Agustí Colom: “Los beneficios que genera el turismo deben distribuirse socialmente”

Agustí Colom, concejal de Turismo del Ayuntamiento de Barcelona

Enrique Bethencourt

Las Palmas De Gran Canaria —

Agustí Colom es el concejal de Turismo del Ayuntamiento de Barcelona, una ciudad que el turismo ha masificado. Lo que genera molestias a los residentes y a los propios visitantes, con zonas en las que es imposible transitar. Ante la posibilidad de morir de éxito, las autoridades municipales han impulsado un Plan Estratégico que quiere modificar la situación y apunta hacia un turismo sostenible, que repercuta en la mejora de la calidad del empleo y que suponga un retorno de los beneficios al conjunto de la ciudad. Además, han puesto en marcha el Consejo de Turismo y Ciudad, organismo de participación que integra a todos los actores: empresarios, colectivos vecinales, representantes de los distintos distritos de la ciudad, entidades culturales y ecologistas, sindicatos, expertos y técnicos municipales.

– En la Unión Europea se habla mucho del turismo como aliado del desarrollo sostenible. Sin embargo, esas proclamas se encuentran bastante alejadas de la realidad. Convirtiéndose, en muchas ocasiones en un depredador del territorio y en un factor problemático en la convivencia ciudadana.

Si aterrizamos en el caso concreto de Barcelona, entiendo que como ciudad tiene una enorme capacidad de atracción. Aunque no estuviéramos haciendo promoción seguiríamos recibiendo anualmente a millones de personas. En su caso, y en el de otras grandes ciudades, se ha ido construyendo con el turismo. En ese sentido, el reto está en ver cómo somos capaces de que este turismo –que al ser un turismo de masas crea una tensión sobre el territorio: en Barcelona 17 millones de turistas al año se quedan en la ciudad, además de 1,2 millones de cruceristas en tránsito- lo transformemos en un turismo que bajo el paraguas de la sostenibilidad tenga un menor impacto sobre la ciudad. Intentando maximizar lo positivo y minimizar los efectos negativos. Que, además, los beneficios que se generan se distribuyan socialmente, que repercutan en la mayoría social. Que lo hagan en el empleo, donde tenemos en el sector turístico una dura realidad de precariedad y bajos salarios. En definitiva, que los beneficios tengan un retorno hacia la ciudad y sus habitantes y que disminuyamos todo lo posible los impactos negativos.

– En el caso de mi Comunidad, Canarias, que se encuentra a la cola del estado español en salarios tiene mucho que ver el elevado peso del sector servicios y el relativamente pequeño de la industria…

Realizamos un estudio sobre los salarios en Barcelona en el año 2014 y la conclusión fue que los servicios constituían el sector con los salarios más bajos.

– ¿Tiene que ver con la cualificación de sus trabajadores y trabajadoras o hay otros aspectos determinantes?

Tiene que ver con la precariedad, con las externalizaciones a empresas multiservicios que suelen tener salarios muy bajos. El concepto de cualificación es algo muy complicado de analizar. Asociamos cualificación a aquellas tareas laborales que exigen un elevado nivel de conocimientos tecnológicos, pero hacer bien una cama, servir adecuadamente una copa o, por supuesto, cocinar un buen plato exigen, con distintas cualificaciones y responsabilidades, unos conocimientos específicos. No hay trabajos poco cualificados, hay perfiles distintos. Y para cada uno de ellos se necesitan conocimientos, prácticas y experiencias diferentes. Es eso sí, un sector intensivo en mano de obra. En un momento, el actual, en el que el elevado paro hace que haya mucha oferta de mano de obra, lo que aprovecha la demanda para ofrecer salarios bajos; y es un sector que se ha instalado, tanto en Barcelona como en otras zonas, la competencia en torno a los precios, y para hacerlo se tira hacia abajo de los salarios. Pese a que somos una gran potencia turística, como lo es Cataluña y el conjunto de España, los grandes operadores no son nacionales. Hablamos de un sector muy controlado por grandes empresas que fijan precios y condiciones; y van trasladando los costes de arriba abajo y el último es el trabajador o trabajadora que ve como disminuyen sus salarios y aumenta su carga de trabajo.

