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“Lo único que les importa es que no se inunde Zaragoza: en un edificio del Actur hay más votos que en toda la Ribera”

La imagen de los campos alrededor de Novillas (Zaragoza) es desoladora. Si alguien pasea por allí sin saber qué terreno está pisando, podría creer que ha pasado un tsunami. Montones de tierra (aún húmeda en ocasiones), raíces al aire, sistemas de riego destrozados y chopos de miles de kilos arrastrados 400 metros por la fuerza del agua, son algunos de los elementos que componen una escena dantesca.

Cuesta imaginar los campos con el verde de los guisantes o la alfalfa. Santiago Castro tiene 100 hectáreas alquiladas y 20 en propiedad. Ha perdido la cosecha de 80. Llama la atención su sentido del humor, pocas veces abandona la sonrisa. “¿Qué voy a hacer? Ya estoy acostumbrado”.

La valoración de daños en las tierras de Castro, según los peritos del seguro, es de 177.000 euros. No sé cansa de decir que esto pasa todos los años, en 2014 fueron 104.000 euros y en 2013 algo más de 100.000. “Lo de la última crecida del Ebro ha sido exagerado, pero es algo que se repite”.

En estos días su teléfono arde: llamadas del seguro, del Gobierno de Aragón, de la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE)… Esta vez, asegura, “se preocuparán un poco más y pagarán algo porque hay elecciones”. Está convencido de que así será porque solo le han dado dinero “en 2003 y 2007, coincidiendo con las elecciones; si no, ni te llaman”.

Santiago Castro nació en Cortes (Pamplona) y lleva 30 años en Novillas. Todos los años pierde parte de su cosecha por las crecidas del Ebro, pero es la primera vez que ve cómo la riada arrastra árboles hasta a 400 metros. Aunque intenta no desanimarse, está triste, como lo está el resto del pueblo.

Ahora Castro hace números. El empleado que tenía está en el paro desde el 1 de febrero. Debe pagar la renta de las tierras, 60.000 euros de tres máquinas nuevas que recibió días después de la riada (al vendedor le dijo que por qué no se las llevaba otra vez) y varios préstamos. No tiene noticias de la moratoria de un año en el pago de créditos que prometió el Gobierno de Aragón.

No cree que la DGA vaya a restituir el 100% de los daños: “Compensarán lo que no paga el seguro, pero quién me paga el lucro cesante y el tremendo trabajo que hay que hacer en las tierras para que vuelvan a ser útiles”. Le darán 1,70 euros por cada metro cúbico de retirada de tierra y 160 euros por hectárea nivelada.

Esta vez les dijeron que venían 2.500 metros cúbicos por segundo, “pero en 1961 llegaron 4.950 y hubo campos que entonces no se inundaron y ahora sí”. Después de las riadas de 2013, nueve personas se unieron y denunciaron a la DGA, la CHE y al Ministerio de Medio Ambiente por un importe de 300.000 euros. Aún no ha habido juicio. En esta ocasión también van a personarse, aunque la cantidad será mayor.

“En Zaragoza dragan todos los años para que pueda pasar el barco”

Santiago Castro deja una cosa muy clara: “No queremos el mal para Zaragoza, ni mucho menos, pero se pueden tomar medidas para minimizar los daños aquí y que la capital siga sin inundarse”. Para él no es necesario “dragar de arriba a abajo”, sino “quitar las islas y hacer un mantenimiento continuo”.

En Zaragoza, dice, dragan todos los años para que pase el barco, “pero aquí no interesa; solo en una comunidad de vecinos del Actur tienen más votos que en toda la Ribera”. Cerca de sus tierras se han creado dos tremendos islotes, uno de 22 hectáreas y otro de 17. Hace 25 años, recuerda Castro, no estaban, “o toman medidas, o seguirán ganando espacio al río y creándose otros islotes”.

Apunta que “esta vez harán algo para callar bocas, pero poco, y que cada año es más grave y continuará creciendo si no se actúa”

El vecino de Novillas pone un ejemplo para asentar sus acusaciones de que “lo único que les importa es que el agua no llegue a Zaragoza”. Cuando hacían el GR-99, que discurre entre sus tierras y el Ebro, “traían grava de Tauste, y eso que aquí sobra”. ¿Por qué? “Porque la de aquí es mejor dejarla para que siga bloqueando el agua y no llegue con tanta intensidad a Zaragoza”.

“Han abierto tres veces las tajaderas y no hemos visto ni un duro”

La difícil situación que está viviendo le hace dar menos importancia a otros aspectos igualmente graves. Como el hecho de que la CHE colocara unas tremendas tajaderas, con el propósito de abrirlas cuando las riadas fueran de consideración, para que el agua pasara a la zona inundable de 600 hectáreas que ocupa sus tierras y las de otros vecinos.

Cuando las instalaron les prometieron indemnizarlos cada vez que se abriera. Esto ha sucedido tres veces, 2007, 2013 y 2015, y no han visto “ni un duro”. No tienen nada firmado, “nosotros somos así, con un apretón de manos nos vale”. No espera que le paguen nunca por la inundación de las tierras.

La imagen de los campos alrededor de Novillas (Zaragoza) es desoladora. Si alguien pasea por allí sin saber qué terreno está pisando, podría creer que ha pasado un tsunami. Montones de tierra (aún húmeda en ocasiones), raíces al aire, sistemas de riego destrozados y chopos de miles de kilos arrastrados 400 metros por la fuerza del agua, son algunos de los elementos que componen una escena dantesca.

Cuesta imaginar los campos con el verde de los guisantes o la alfalfa. Santiago Castro tiene 100 hectáreas alquiladas y 20 en propiedad. Ha perdido la cosecha de 80. Llama la atención su sentido del humor, pocas veces abandona la sonrisa. “¿Qué voy a hacer? Ya estoy acostumbrado”.