y ese fue el triste final de una localidad situada en un enclave privilegiado.
Durante el medievo, la muralla de Finestres sirvió como sistema defensivo natural. Su ubicación y su estructura se antojaron perfectas para construir en su interior un castillo donde vigilar las tierras. En el siglo XI, en el punto más alto de la muralla, el señor de Montsec y primer señor de Áger, Arnau Mir de Tost, levantó un castillo y una ermita románica, San Vicente. De hecho una de las paredes del templo aprovechaba la muralla natural. Este solo fue uno de los más de 30 castillos que Mir de Tost poseía para evitar el avance y la ocupación musulmana. Por su parte, la de San Marcos es una ermita pequeña y humilde, situada a las afueras del pueblo.