– En los medios de comunicación se insiste mucho en los récords de llegada de turistas, en el gasto que estos efectúan, pero se plantea muy poco en torno a los efectos medioambientales –generación de residuos, consumo eléctrico y de agua, saturación de calles y carreteras…- y de los sociales.

Recientemente hemos hecho una presentación pública del Plan Estratégico del Turismo 2016-2020. Con tres elementos prioritarios: la gobernanza pública del turismo, su sostenibilidad y que los beneficios reviertan en la ciudad y su gente. El primero es tener claro que ante un turismo de masas es preciso gobernar el turismo y la promoción, por tanto, es un elemento que forma parte de esa gobernanza. Recuerdo que en los noventa y en torno a los Juegos Olímpicos las políticas se basaban en la promoción, en momentos en que la ciudad aún tenía un nivel de afluencia de visitantes bajo. Ya en el 2009, cuando se hace el primer Plan Estratégico por el Ayuntamiento de Barcelona, ya se es consciente de cuál es la realidad y que empiezan a manifestarse impactos negativos del turismo. Es entonces cuando se crea, por primera vez, una dirección general de Turismo que plantea la importancia y la necesidad de gobernar el sector. Hoy en nuestro Plan Estratégico, la promoción no es el eje, sino una herramienta para poder gobernar. No se trata de traer más turistas, sino de plantearnos qué turistas queremos, cuándo han de venir, dónde se deben instalar teniendo en cuenta las zonas más o menos saturadas de la urbe…

– Se trata que desde las administraciones públicas se establezcan unas normas, que el turismo no quede en manos del albur del mercado que está conduciendo a situaciones límite, a rechazo de amplios sectores sociales…

Le pongo un ejemplo. TripAdvisor señala a los turistas cuáles son los lugares de obligada visita. Y habla de la Sagrada Familia, de las Ramblas o incluso de un restaurante o un bar imprescindible en una visita a Barcelona. Esta y otras plataformas dirigen a los turistas a determinados lugares. Nosotros, en nuestra promoción, queremos hacerle a los turistas propuestas alternativas, máxime teniendo en cuenta que muchos ya conocen una ciudad a la que regresan por segunda o tercera ocasión. Les señalamos que hay otros iconos turísticos, culturales, gastronómicos en la ciudad y fuera de la ciudad, desconcentrando y posibilitando el desarrollo del entorno de Barcelona. El segundo elemento prioritario es que esta gobernanza tiene que situarse en el marco de la sostenibilidad, en un turismo sostenible y responsable. Nuestro reto es cómo estas grandes ideas en las que podemos estar todos de acuerdo se concretan en la realidad. Y que logremos que las actuaciones de los diversos actores sean coherentes.

– Pero supongo que habrá también resistencias…

Evidentemente que las hay. Sobre los grandes conceptos hay muchos acuerdos. Sobre la plasmación de los mismos en las distintas realidades y en los distintos intereses en juego, menos. Es difícil que alguien en pleno siglo XXI cuestiones la sostenibilidad o niegue el cambio climático…

– Bueno, sin ir más lejos, el presidente de Estados Unidos lo hace…

Sí, tiene razón, ese es un caso especial y con mucho poder, además. Y las decisiones concretas nos llevan a asuntos que generan más discusión. Por ejemplo, si queremos reducir el gasto energético y la contaminación en invierno en lugar de terrazas con calefacción deberíamos estar dentro de los locales; y que las terrazas se desplieguen con el buen tiempo. Aunque hay resistencias, nuestro labor como ayuntamiento es trabajar con los distintos operadores. Con un liderazgo, pues las competencias turísticas son municipales, con una visión amplia en la que prime el interés general, pero siendo conscientes de que para avanzar necesitamos de la complicidad de todos los actores. Para ello buscamos distintos instrumentos.

