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Miles de hórreos esperan en Asturias una reforma normativa que garantice su supervivencia

Leticia Quintanal

Oviedo —

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Son sin duda alguna el símbolo de la Asturias rural, por eso, mires donde mires, difícil es encontrar una aldea, parroquia o pueblo asturiano en el que no estén presentes. Forman parte del paisaje astur desde hace cinco siglos, los hórreos y paneras se han convertido en elemento identitario de la cultura y tradición asturianas, y quizás por ello, en elemento de controversia por la disparidad de opiniones en torno a su conservación.

Los hórreos surgen en el siglo XVI, se elevan sobre pilotes y a ellos se accede desde una escalera exenta. Construidos enteramente en madera de roble o castaño, cubrían las necesidades de almacenaje de la casa junto a la que se levantaban.

Las paneras surgieron un siglo más tarde, en el XVII, con la llegada del maíz. Lejos de lo que muchas veces se piensa, la diferencia entre los hórreos y las paneras no está en los pegollos (sus pilares), sino en su cubierta. Así la del hórreo es a cuatro aguas, mientras que la de la panera es una cubierta a tijera con dos cumbreras.

Juaco López y Armando Graña se conocieron a finales de los años 70 en una excavación arqueológica en el concejo de Allande. Allí se toparon con construcciones talladas, muchas con fechas, que llamaron su atención. Ambos habían estudiado Arqueología en Madrid. En ese momento comenzó todo.

“Tres estilos que hoy, quizás, serían otros”

Juaco y Armando comenzaron su trabajo de campo sobre los hórreos y paneras asturianas a principios de la década de los 80. Hasta ese momento solamente se había hablado de generalidades, cuenta Juaco, que es en la actualidad el director del Museo del Pueblu d'Asturies de Xixón.

A través de este recorrido por los concejos asturianos se percataron de que había hórreos y paneras de muy diferentes estilos, absolutamente distintos entre sí, y decidieron poner orden a través de profundos estudios y lecturas de los estilos decorativos y ubicaciones.

Así surgieron “tres estilos que hoy, quizás, serían otros”, tal y como asegura López. Distinguieron el 'Estilo Villaviciosa' con hórreos (aún no había paneras) tallados o pintados, del siglo XVI. Éstos son los más antiguos y tienen decoración románica. En esa zona se han contabilizado unos 150 hórreos con esas características.

El 'Estilo Carreño', que incluye hórreos y paneras barrocas, con muchos retablos, y datan de finales del siglo XVII llegando hasta el XIX.

Por último, está el 'Estilo Allande', que son las construcciones del suroccidente asturiano, destacan por sus motivos geométricos y datan del último tercio del siglo XVIII.

Para Juaco López el hórreo es una construcción de arquitectura inteligente “que no te cae si no dejas de mirar para él 30, 40 ó 50 años”, como pasa en algunos casos. Destaca por su polivalencia en los usos, que van desde guardar comida, los aperos, como colmena o para dormir.

Aboga por difundir el conocimiento entre la gente como clave en la preservación del patrimonio etnográfico, y también por que la administración se adapte al rumbo que ha elegido la realidad. En este sentido considera una “ridiculez” que el Principado no permita el uso de hórreos y paneras como viviendas, cuando hace años que eso ya se está haciendo.

Tiene claro lo que es imprescindible en la conservación de hórreos y paneras, y es tomar decisiones. Investigar, saber lo que se tiene; hacer un inventario; y difundir el patrimonio, asegura. “El futuro de los hórreos y paneras será el futuro que tenga la sociedad asturiana”.

Plan del Horru o un “libro blanco”

En marzo de 2023, el Gobierno del Principado presentó el primer Plan del Horru o “libro blanco”, como se refirieron a él desde la Consejería de Cultura, que suponía un antes y un después en la salvaguarda del patrimonio etnográfico asturiano pues dibujaba, por primera vez, la hoja de ruta a seguir.

El Plan veía la luz al final de una legislatura en la que se había elaborado un documento marco sobre hórreos y paneras, y también se había constituido lo que se denominó 'Mesa del Horru'.

En ella expertos, representantes de las administraciones, asociaciones y entidades relacionados con el estudio y conservación de hórreos y paneras, abordaron el futuro de ambos.

