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Dios está enfadado y va a por ti

Fotograma de la película 'El nuevo Nuevo Testamento’.

Gara Santana

¿Y si la forma en que Dios existe es viviendo en un pequeño piso en Bruselas? ¿Y si fuera vengativo por placer y no por el extraño concepto de justicia divina que heredó del Antiguo Testamento? ¿Y si controla nuestra vida desde un ordenador mientras toma cerveza desde su inmenso despacho? Al menos esta es la forma en que nos lo muestra el director belga Jaco Van Dormael en su última película ‘El nuevo Nuevo Testamento’.

Una historia de transgresora

La mitología judeocristiana explica que los ángeles no tienen sexo, que Dios creó al hombre a su imagen y semejanza y que a la mujer la esculpió desde la costilla de Adán. A consecuencia de esa carga ideológica sigue siendo revolucionario en pleno siglo XX plantear lo que muestra esta película: que la piedad de Dios solo es posible si su hija toma el control de las vidas de nosotros los mortales. De modo que así comienza la historia de Ea, hija de Dios. Ea, deprimida en la anodina Bruselas, decide rebelarse contra su padre, entra en su ordenador de trabajo y comienza a enviarle por sms a todos los habitantes del mundo el día en el que morirán, con lo que hace que de repente todos se pongan a pensar que hacer con los días, meses, o años que les quedan por vivir.

El ‘Carpe Diem’

Es un concepto que a los directores les encanta plasmar en la pantalla como elemento de reflexión para el espectador. En esta ocasión, el guión nos plantea qué pasaría si tuviéramos una cuenta atrás en una aplicación de nuestro móvil del tiempo que nos queda por vivir. Es tan impactante visto así, que no parecen disparatadas las medidas que toman los protagonistas ante esta noticia.

La complicidad del espectador

Es imprescindible que el espectador se apiade lo antes posible del disparate que impregna toda la película. Es la clave para disfrutarla y para que haga pensar. Superado esto nos espera una hora y cuarenta minutos de risas, ternura e incluso en algunas ocasiones lágrimas. Porque a pesar de que es poco probable que empaticemos con que Dios viva en Bruselas y esté suelto por las calles en bata, sí que es cierto que el film conecta con sentimientos y pasiones muy primarias como las creencias, la piedad, la justicia y la intolerancia al maltrato de cualquier tipo.

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