– Se trata, también, de que haya participación social…

En efecto. Con ese objetivo hemos creado algo muy novedoso: un organismo de participación, el Consejo de Turismo y Ciudad, del que forman parte todos los actores: el sector económico –no solo los hoteleros, sino también los comerciantes, los propietarios de pisos turísticos legales, las agencias de viajes…-, las entidades vecinales, representantes de los distintos distritos de la ciudad, entidades culturales y ecologistas, sindicatos, expertos y técnicos municipales. Eso nos permite un espacio de encuentro entre los distintos intereses, donde se pueda debatir, donde sean capaces de reconocerse y, en su caso, de establecer acuerdos. A todos y cada uno les permite tener una visión mucho más amplia de la que tenían de partida, conociendo otras miradas, otros problemas, otros intereses. Es un órgano institucional con tres vicepresidencias, una empresarial, una vecinal y una sindical. Si el turismo configura, como lo hace, el modelo de ciudad, los distintos actores de la urbe deben tener un papel en su diseño y en su transformación.

– ¿Y el tercer elemento del Plan Estratégico?

El tercer aspecto en el Plan Estratégico es cómo hacemos para que los beneficios, las ganancias, que aporta el turismo se reviertan en la ciudad. El turismo es la segunda actividad económica de Barcelona después del comercio. Y es esencial que sus beneficios tengan un retorno hacia la ciudad y hacia sus habitantes. Que haya un elemento de compensación, de redistribución.

– Eso supone pensar en ir más allá de la tasa turística que vienen aplicando desde hace varios años…

Es así, estamos pensando en mucho más allá de la tasa turística. En condiciones laborales –rompiendo con la precariedad, mejorando lo salarios-, en términos de equidad, en que los hoteles adquieran productos de proximidad y, por tanto, beneficien a nuestro sector primario, en que los alojamientos se impliquen en las actividades que se desarrollan en nuestra fiestas más significativas… Y la tasa turística también, como un elemento de redistribución. Y dentro del Plan Estratégico estudiamos otras formas de fiscalidad, de manera que el ciudadano temporal que es el turista también contribuya a la financiación de la ciudad y sus servicios, por el uso que hace del espacio público…

– La tasa turística se aplica en el ámbito de la Comunidad…

En efecto, se aplica en toda Cataluña. Con tipos algo diferentes en Barcelona respecto al resto de la Comunidad. Muy bajos, por cierto, si comparamos con los que se aplican en otras ciudades europeas. La Generalitat es quien recauda y Barcelona venía recibiendo aproximadamente el 33% de lo que se recauda en la ciudad, aunque ya hemos logrado a través de negociaciones bilaterales que se amplíe hasta el 45%. Por ley tiene que ir a actividad turística, de manera flexible pero señalando que un 50% tiene que destinarse a promoción. Nosotros pensamos que esa tasa tiene que tener un componente elevado de retorno hacia la ciudad en términos de mejora de los espacios, rehabilitación… Lo cual beneficia al turista pero también al residente. Mejorando los espacios públicos más utilizados. La tasa la aprovechamos para contar con agentes cívicos o para realizar cursos, como el que hemos realizado en 2016 con taxistas formándolos en inglés. Con su impacto en la ciudad hace que el turismo sea mejor percibido por la ciudadanía. Lo que tenemos que posibilitar es que a través de la tasa un turista, que es en definitiva un residente temporal, contribuya como lo hacemos el resto de ciudadanos; incluso diría que la tasa turística debería ir a la caja única de la ciudad de Barcelona.

– El alquiler vacacional también supone un elemento de redistribución de renta, aunque tiene sus problemas…

En un estudio reciente comprobamos que en Barcelona hay 9.675 establecimientos de alquiler vacacional legales y 6.275 que son ilegales, es decir casi el 40% está fuera de cualquier marco normativo. El número de pisos turísticos está limitado en la ciudad, y nuestra idea clara es erradicar los ilegales. Primero porque si tenemos espacios de ilegalidad importantes todos los instrumentos de gobernanza que pretendamos implementar se ven absolutamente condicionados. Por otro lado, se generan situaciones de competencia desleal, y que también dificultan que hayan servicios de calidad, unos puestos de trabajo mejor remunerados. Esos espacios de ilegalidad compiten con precios más bajos y peores estándares y, al final, promueven un tipo de turismo antagónico al que pretendemos. Con estos asuntos hemos venido trabajando con todas las plataformas que existen en torno al alquiler vacacional. De las 12 grandes hemos llegado a posiciones muy convergentes con todas. Solo tenemos problemas con Airbnb, el resto ha cesado en la parte de actividad ilegal. Decían que era imposible poner en su plataforma el número de licencia y ya lo están haciendo en el 40% de los pisos que anuncia, luego ha ido cambiando y estoy seguro que al final formará parte también de lo establecido en la normativa. La propia plataforma se ha visto obligada a plantear propuestas. Saben, además, que quien no cumpla, plataforma y propietarios, van a ser multados y eso también es un eficaz elemento disuasorio.