El documento recoge una batería de medidas sobre la modificación de la normativa y nuevos usos, las medidas de protección y conservación, o la transmisión y documentación de los oficios tradicionales. Así, el texto plantea la actualización de la normativa para, por ejemplo, saber qué es lo que se puede hacer o no con un hórreo o panera; facilitar los trámites de cara al traslado de construcciones; o para determinar los usos que se permitirán.

En este sentido, se propone el mantenimiento del uso tradicional, sin posibilidad de un cambio a uso alternativo compatible, para los hórreos y paneras que sean declarados Bien de Interés Cultural, los que estén incluidos en el Inventario de Patrimonio Cultural de Asturias o en un catálogo urbanístico con protección integral, así como los que reciban dicha protección por ley.

La hoja de ruta está hecha, sí, pero muy poco desarrollada aún, a expensas de que el Principado acometa definitivamente la reforma del Reglamento de Patrimonio Cultural, que aún no ha visto la luz, pero aseguran, “ya se ha iniciado”.

“Es imprescindible implicar a la ciudadanía en la conservación del patrimonio cultural”

La etnohistoriadora, Cristina Cantero, elaboró en 2019, por encargo del Gobierno del Principado de Asturias, el 'Documento marco de recomendaciones sobre la gestión de bienes patrimoniales de carácter etnológico: Hórreos y Paneras', trabajo previo al Plan presentado a posterior por el gobierno regional.

El objetivo de este documento fue, tal y como la propia autora reconoce, abordar el estado de la cuestión a tratar y, según la situación definida, plantear una serie de recomendaciones a partir de las cuales poder abordar la conservación patrimonial de hórreos y paneras. Para ello se desarrolló un proceso en el que Cantero intentó albergar el máximo consenso, hablando con investigadores, técnicos de la administración pública, constructores, propietarios y aficionados.

Cristina Cantero considera imprescindible que se implique a la ciudadanía en la conservación del patrimonio cultural. En el caso de los hórreos y paneras esto significa que se debe integrar a las personas propietarias en su gestión “de manera activa”: escuchar qué valores los guían, cuáles son sus motivaciones, qué dificultades encuentran, cuáles son sus propuestas y necesidades, e incorporar todo esto en documentos y acciones de gestión.

La conservación del patrimonio cultural sólo adquiere sentido cuando sirve para mejorar las condiciones de vida de quienes conviven con él

A su juicio sería un error insistir en enfoques que ponen el acento en los bienes patrimoniales, dejando de lado su realidad social y territorial: envejecimiento de la población, cambios en la economía rural, costes y condiciones de mantenimiento de los hórreos, pérdida y redefinición de su utilidad.

La conservación del patrimonio cultural sólo adquiere sentido para esta experta cuando sirve para mejorar las condiciones de vida de quienes conviven con él. En definitiva, se trata, según explica, en poner el foco de atención en las personas, en vez de en los objetos.

El cazador de hórreos

Paulino García está jubilado y ha encontrado en los hórreos mucho más que un entretenimiento, su nuevo “trabajo”. De la mano de dos amigos historiadores se acercó a estas construcciones tan singulares, que desde el principio le apasionaron, y aprendió a identificarlos. Desde entonces, hace ya ocho años, un día a la semana sale en busca de hórreos. Recoge datos y los registra, y así ha ido elaborando un prolijo archivo personal.

Paulino se fija en aquellos hórreos que tienen interés etnográfico y artístico, “busco tallas, pinturas, fechas o inscripciones”, cuenta, y así ha logrado un archivo personal que, por el momento, cuenta con unos 2.500 hórreos.

Los hórreos se han convertido en mucho más que un hobby para él, “vale tanto para la salud física, como para la salud mental”, pero también en fuente de disgustos y frustración. Lamenta que las administraciones miren para otro lado y exige un verdadero censo con todos los hórreos y paneras que hay en Asturias, catalogados y clasificados.

A su juicio, unos 2.000 hórreos, de los 25.000 que él asegura que existen en el Principado, deberían estar protegidos “de forma rigurosa”. En estos momentos, según nos cuenta, está en trámite la declaración de 50 hórreos como Bien de Interés Cultural (cualquier inmueble y objeto mueble de interés histórico, artístico, paleontológico, arqueológico, etnográfico, científico o técnico, que haya sido declarado como tal por la administración competente), sin embargo eso “no arregla nada”, asegura Paulino, porque muy pocos.

