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El albacea, la zorra y sucesiones

Carlos Juma

La muerte está tan segura de su victoria que nos da toda una vida de ventaja.

He podido apreciar recientemente un interés inédito acerca de los impuestos a pagar por los herederos del causante, sus gravísimas desigualdades en el territorio español que, acorde con la voracidad fiscal de cada comunidad autonómica, desangran a los sujetos pasivos de tal manera que la proporción de renuncias a la herencia se ha disparado de manera exponencial.

No es de recibo porque, entre otros, lesiona gravemente el principio de igualdad consagrado en nuestra Constitución. Tan españoles son los de una comunidad como los de otras y es una bofetada sin mano que cada cual decida como aplicar este tributo cedido. No es lo mismo, a efectos de pago de impuestos de sucesiones, morir en Madrid que en Las Islas Canarias. De Madrid al Cielo, ¿y desde Las Islas Canarias?

Por si fuera poco lo que pagas en impuestos para adquirir y mantener los bienes, mobiliarios e inmobiliarios, la decisión de la cuantía a pagar por los herederos para hacer suyo lo que les pertenece, - diz que son bienes lucrativos, gratis total-, queda a expensas del clan político de turno, a los que inevitablemente se les mueren sus seres queridos también, por si les falla la memoria.

Puede que se afirme con toda la socarronería que los políticos modifican las reducciones del impuesto de sucesiones según se aproxime el final de la vida de sus progenitores. No deja de ser una maldad por mi parte, pero seguro que no me alejo de la verdad. ¿Ejemplos? Usted mismo puede responder.

La propuesta de reforma fiscal de los “sabios” iguala este impuesto de sucesiones en toda España, y como es natural, ya hay diecisiete lobos aullando por sus derechos cedidos. Y el españolito a tomar vientos.

Las mordidas de los ayuntamientos por la plusvalía de los inmuebles, y los de la Hacienda con sus tributos cedidos son de escándalo. Así que, más que heredar un bien trabajado, sudado, por una o varias generaciones anteriores, lo que te traen a casa es el muerto y las facturas a pagar.

La reflexión acerca de la certeza de la muerte nos debe llevar a considerar que, - tal y como me enseñaron mis ancestros árabes-, “cuando mueras te llevas los que eres no lo que tienes”, y en concordancia con esta aseveración hay que arbitrar las fórmulas precisas para la posesión, uso y disfrute de lo heredado por tus descendientes. Y manos a la obra antes de que los iluminados sigan decidiendo por su cuenta, nunca mejor dicho lo de la cuenta.

Y si, si es muy grave renunciar a lo heredado por las dentelladas de los gestores de la llamada cosa pública. En estos temas de herencias me viene a la memoria aquel saludo entre amigos:

-Hola, ¿qué tal estás, ya partieron?

Si los llamados a heredar han recibido una educación e instrucción, ajustadas a patrones éticos y morales, no habrá discrepancia que no se resuelva. Lo contrario es muy mal asunto, de ahí el sesgo oculto de la pregunta interesada por la familia.

Cuando se prevé que puedan existir discrepancias entre herederos surge la figura del albacea que, si además es comisario, contador y partidor, hace cierto que “ el que parte y reparte se lleva la mejor parte”.

Y si además es abogado en ejercicio, será un heredero más. Mal abogado y mala persona es el que se postula ante el/la testador/a como Albacea, Comisario, Contador y Partidor, removiendo aguas claras con el fango de su miserable conducta, aprovechándose de la ignorancia de octogenarios. De ahí lo de ríos revueltos y ganancias de pescadores. Dicho queda, y además desde mi experiencia personal.

Bien distinta es la figura del buen albacea al que la ley considera como “diligente padre de familia”.

Parece que lo habitual es que haya líos entre herederos pero es infrecuente que la litis se entable entre herederos y albacea, comisario, contador y partidor.

Y ya que tomas conciencia de la certeza de la muerte, conviene a modo de reflexión, que consideres que la única maleta que te llevas eres tú mismo. La preparación de los llamados a suceder debe estar a la altura de las enseñanzas éticas y si se prevé una lucha fratricida, más que un comisario, contador y partidor, lo que te recomiendo es que te vayas a llorar en una esquina el trayecto de tu propio fracaso vital a menos que seas la víctima de un atracador legal. ¿Albaceas? El mejor es el que no designas.

Lo ajeno llora por su dueño, la zorra por su presa.

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