– Desde hace unos dos años hay que pagar para acceder a un icono turístico como el Parc Güell…

Esta fue una decisión del equipo anterior que pretendía garantizar la preservación de este espacio, limitando su aforo. Es un asunto que genera discrepancias. Antes de la adopción de la medida lo visitaban unos siete millones de turistas al año y ha descendido hasta los dos millones. Luego ha tenido un enorme efecto el cobrar para acceder al mismo y se ayuda a un menor impacto y, en consecuencia, a una mayor preservación.

– ¿Hay diferencia de precios entre residentes y turistas?

No, el ayuntamiento consideró que sobre la base de la legislación europea no se pueda hacer distingos entre visitantes y residentes…

– Pues en Lanzarote sí se hace en sus centros turísticos: Los Jameos del Agua, La Cueva de los Verdes…

No dispongo de esa información. La idea que nosotros tenemos es que no puede legalmente hacerse. Al menos con relación a los ciudadanos y ciudadanas de la Unión Europea. Es verdad que si disponemos de un carné que permite visitar con precios reducidos muchos de los enclaves culturales de la ciudad, pero puede acceder al mismo cualquier persona independientemente de su origen. Dentro del Plan Estratégico estamos determinando lo que denominamos espacios de gran afluencia, como es el caso del Parc Güell, para trabajar en aquellas zonas en las que hoy tenemos mucha presión. Vamos a realizar una experiencia piloto en dos zonas concretas: Barceloneta y Sagrada Familia. Diría que con una tarea de microcirugía. Analizando junto a las entidades vecinales cuáles son los problemas reales que genera el turismo y, por tanto, buscando soluciones específicas.

– ¿Son problemas diferentes en las distintas zonas?

En la Barceloneta, por ejemplo, hay problemas de movilidad, de congestión del transporte público en el período estival y estamos viendo como dar respuestas para que el residente tenga una situación mejor que la actual. Y en la Sagrada Familia, el permanente flujo de personas y grupos también genera impactos negativos para los vecinos y vecinas de la zona. Hemos de desarrollar una metodología de trabajo en zonas concretas para buscar soluciones de conjunto, transversales, en las que participan más regidurías que la de Turismo. De ahí la importancia de los instrumentos que hemos ido creando, el Consejo de Participación que es un espacio de encuentro entre los distintos sectores económicos y sociales, el Plan Estratégico que nos da una visión global y unas perspectivas de futuro. E internamente hemos generado una estructura que hace que varios asuntos sean tratados por el conjunto de concejalías y departamentos del ayuntamiento. Y en esas reuniones están representantes de los servicios jurídicos, de movilidad, de urbanismo, de deportes, de cultura, de turismo… Como ves, la máxima transversalidad.

– En ese sentido, ¿puede el turismo ser una oportunidad para la transformación de los entornos urbanos, para mejorar la movilidad, para ganar espacios peatonales, etcétera?

Sí cuando se trabaja con una visión de conjunto, con un modelo de ciudad sostenible y al servicio de sus ciudadanos y ciudadanas. Cuando no se trata de abordar solo actuaciones aisladas, parches. Nos permite desde la dirección de Turismo, que es quien lo pivota, poner todo el entramado administrativo del ayuntamiento al abordaje de los grandes temas.

– Para poder redefinir los modelos turísticos, ¿es imprescindible un parón, llevar adelante una moratoria para pensar, tomar decisiones y poder después actuar en consecuencia?

