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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

“La calle nunca será la misma”: homenaje en Triana a Arturo, el comerciante que “daba a cada uno lo que necesitaba”

Sara Rojas

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Hay sucesos que nos recuerdan que los barrios son hogares. Que los comercios a los que acudimos son prolongaciones de nuestra casa, parte fundamental de nuestras rutinas, de nuestra vida diaria. Es lo que ha pasado en la calle San Vicente de Paul. Desde que Arturo Sánchez no está, la calle se ha convertido en un “goteo de lágrimas”. Sus vecinos no se acostumbran a pasar por la puerta de su papelería y encontrar una persiana bajada que nunca volverá a levantarse por quien hasta hace unas semanas llenaba de “luz y alegría” esta calle del barrio de Triana. En su lugar, hoy reposan velas, flores, cartas de agradecimiento y despedida, entre otras muestras de cariño que denotan el amor que le siguen profesando sus clientes y amigos.

Todos ellos coinciden en recordarlo como “una persona maravillosa”, “muy trabajadora”, “siempre con una sonrisa en la cara” y dispuesta a ayudar, que destacaba, además, por derrochar “generosidad” más allá de su tienda. “No he conocido nunca a nadie tan generoso”, asevera María José García con la emoción brotando en sus ojos. “A las personas que estaban en la calle les daba dinero para que fueran a desayunar, incluso consiguió trabajo para un indigente”, rememora esta vecina frente a la papelería D&D que Arturo ha regentado 12 años, hasta que el pasado 18 de marzo falleció a los 54 años a causa de un cáncer.

“Ha sido muy rápido”, lamenta Estrella, la dependienta de la frutería colindante, que ha compartido el día a día con Arturo y ya lo considera “de la familia”. “Al final pasas más tiempo aquí que en tu casa y se generan vínculos muy especiales”, reconoce esta vecina con la mirada bañada de recuerdos. En conversación con elDiario.es Andalucía, cuenta que todo el barrio está conmocionado por la pérdida repentina de este “ser de luz”, como ella misma lo denomina. Y es que colegios, institutos y negocios de la zona acudían siempre a él para hacer fotocopias, imprimir o comprar materiales, porque “era muy simpático, tenía muy buenos precios y siempre regalaba bolis o chicles”, según explica un grupo de alumnos del I.E.S. Vicente Aleixandre que reconoce sentir “impresión” al ver ramos de flores y velas delante de la papelería por la que pasan a diario.

Parada para el recuerdo

Su compañera Estrella da buena cuenta de ello: “Era detallista al máximo, cuando llegó se hizo con todo el mundo porque se entretenía en darle a cada persona lo que necesitaba y con los niños siempre tenía un gesto”. Para agradecérselo, muchos de ellos le han dedicado dibujos que se han ido sumando al altar espontáneo formado a las puertas de su establecimiento y que “cada vez va a más”. Pues a Arturo lo conoce “to quisqui” (como se puede leer en una de las cartas) y a medida que la gente del barrio se va enterando de la noticia que aconteció el pasado sábado, aumentan las muestras de afecto que adornan hoy su papelería.

Una de las últimas incorporaciones tiene en su remitente a la asociación de Comerciantes Santa Cecilia, que ha querido honrar con una corona de flores la memoria de un compañero “muy bueno en su profesión”, como recuerda Salvador, alabando su entrega al trabajo: “Se quedaba hasta las tantas para solucionarte cualquier problema”. Así lo recuerda también Rosario, vecina y comerciante del barrio que se detiene ante el altar para mandarle una fotografía a su hija que está en Roma. “Cuando se lo conté no se lo podía creer, se ha quedado helada porque ella siempre venía aquí de pequeña”, comenta esta madre todavía consternada.

La ausencia de Arturo ha provocado que su barrio lleve “toda la semana con un nudo en el corazón”, en palabras de Trinidad Martínez, otra dependienta de la calle San Vicente de Paúl y “compi” de Arturo, como él las llamaba. “Todos los días viene alguien a poner algo, los chiquillos encienden velitas... es que se ha dado mucho a querer”, concluye para terminar recreando el momento en que entraba en su tienda para pedirle un bolígrafo y le decía “llévatelo, ya echaremos cuentas”. “Se hace muy difícil pasar por ahí y no verlo con su hermano Moi, que tiene síndrome de Down y él tenía a su cargo”, añade esta vecina, solidarizándose con el dolor que tienen que sentir también su mujer y sus dos hijos.

Esencia de la vida en el barrio

En definitiva, un sentimiento de pérdida compartido por quienes conocieron a Arturo y fueron testigos de su bondad. “Le faltaban horas del día para ayudar, en la pandemia vendía mascarillas al coste e incluso las regalaba a quienes no podían pagar y siempre estaba colaborando con Cáritas y mandando juguetes”, pone en valor Estrella desde el interior de su tienda. De ahí que se espera gran afluencia para la misa que se prevé celebrar en su recuerdo el día 30 de marzo a las 19.30 horas en la iglesia de Santa Justa y Rufina, de acuerdo con uno de los carteles colgados en la fachada del local.

“Sin tu alegría, la calle nunca será la misma”, se puede leer en otra de las cartas. Pero la puerta de su papelería se ha convertido ya “en una parada obligatoria para recordarlo” e intercambiar anécdotas y recuerdos, nacidos de que las visitas para hacer fotocopias a menudo venían acompañadas de “pequeñas charlas”, que fueron tejiendo lazos estrechos entre los habitantes de este barrio sevillano.

Es cómo lo siente María Eugenia, una joven que, delante del establecimiento, rememora que hace un año imprimió en esa misma papelería una imagen de un santo en un quirófano porque iban a intervenir a su padre también por cáncer. “Me preguntó para qué era la imagen y me dijo que iba a rezar por él”, relata agradecida. “Era un hombre muy empático, se sabía el nombre de todos y se preocupaba por todo el mundo”, añade para concluir: “Eso es lo que tiene Triana y él era la esencia”. A fin de cuentas, la vida de Arturo era “su trabajo y su familia”. Y el barrio ha sido para él un miembro más que ha cuidado.  

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