Y menos mal que la expedición duró poco, porque con las muestras recogidas en el anecdotario extraoficial es fácil deducir que a más tiempo, más páginas. En la lista oficial de vivencias están aquellas que les contamos del perrito Piche, de los bocatas de calamares, del buen rollito interinsular y los discursos, visitas a Fraga y la estampida que metió la consejera de Asuntos Sociales porque la crisis política la reclamaba en otro lugar. Pero, insistimos, dio para más. Los vecinos todavía recuerdan la sonora bronca que recibieron los 200 voluntarios canarios, reunidos en asamblea, por la manía de emplear la misma energía en quitar chapapote que en rebajar drásticamente las reservas alcohólicas de los bares de la zona. Energía que para lo primero decrecía de modo proporcional a lo que aumentaba para lo segundo. Tanto que un día se quedaron fritos, pero fritos-fritos, 25 voluntarios a los que no había manera de levantar para acudir al tajo. Lo dicho, el año que viene, a Copacabana, que algo habrá que limpiar.