Muy en la línea de la tonalidad que presidió el ambiente ?no calificamos el fondo del discurso porque de eso se debe haber encargado, en teoría, la oposición real y virtual- se encontraban las corbatas de los señores varones que ocupan puesto en la mesa presidencial de la Cámara. La cosa iba, según se miraba de la izquierda a la derecha geográficas, de pastel, de tono pastel. Desde el azul al amarillo, tonalidades muy patrióticas nacionalistas que, sin embargo, tropezaban con un rosa descarado. Nos referimos a las camisas y sus respectivas corbatas que lucían sus señorías don Antonio Sanjuán (azul sobre azul), don José Miguel Bravo de Laguna (rosa sobre rosa) y don Augusto Brito (amarillo sobre amarillo). En sus tonalidades habituales, blanco y negro de funcionario de carrera de toda la vida, el vicepresidente del Gobierno, Adán Martín, candidato en boca de todos menos en la suya propia, penetró en el salón de plenos 22 minutos después de que su presidente y el de todos iniciara su discurso. Un detalle que hubiera pasado totalmente inadvertido si no fuera porque el muy vicepresidente ni siquiera tuvo el gesto de esbozar la más mínima genuflexión al pasar ante el púlpito o tribuna de oradores.