Tras ocuparse de las migraciones del Sur al Norte en obras anteriores como El granado de Lesbos u Horizonte, la periodista y escritora María Iglesias (Sevilla, 1976) quería dar una vuelta de tuerca a este tema de triste actualidad, abordarlo desde una perspectiva diferente. El resultado de este reto lleva por título Puro empeño (Edhasa), y es la historia de dos amigas que se ven involucradas en un asunto espinoso: sacar de Marruecos, como hija de una de ellas, a la bebé de una adolescente marroquí y de un joven inmigrante de Mali que murió en un salto de la valla de Melilla.
“No me propuse hablar de la trata infantil o del tráfico de niños, siempre empiezo a escribir por una imagen, una escena o una evocación”, afirma. “Pero en el proceso de escribir fui viendo que en la relación Norte-Sur se dan zonas de sombra que pueden permitir, y de hecho permiten, ese tráfico. Sin ir más lejos, este verano fue muy sonado el caso de Suecia, donde en los últimos 40 años miles de bebés de Corea del Sur, Colombia, China, Chile o Sri Lanka fueron dados en adopción a familias de ese país”.
La sevillana, que asegura concebir la escritura como “un viaje de descubrimiento” para sí misma, quería ponerse esta vez a prueba: “Soy una persona vehemente en la defensa de los Derechos Humanos, y me encuentro a menudo voces que me recuerdan que las cosas son más complejas de lo que parecen, que no hay blancos ni negros. Me interesaba trabajar sobre esa escala de grises de los dilemas y las opciones éticas, y considerar que no todo se hace desde el cinismo o la perversidad. A veces, con la mejor de las intenciones, no tenemos garantía de que el resultado de nuestras acciones no cause un daño. Y siendo yo muy de posicionarme, en esta historia quería que no resultara tan fácil posicionarse, ni para mí ni para los demás”.
Puro empeño está protagonizada por la española Alba y la francesa Simone, dos grandes amigas que se citan en Nador, en el Norte de Marruecos. Allí, Simone se dispone a desafiar las leyes adoptando a esa niña, con el consentimiento de su madre y la ayuda de un buscavidas local, Jamal. La autora se mete en la piel de todos estos personajes a través del uso de la primera persona del singular, “para que cada uno contara los hechos desde su punto de vista, y el lector o la lectora pudiera sentirse cocreador del puzle final. La realidad es, al final, el resultado de esa perspectiva múltiple, porque todos tienen razones para hacer lo que hacen, no hay una que sea la buena”.
Con un ritmo intenso, afín al thriller, esta novela coral quiere refutar la extendida idea de que solo el mal es excitante para la ficción novelesca o cinematográfica. “Vivimos rodeados de aventuras éticas no contadas”, asevera Iglesias. “La gente ética, que en mi opinión es la mayoría, se ve eclipsada por la injusta fascinación que produce el mal, pero a mí me parece más rica y compleja, y mucho más atractiva. Los malos, como vemos últimamente, son simples y se dejan llevar por intereses muy claros. Me interesan mucho más las epopeyas de la resistencia y la supervivencia cotidianas”.
Un detalle fundamental en la novela es el escenario principal, la villa fronteriza de Nador, junto con los pueblos del Alto Atlas, tan diferentes a los emplazamientos marroquíes más habituales de las novelas, con Tánger a la cabeza. “Quería salirme de las ciudades imperiales, que son más turísticas. He sido varios años jurado del Festival de Cine de Nador y he podido familiarizarme con el lugar. Las personas que viven allí suelen decir que no es una ciudad bonita, pero tiene el encanto de lo auténtico. Y es gente que migra no solo por carecer de buenas condiciones de vida, sino también por su deseo de proyectarse y cumplir con sus expectativas. A diferencia de Horizonte, donde se veían marroquíes con profesiones liberales, aquí hay una población obrera, currante y proactiva, que yo quería mostrar sin victimizarlos”.
A la hora de responder si tiene fe en que la ficción pueda cambiar la forma de pensar de los lectores, responde que “prefiero no ser prescriptora de qué debe o no hacer la ficción, y de hecho yo voy a una librería y me dejo tentar por cosas muy diferentes. Pero, desde mi libertad, lo que más me interesa es escribir libros con vocación de incidir en la realidad y transformarla, como trato de hacer con mi periodismo”.
Iglesias, que presentará su obra el próximo 2 de octubre en el Cicus de Sevilla y el día 7 en la librería madrileña Ateneo La Maliciosa, no es ajena al hecho de que el libro aparece “en medio de una oleada brutal anti-inmigración”, y asume que “la situación es preocupante, peligrosa, con este auge del fascismo a nivel global que amenaza la democracia, las libertades y los Derechos Humanos, todo lo que hemos conquistado con mucho esfuerzo desde la Segunda Guerra Mundial. Dicho esto, no soy optimista ni pesimista, soy de construir. Aportar nuestro grano de arena a esta democracia que es convivencia entre discrepantes, no solo entre izquierdas y derechas, sino en las familias, en las comunidades de vecinos”.
Y todo eso pasa, agrega, por un rechazo al individualismo que el sistema impone. “En mi novela anterior ya hablaba de una generación que se está mostrando muy activa en echar un pulso por la igualdad Norte-Sur. Gente conectada con el mundo, a la que no le cuelan ya las viejas historias de dominación o los relatos que les hacían creerse inferiores. Pero lo que Puro empeño pone de manifiesto es que hay dilemas en los que lo individual, el sálvese quien pueda, no basta, se necesitan respuestas colectivas, sociales”.
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