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Vinos de carácter rondeño

Descalzos Viejos.

Nacho S. Corbacho / Nacho S. Corbacho

A un lado, El Tajo de Ronda, con la Sierra de las Nieves al fondo. Al otro, la Sierra de Grazalema. En medio, un precioso valle donde el tono marrón es el protagonista en pleno invierno. En silencio y sobrevoladas por enormes buitres, unas viñas crecen entre olivos y encinas, calentando motores para la llegada de la primavera y la explosión de color. Y sobre ellas, un precioso edificio rehabilitado en torno a un convento trinitario del siglo XVI.

Esta riqueza paisajística sirve para describir el entorno de la bodega Descalzos Viejos, cuyas finca de 16 hectáreas se reparte entre el gusto estético, la absoluta calma y un viñedo joven y cuidado. Se trata de un proyecto puesto en marcha a finales de los años 90 por los arquitectos Flavio Salesi y Francisco Retamero, que hoy se ha convertido en una de las bodegas más innovadoras y modernas de la Serranía de Ronda. “Pero sin olvidarnos nunca de respetar el carácter de la zona y buscando siempre la calidad frente a la cantidad”, subraya Salesi, nacido en Buenos Aires.

Se trata de una de las 22 bodegas con vinos incluidos en la Denominación de Origen Sierras de Málaga que hay en Ronda, que suponen casi la mitad de las 45 que hay en toda la provincia de Málaga con indicación geográfica. En total hay 190 hectáreas de viñedo en suelo rondeño, donde en 2015 se recogieron algo más de 760.000 kilos de uva. “La comarca está ya más que consolidada. Y va abriendo posibilidades, porque es una zona que clásicamente se ha dedicado a los tintos y poco a poco va abriendo camino a los blancos y rosados”, cuenta José Manuel Moreno, secretario General del Consejo Regulador de las Denominaciones de Origen Málaga, Sierras de Málaga y Pasas de Málaga.

Este trayecto también lo están recorriendo en Descalzos Viejos, donde descorcharon su primer vino en 2003. Desde entonces, han sacado siete variedades de vinos: DV (tinto joven), DV+ (crianza), DV/Aires (tinto), Iusta y Rufina (tintos), DV Chardonnay (blanco) y DV Mínima, que ellos definen como “una curiosidad enológica, un vino dulce de Botrytris en el sur de España” y que se debe a unas condiciones climáticas muy concretas. Además, preparan una nueva propuesta: un rosado elaborado a base de uva garnacha, “un vino que tiene paso por barrica que saldrá para el verano”, asegura Francisco Retamero, quien avisa que la producción será “muy pequeña”. “Es la primera vez que hacemos rosado y queríamos que fuera algo muy especial”, subraya el bodeguero malagueño y nacido en el barrio de Huelin, cuyos hijos ya forman parte del día a día de la bodega.

Francisco y Flavio cuentan que crearon la bodega casi por casualidad. En el año 1998 tuvieron la oportunidad de comprar unas tierras en la Hoya del Tajo y la aprovecharon. Su experiencia como arquitectos les permitió rehabilitar el viejo convento trinitario, el edificio contiguo que se usaba como vivienda y los jardines y huertas que, a modo de generalife, existían alrededor. E incluso pusieron en valor unos frescos en el viejo altar mayor del convento, hoy repleto de barricas.

Aunque no tenían conocimientos, decidieron plantar seis hectáreas de viñas para elaborar sus propios caldos. No sabían cómo hacerlo, pero sí tenían clara una idea básica: “el vino se hace en el campo”, como cuenta Salesi. “Es la materia prima lo que te permite hacerlo bien. Por eso cuidamos tanto los procesos en todo momento”, explica, añadiendo que sus vinos pueden ser catalogados como orgánicos. Y lo hace extensible no sólo a las seis hectáreas que crecen junto a la bodega, también a las dos que arriendan en la misma zona y las otras dos que poseen en la aldea La Cimada, apenas a diez kilómetros de Ronda.

Merlot, Petit verdot, Graciano, Cabernet Sauvigon, Garnacha y Syrah son las principales variedades de uva a partir de las cuales se elaboran los vinos de esta bodega, que se beneficia para ello de un clima muy concreto: frío en invierno, calor en verano, poca humedad y la influencia cercana del Mediterráno y del Atlántico. A ello se suma la altitud a la que se desarrollan sus viñedos (Ronda está a unos 700 metros sobre el nivel del mar) y los suelos calizos y arcillosos de la Hoya del Tajo. El enólogo Vicente Inat es el que da el toque final con todos estos ingredientes, hasta conseguir vinos “potentes, con estructura”, como explica el propio Inat.

“Es un profesional joven que ha conseguido darle dado un toque muy novedoso a sus vinos. Con un sabor muy del terruño de esa zona de Ronda”, añade José Manuel Moreno.

Su producción se sitúa alrededor de las 30.000 botellas anuales, de las que muchas se quedan en la Costa del Sol, uno de los principales mercados del vino rondeño. Aunque en Descalzos Viejos también exportan buena parte de sus caldos a países como Bélgica, Holanda, Dinamarca, Alemania, Reino Unido o Taiwán.

En algunos casos la venta internacional ha llegado después de que algún turista haya visitado sus instalaciones: en esta bodega se pueden realizar visitas guiadas por sus espacios, así como catas, en un completo y entretenido recorrido que permite descubrir los mejores secretos de sus vinos. “Cuando vienen grupos, parejas o familias les encanta todo esto. Y nos podemos adaptar para que sea una sencilla visita o que pasen el día aquí de barbacoa”, relata Flavio Salesi.

Su bodega forma parte de la Ruta de Vino y Bodegas de la Serranía de Ronda, la única existente en la provincia de Málaga certificada por la Asociación de Ciudades del Vino de España. “Algo que demuestra que todas las bodegas rondeñas son singulares, especiales, donde siempre te sorprende algo y con vinos de gran calidad”, asegura el secretario del Consejo Regulador malagueño, José Manuel Moreno, que subraya el modelo que las bodegas desarrollan en ronda con unas características muy similares entre todas: pequeñas producciones, gestión profesional pero familiar y “una apuesta por la calidad, por la máxima expresión, que es lo que les permite hacer grandes vinos que atraen tanto al turista”.

El turismo es, de hecho, uno de los pilares de la economía rondeña y en Descalzos Viejos lo promueven con numerosas actividades. Así, si la bodega ha sido el escenario para eventos tan diversos como sesiones fotográficas de moda o presentaciones de coches de lujo, la música ha tenido siempre un papel especial.

Los promotores del espacio siempre han apostado por los conciertos y por allí han pasado nombres como los de Chano Domínguez o Ernesto Aurignac, además de bandas como Pájaro, Club del Río o Joe Crepúsculo. En mayo pasado organizaron el I Music Wine Art Festival, que además de conciertos programaba exposiciones y un buen número de actividades por toda la ciudad. “Nos encanta promover este tipo de iniciativas, son importantes y sirven para conocer nuevas propuestas. Sin olvidarnos, claro, que lo que aquí hacemos es vino”, concluye Salesi desde el balcón de su oficina, desde donde divisa el espectacular paisaje de la Hoya del Tajo. Pronto se pintará de verde.

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