El CD Tenerife, 100 años de sentimiento y pasión

El CD Tenerife conmemora sus 100 años de historia

ACAN

Santa Cruz de Tenerife —

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Cuando Mario García Cames y sus diez compañeros de junta directiva posaron para la foto que los acreditaba como primeros del CD Tenerife, poco podían imaginar dónde estaría la entidad un siglo después. Aquel martes 8 de agosto de 1922, del que este lunes se cumplen cien años, las ligas nacionales de Primera y Segunda División no existían, la Copa del Mundo tardaría casi una década en ver la luz y los equipos locales no pasaban de representar a barrios de Santa Cruz o a otros municipios de la Isla.

La primitiva aspiración de García Cames y su grupo era trascender las fronteras de la capital chicharrera y continuar el camino iniciado en 1912 por el extinto Sporting Club Tenerife, del cual el CD Tenerife heredó campo de juego (el desaparecido terreno de Miraflores, junto al Hospitalito de Niños), futbolistas, algunos directivos y los colores azul y blanco de la bandera de la provincia marítima occidental.

Con los partidos oficiales limitados a competiciones insulares –y ocasionalmente regionales por el coste y los condicionantes del transporte marítimo de la época–, el Tenerife tardó casi diez años en hacerse un nombre en el balompié español y solo gracias a los encuentros amistosos. Como cualquier club canario, tuvo vedada su participación en categorías nacionales hasta los años cincuenta.

Así que la proyección exterior de nuestro representativo comenzó a plasmarse en 1929 con las primeras visitas al Stadium –nombre que adoptó el Heliodoro Rodríguez López desde su inauguración, el 25 de julio de 1925, hasta que en 1950 tomó su denominación actual– de los mejores clubes de la época. Nacionales como el Barcelona, Atlético de Madrid, Español, Real [Club Celta de] Vigo, Sevilla, Betis, Athletic Club, [Real] Madrid, Donostia [Real Sociedad] y extranjeros como Everton, Liverpool o Wien…

Y así hasta 1935, cuando terminó de completar una lista de 43 partidos no oficiales–en la que también se incluyen citas en la Península, en la isla de Madeira y en Las Palmas de Gran Canaria– en los que asombró por su juego y resultados –solo se le resistieron leones, solo se le resistieron leones, reds y blues, mientras iba perdiendo a algunas de sus figuras llamadas al profesionalismo en la Península.

Todo cambió cuando la entidad ya había cumplido tres décadas de vida y después de que en 1950 no aprovechara la primera oportunidad que tuvo, en una liguilla de promoción, de alcanzar las categorías nacionales. Lo haría el 31 de mayo de 1953, cuando resolvió la eliminatoria por una plaza en Segunda División goleando al Orihuela (3-0, tras el 2-1 en la ida) en un Heliodoro abarrotado y con un once –cuando todavía no se permitía más cambio que el del portero y escalonado en el 3-5-2 de la época– todavía recordado por los mayores: Cuco; Chicho, Isidoro, Perla; Villar, Servando; Óscar, Julito, Antonio, Méndez y Paquillo.

Lo que vino después fue más conocido conforme avanzó el tiempo y se fueron añadiendo marcas en la lista de hitos del tinerfeñismo. Cuatro ascensos a Primera División (1961, 1989, 2001 y 2009), otros tantos a Segunda por las caídas al tercer escalón (1971, 1983, 1987 y 2013), dos quintos puestos en la élite en trece temporadas y sendas clasificaciones para la Copa de la UEFA, una semifinal europea y otra en la Copa del Rey…

El sentimiento birria puede resumirse estadísticamente en ese resumen apresurado, pero el siglo de existencia que hoy celebra el CD Tenerife da para muchísimo más, no en vano en 3318 ocasiones se citó el equipo blanquiazul con alguno de sus 219 rivales para otra cosa que no fuera un amistoso. Y al cabo de cien años, ganó más veces (1353) que perdió (1150), firmó las tablas en 815 encuentros y anotó más goles (4891) de los que encajó (4135).

Un siglo, más de mil cien jugadores y cerca de un centenar de entrenadores después –83 ‘oficiales’ desde que Carlos Muñiz abriera en 1952 la lista de los que así pueden considerarse–, el CD Tenerife tiene poco parecido con el que concibieron García Cames y sus diez osados compañeros. Se le asemeja en casi nada, pero no podría entenderse sin ese esfuerzo inicial, decidido e impagable, que explica la evolución a lo largo de diez décadas. Como reza el verso de nuestro himno convertido en lema: Adelante sin temor a la meta final.

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