Proyecto 'Pegollu'

Una de las propuestas recogidas en el Documento marco elaborado por Cristina Cantero, que el Principado asumió dentro del primer Plan del Horru, ha sido la creación de un almacenaje y registro de piezas provenientes de hórreos declarados en ruina, para ser reaprovechadas. Lleva funcionando desde 2021 bajo la denominación 'Pegollu: almacén d’horros' y está gestionado por la Fundación CETEMAS (Centro Tecnológico Forestal y de la Madera)y la Asociación del Hórreo Asturiano.

El primer año del Pegollu se invirtió en recoger y recuperar piezas, para poner en marcha el almacén. Nos lo cuenta Fernando Mora, de la Asociación del Hórreo Asturiano. En 2022 ya se pudo abrir el almacén al que los carpinteros pueden acceder, previo proceso de acreditación de experiencia, en busca de las piezas que necesitan.

El seguimiento es absoluto desde el primer momento. Las piezas están etiquetas con un código, y los carpinteros tienen que especificar lo que necesitan y para qué obra. Ésta será comprobada.

En estos momentos hay diez carpinteros dados de alta en este proyecto en cuyo almacén han llegado a albergarse hasta 200 piezas de una decena de hórreos en completa ruina. Las piezas más buscadas, como explica Fernando, son los pegollos, colondros, muelas y pilpayos.

Fernando Mora asegura que “no se cae un hórreo al día, ni mucho menos”, como alguien llegó a decir, pero sí reconoce que pueden llegar a estar en peligro. Declarar BIC todos los hórreos es “inviable” para él y supondría además “fosilizarlos”, es decir, “condenarlos a su desaparición”.

Por el contrario, sí considera que deban declararse Bien de Interés Cultural algunos elementos, muy concretos, que destaquen por su estética o condiciones: valor histórico específico o conjunto etnográfico destacado, por ejemplo.

Desde la Asociación del Hórreo demandan que se desarrolle la normativa que permita ordenar lo que está permitido y lo que está prohibido. Defienden la flexibilidad de usos, que en ningún caso pasa por permitir hacer vivienda de un hórreo o panera, ya que ellos consideran que siempre deben estar vinculados a una casa.

Por otra parte, también vinculado a la Asociación, está el Proyecto Ayalga, cuyo objetivo es poner en contacto a personas que quieren un hórreo con aquellas que tienen uno y ya no pueden o quieren conservarlo. De esta manera, y siempre respetando zonas, estilos y tipologías, se puede poner en marcha, si las condiciones así lo permiten, el traslado de la construcción.

Una familia de carpinteros en Cornellana (Salas)

En la carpintería Grana de Cornellana, Joaquín Grana y Manuel García, llevan casi 40 años dedicados a la construcción, rehabilitación y traslado de hórreos y paneras. Es la principal actividad de este negocio familiar que puso en marcha el padre de Joaquín, y suegro de Manuel, y del que ahora están al frente ellos junto a sus hijos.

Fueron los encargados de acudir a recoger las piezas del hórreo que hace casi dos años derribó un camión en Sama de Grado, parroquia del concejo de Grado, en el centro de la región.

Era un hórreo del siglo XVI, es decir, uno de los más antiguos de la región y se vino abajo cuando, la tarde del 11 de octubre de 2022, un camión colisionó contra él mientras maniobraba.

Éste fue el último de los accidentes de este tipo que sucedieron hasta el momento, pero no fue el único. Quizás en este caso la alarma vino acrecentada por la antigüedad de la construcción.

Hoy, dos años después, las piezas que han podido ser rescatadas están en Grana, donde Armando Graña trabaja las réplicas necesarias para que estos carpinteros de Cornellana vuelvan a montar y colocar el hórreo en su lugar.

La pasión por los hórreos y paneras, como seña identitaria del patrimonio cultural asturiano, es hoy en día más real que nunca. Sin embargo, el acuerdo y unificación de criterios en cuanto a cómo, qué y cuántos conservar, está aún por llegar, si es que llega algún día.