Sin duda. Primero era necesario en nuestro caso porque si no hubiésemos puesto en marcha una moratoria respecto a nuevas instalaciones hoteleras, durante el proceso de reflexión hubiesen entrado una cantidad enorme de nuevas licencias. Respecto a Barcelona, el turismo ha crecido en veinte años lo que en otras ciudades ha sido un proceso de medio siglo. Y por eso se precisan momentos de asimilación. No podíamos estar creando plazas hoteleras sin límite. Entre el 2011 y el 2015 se pusieron en el mercado 5.000 nuevas plazas alojativas. En julio de 2015 estaban anunciadas entre las que se estaban construyendo, las que tenían licencia concedida y tenían previsto su inicio y las que querían comenzar su proceso de petición de licencia, un total de 15.000 nuevas camas. Lo que constituye un desborde, un crecimiento exponencial, una auténtica burbuja. Y, aprendiendo de lo que sucedió con la burbuja inmobiliaria, había que parar y replantearnos la situación.

– Pero los neoliberales dicen que en estos y en otros casos quien debe actuar y regular es el mercado…

Pero ya sabemos que el mercado se equivoca a veces, muchas veces más a menudo de lo que uno piensa. Además con el Plan Urbanístico hemos visualizado una cosa muy importante: que Barcelona, desde el punto de vista de la presión turística, no es homogénea. Y poder actuar en consecuencia. Hay zonas muy congestionadas que superan todos los niveles, otras que pueden tener la posibilidad de un desarrollo contenido. Esto permite un análisis más fino y, en consecuencia, decisiones más acertadas.

– ¿Han estudiado también el impacto de los cruceros?

Sorprendentemente, sobre los cruceros, siendo Barcelona líder en Europa, hay un escaso conocimiento sobre su impacto. Queremos revertir esta situación. Es verdad que hay un estudio que hace el propio puerto sobre el impacto ambiental y económico de los cruceros, pero queremos contar con algo más profundo, que nos permita saber, por ejemplo, cuál es el impacto sobre el turismo de compras. Esta sería una de las tareas del Observatorio de Turismo que vamos a crear desde la corporación municipal. En este momento tenemos unos dos millones y medio de cruceristas anuales. La mitad empiezan o terminan su crucero en Barcelona y de estos un 20% va directamente del aeropuerto al barco pero el resto sí se instala en la ciudad y actúa como turista. Este último realiza compras, acude a restaurantes… Nos estamos intentando especializar en este segmento. Por su parte, los cruceristas que están en tránsito pasan apenas unas horas, invaden la ciudad en masa y su rendimiento económico es bien escaso.

– Todo lo que ha venido planteando exige actuaciones a corto, medio y largo plazo. Muchos de sus resultados no podrán ser apreciados de forma inmediata…

Eso es evidente. Lo que no hemos solucionado en treinta años no lo vamos a arreglar en cuatro días. Hay varias ciudades europeas y mundiales que están haciendo reflexiones sobre el turismo y nosotros debemos conocer y compartir experiencias. Por eso impulsamos el I encuentro de ciudades turísticas en noviembre de 2016, donde participaron, entre otros, representantes de París, Ámsterdam, Lisboa, Palma de Mallorca, Madrid, Sevilla o Valencia. El próximo mes de mayo celebraremos un segundo encuentro. Permite el diálogo y el intercambio de experiencias y propuestas entre las ciudades que tienen algunos problemas comunes y otros específicos. Posibilita, también, hacer frentes comunes ante las grandes plataformas y los grandes lobbies económicos. En definitiva, contamos con un Plan Estratégico, un espacio de debate que nos permite ver las necesidades de los distintos sectores afectados… Un diseño de políticas en las que vamos tomando medidas, aunque algunas sean en plan experimental, pero pensando en el medio y en largo plazo. Es fundamental ir consiguiendo pequeñas victorias, lo que genera confianza en la gente, que ve que se avanza y que se pueden lograr objetivos mayores. Pero cuidando que esas pequeñas actuaciones estén plenamente inscritas en un marco general, en un modelo de turismo sostenible y que beneficie a la mayoría social.

 

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