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La comunidad como resistencia

Sylvia Koniecki

Directora Granada Acoge —

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A finales de 2017 empezaba el escandaloso proceso judicial contra Helena Maleno, que nos mantuvo durante muchos meses en vilo, observando con preocupación cómo se ejecutaba, desde los gobiernos de España y Marruecos, una maniobra para eliminar a una testigo clave de la violación de derechos en la frontera entre ambos países. La estrategia era clara: desprestigiar y perseguir a la defensora de derechos, acusándola precisamente de tráfico de personas y promoción de la inmigración ilegal.

El proceso judicial es el hilo conductor del libro y las distintas situaciones que vivió la autora a lo largo del mismo le sirven para echar la vista atrás y remontarse a diferentes momentos de su vida en la frontera, desde aquel año 2002 en que llegó a Tánger con tres maletas y un niño pequeño, creyendo que su estancia no se prolongaría más allá de los tres meses que duraría una investigación que traía entre manos.

Es indiscutible la importancia que tiene la mirada, crítica y reflexiva, de Helena Maleno, que conoce mejor que nadie la realidad silenciada de la frontera -la impunidad ante la violación de derechos, las estrategias de supervivencia en el camino, las llamadas de auxilio que recibe desde las pateras- y que ha vivido en primera persona momentos clave de la historia reciente de nuestra realidad migratoria, como el traslado de migrantes a la desértica frontera con Argelia, la lucha por justicia de los familiares de las víctimas del Tarajal o los ataques racistas a personas subsaharianas en Tánger. Ya solo su narración de cómo se ha ido endureciendo esta realidad a lo largo de los años y de cómo la violencia de la frontera acabó atacándola directamente a ella misma hace que este sea un libro imprescindible. Pero, más allá de la crónica y de la denuncia, uno de los principales valores de este texto es el enfoque desde el cual ha sido escrito: lejos de optar por tomar distancia para exponer su situación desde un análisis metódico y sesudo, Helena Maleno decide escribir desde la emotividad.

El sentimiento de indefensión ante un sistema capaz de invertir cantidades ingentes de recursos técnicos, económicos y humanos en investigar su vida privada y -tras no encontrar nada incriminatorio- en desprestigiarla públicamente es la misma impotencia que sienten miles de personas migrantes sometidas a las consecuencias de la Europa Fortaleza, que infringe leyes y viola derechos, al tiempo que externaliza sus fronteras para que terceros países contengan violentamente el tránsito de personas.

Hacer memoria para entender cómo se fue fraguando la acusación en su contra se convierte en una estrategia de defensa. Los saberes acumulados a lo largo de los años son pilares sobre los cuales sostenerse en esos momentos de vulnerabilidad, porque se han ido construyendo a partir de las vivencias de cientos de personas que han tenido que enfrentarse a la frontera. Maleno se ve reflejada en todas esas historias que le han ido contando, en los dolores y resistencias de la gente migrante. Así, cuando violan su intimidad o cuando se ve en la necesidad de proteger a su hija, no puede evitar pensar en todas las mujeres que le han contado cómo han sido violentadas, cosificadas y anuladas por el sistema. El proceso de criminalización al que es sometida no es otro que el que sufren miles de personas que -ante la falta de vías legales- tienen que jugarse la vida para llegar clandestinamente a Europa, mientras que el abuso de poder que se cierne sobre ella también es el mismo que, disfrazado de control fronterizo, siembra de muerte a las puertas de Europa.

Poco a poco, el lector va descubriendo cómo se va desplazando el protagonismo del libro, cómo la narración va recogiendo las voces de cientos de personas y se va volviendo coral. Y es ahí donde emerge con toda su fuerza la resistencia ante la adversidad: la autora no está sola, es parte de una comunidad que teje vínculos, desde los cuales sí es posible luchar y crear métodos de supervivencia. Desde los recuerdos familiares en su Ejido natal –donde aprendió de sus ancestras que la risa podía ser un escudo de protección-, Helena Maleno escribe aferrándose a las personas que han sido importantes en su vida: sin esconder su fragilidad, es capaz de guarnecerse gracias al cariño de sus amistades, al gran movimiento que se fraguó para apoyarla durante el proceso judicial y a la fortaleza de todas las personas que resisten a la injusticia. Y este reconocimiento de que necesitamos apoyarnos en otros, esa necesidad de pertenencia a una comunidad que nos define y protege, no es un síntoma de debilidad, sino precisamente la mejor arma de resistencia.

A finales de 2017 empezaba el escandaloso proceso judicial contra Helena Maleno, que nos mantuvo durante muchos meses en vilo, observando con preocupación cómo se ejecutaba, desde los gobiernos de España y Marruecos, una maniobra para eliminar a una testigo clave de la violación de derechos en la frontera entre ambos países. La estrategia era clara: desprestigiar y perseguir a la defensora de derechos, acusándola precisamente de tráfico de personas y promoción de la inmigración ilegal.

El proceso judicial es el hilo conductor del libro y las distintas situaciones que vivió la autora a lo largo del mismo le sirven para echar la vista atrás y remontarse a diferentes momentos de su vida en la frontera, desde aquel año 2002 en que llegó a Tánger con tres maletas y un niño pequeño, creyendo que su estancia no se prolongaría más allá de los tres meses que duraría una investigación que traía entre manos.