La Concepción, la “novena isla” de Canarias que se tragó el mar

Un ejemplar de mero sobre un coral 'Dendrophyllia' en La Concepción

Efe

Las Palmas de Gran Canaria —

La historia de la navegación en Canarias está salpicada de leyendas sobre islas que desaparecen en la bruma, sin que falten quienes fantaseen con su pasado ligándolo al mito de la Atlántida... pero sí: el Archipiélago tuvo una novena isla durante milenios y se la tragó el mar.

La revista de la Biblioteca Pública de Ciencias de EEUU, PLOS One, acaba de publicar un trabajo del Instituto Español de Oceanografía (IEO) y la Universidad de Barcelona sobre el Banco de La Concepción, la mayor montaña submarina de Canarias, situada al noreste de Lanzarote, que demuestra que su cumbre presenta signos de erosión “subaérea”; es decir, de que estuvo emergida sobre el agua.

El Banco de La Concepción es un enorme edificio volcánico que se levanta casi en vertical desde más de 2.400 metros de profundidad en el fondo del océano, para terminar en una gran meseta situada a solo 158 metros de la superficie; todo un gigantesco obstáculo para las corrientes marinas que hace aflorar aguas profundas ricas en nutrientes, convirtiendo su entorno en un paraíso de biodiversidad.

La naturaleza se tomó su tiempo para formar esta montaña, unos 18 millones de años (de hecho, solo Fuerteventura es más antigua en Canarias que La Concepción), pero luego solo le concedió unos pocos periodos de vida como isla (y breves, en términos geológicos).

El IEO y Grupo de Geociencias Marinas de la Universidad de Barcelona presentan en PLOS One un completo estudio sobre la morfología y la geología del Banco de La Concepción, que se nutre de toda la información recopilada en las campañas científicas Life+ Idemares que se llevaron a cabo para promover su protección.

El artículo describe una montaña formada por 2.730 kilómetros cúbicos de materiales rocosos, en su mayoría de origen volcánico, con pronunciadas laderas en las que se abren grandes cicatrices en forma de cañones submarinos de varios kilómetros de longitud.

Separada de Lanzarote por unos 90 kilómetros (casi la misma distancia que media, por ejemplo, entre Gran Canaria y Fuerteventura), La Concepción no solo es la mayor montaña submarina de la región de Canarias en volumen, sino también la más alta, la más somera, ya que las cumbres de sus vecinas Nico, Dacia y Rybin se encuentran a entre 300 y 400 metros de profundidad.

Los autores del artículo creen que la erosión subaérea de la meseta que hoy corona este monte submarino se produjo en tiempos del Mioceno (es decir, hace más de 5,3 millones de años), pero la profundidad a la que se encuentra su cumbre abre dos ventanas en un pasado más reciente en las que La Concepción pudo ser una isla: durante las glaciaciones del Cuaternario, que comenzaron hace 2,5 millones de años y tuvieron su última gran expresión hace 12.000.

Durante los ciclos glaciares del Pleistoceno (los anteriores se remontan a tiempos mucho antes de la propia existencia de Canarias), la acumulación de hielo alrededor de los polos hizo que los mares descendieran en el todo planeta, en proporciones que resultan más difíciles de calcular cuanto más alejadas están del presente.

Uno de los estudios más citados sobre los niveles del mar en el pasado (Don, Farrand y Ewing, 1962) presenta dos momentos en los que las aguas bajaron lo suficiente como para que La Concepción fuera una isla: en el último máximo glacial, ocurrido hace solo 22.000 años (de 120 a 140 metros), y en la glaciación de Mindel, entre hace 580.000 y 390.000 años (unos 157 metros).

La Concepción pudo ser una isla en ambos momentos, pero que nadie piense en civilizaciones perdidas bajo las aguas: hace medio millón de años, el Homo erectus no pasaba de tallar hachas de sílex en las llanuras de África y hace 22.000 años, el Homo sapiens comenzaba a pintar algunos trazos y grabados en la cueva de Altamira.

Lo que sí es el Banco de La Concepción hoy es un paraíso de biodiversidad, con arrecifes de coral de aguas frías, medio centenar de especies de organismos vivos y nueve tipos diferentes de cetáceos, además de tortugas, tiburones y aves marinas que acuden a la zona atraídas por el afloramiento de nutrientes, entre ellas algunas muy escasas (como el petrel gon-gon) y otras extremadamente raras en Europa (como el paíño ventinegro, el paíño de Swinhoe, el págalo polar o el rabijunco etéreo, entre otros).

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