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Aniversario entre el cine, la salud, el cambio climático y la historia de Etiopía

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Tomo la palabra de nuevo para contarles que, en estos primeros días de junio, hemos continuado con todo un conjunto de actividades que se enmarcan en las líneas directrices de Casa África y que pretenden, como siempre, acercarnos al continente vecino.  

Me gustaría mencionar, con especial cariño, nuestra participación como miembros del jurado de los premios que la prestigiosa fundación vasca Anesvad ha concedido a colectivos que se han caracterizado por la defensa de la igualdad y, fundamentalmente, de la salud en el continente africano. 

También que tuvimos una delegación de Casa África en Namibia, en una iniciativa con tres organizaciones expertas en el trabajo de verificación de datos y lucha contra los bulos, Africa CheckNewtral y Maldita, en la que nos apoya magníficamente la Embajada de España en ese país. Esta iniciativa pretende formar a periodistas namibios para poder detectar la desinformación y mejorar la calidad de su trabajo, apoyándose en el saber hacer de Africa Check y también de dos organizaciones de referencia en España, donde hay que decir que tenemos mucha experiencia y conocimiento acumulados en estos temas. 

También ha sido un éxito la participación de Casa África en el Festival de Cine Africano de Tarifa, en el que –tal y como ha recogido la prensa nacional- triunfó la película Xaraasi Xanne, una historia de éxito de una cooperativa fundada en 1977 en Senegal por inmigrantes retornados de Francia. Ese documental, que espero que podamos ver pronto en nuestras islas en alguno de los ciclos de cine que montamos regularmente, se alzó con los premios al mejor documental y el ACERCA que otorgan Casa África y la AECID en el Festival de Cine Africano de Tarifa, un festival prestigioso, con el que llevamos años colaborando y que ha llevado tanto el cine como la literatura y la música hasta las calles andaluzas.  

Además, no podemos dejar de referenciar la excelente muestra derivada de la selección de los trabajos que los estudiantes de más de un centenar de centros educativos canarios, incluido el del centro penitenciario del Salto del Negro, que bajo el lema de Enseñar África impulsamos en nuestra institución en colaboración con la consejería de Educación del Gobierno de Canarias. Miles de estudiantes no universitarios van adquiriendo nociones y aspectos geográficos, históricos, sociológicos o culturales de los cincuenta y cinco países africanos. Labor educativa promovida con la intencionalidad de incrementar la sensibilidad de nuestros jóvenes, potenciando el conocimiento plural de nuestros países vecinos, abriendo mentes y corazones y llegando a las familias y la sociedad a través de los escolares.  

Dentro de la extensa actividad a la que hemos hecho referencia, me gustaría concluir con la mención a la presentación de dos libros que hemos organizado durante esta semana que ahora acaba y en la que también celebramos quince años con las puertas abiertas en la capital grancanaria. 

El primer libro es África: cambio climático y resiliencia. Retos y oportunidades ante el calentamiento global, de Johari Gautier Carmona. Prologado por Alfonso Armada, periodista, escritor y presidente de la asociación Reporteros sin Fronteras en su sección española, que en apenas seis páginas sintetiza la cruda realidad derivada del dolor de la desertificación y la hambruna, la falta de respuesta o la incapacidad de responder a un problema tan complejo y transversal como el cambio climático.  

Tanto el autor del libro como el prologuista inciden en que, si las guerras, la pobreza y el deseo de una vida mejor han sido motores de incesantes migraciones, el cambio climático viene a ser como un motor de dimensiones colosales. Johari Gautier incide en las “tormentosas” relaciones entre China y África, en el gran interrogante del agua, en los retos de la agricultura, la presión demográfica, la sangría de la inmigración, la Muralla Verde del Sahel, las energías renovables y lo que la pandemia está suponiendo para esta geografía política y humana de la que, en gran medida, depende el futuro de la humanidad. El autor reitera que África se encuentra sola a la espera de un gesto. Sola a pesar de todo: de la historia y de su escaso papel en la deriva del actual sistema destructor y codicioso en el que el globo terráqueo está inmerso. Yo, por mi parte, tiendo a repetirme: África no puede ser el continente más castigado por un consumo y un desarrollo de los que no ha disfrutado y de una contaminación que no ha provocado.  

Tras la sangría de la esclavitud, del colonialismo y de la explotación de las riquezas, parece como si los países más desarrollados quisieran volver a convertir este continente en chivo expiatorio. Es no solo un acto de justicia, sino de necesidad universal, el impedirlo. Todo gran desafío encierra inmensas oportunidades para quien sea capaz de detectarlas, de ahí que creamos que la Unión Africana puede recoger lo mejor de la Unión Europea, con derechos humanos efectivos y con un desarrollo que reduzca las desigualdades y fomente un comercio más justo, que cambie de raíz la dinámica perversa en la que el mundo está inmerso.  

El autor, metafóricamente, se refiere a un desastre palpable, afirmando que, si el escritor Ernest Hemingway volviese al Kilimanjaro, en Tanzania, muy difícilmente resaltaría en sus cuentos las nieves eternas que caracterizaban a ese maravilloso macizo montañoso, el más elevado de África. Esas nieves han disminuido en un 90% en los últimos cincuenta años. En el libro los análisis se vinculan, de manera muy pertinente, a las migraciones de origen climático, a los descensos en los caudales hídricos, a la descripción de las frustraciones derivadas de la falta de acuerdos claros en las asambleas de las sucesivas COP (conferencias de las partes), a las que se acudía con propuestas e ilusión y de las que se salía sin acuerdos y con desilusión, por lo que se deduce también que África es víctima de un ecocidio global generado por otros.

Un par de años antes de incorporarme a Casa África, tuve la oportunidad de publicar una monografía en la que describía las aportaciones históricas explicativas del calentamiento global llevadas a cabo por científicos como el matemático y físico francés Joseph Fourier, el físico irlandés John Tyndall o el profesor sueco Svante Arrhenius, cuyo discurso de aceptación del premio Nobel se basaba en los aspectos antropogénicos (es decir, imputables al hombre) del calentamiento global. De ahí mi identificación con el equivalente contenido al respecto en el libro de Johari Gautier que, junto con El cambio climático en África. Efectos, estrategias de adaptación y soluciones desde el continente, de Aurora Moreno Alcojor, van expresando con realidades intelectuales una de las líneas de trabajo más importantes de Casa África.  

Finalmente, me gustaría finalizar este texto con la referencia al libro Historia de Etiopía, del profesor e historiador Mario Lozano, cuya presentación, en tandem con el historiador Dagauh Komenan, fue una auténtica delicia en la que aprendimos mucho sobre el pasado, el presente y el futuro de un país singular. El profesor Lozano conectó el mítico reino de Aksum, uno de los más importantes del mundo antiguo, con las leyendas de los templarios, la reina de Saba y Salomón, insertándolo en el complejo mundo antiguo, pasando por la etapa de islamización del norte de África y llegando hasta el difícil presente de un Estado moderno que se debate entre el federalismo y el centralismo del primer ministro, al que felicitamos cuando llegó en alas de un Nobel de la paz y un esperado acuerdo de paz con Eritrea y que hoy da fuelle a una guerra contra el territorio de Tigray que está provocando una crisis humanitaria terrible.

Este recuento de actividades sirve para explicarles un poco nuestra labor, compartir mi entusiasmo por un trabajo que no deja de sorprenderme y enseñarme cosas y recordarles que cumplimos quince años este domingo, con la vocación de ser transparentes, abrirles nuestras puertas y ventanas y acercar pueblos desde Canarias.    

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