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40 años después

Rafael Morales / Rafael Morales

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Van más de treinta biografías, pero menos elaboración sobre los esfuerzos teóricos de sus últimos años (1964/1967), razonables por la propia experiencia en tiempos marcados, en primer lugar, por la guerra de Vietnam, así como las equívocas actitudes de Moscú y Pekín ante aquel drama. Llama lógicamente más la atención el joven que atravesó América en moto, pasó por Bolivia revolucionaria, luchó en Guatemala, participó en la aventura del Granma, codirigió la revolución cubana, jamás hizo concesiones al imperialismo y dejó sus cargos en Cuba para ir a luchar en otros lugares.También impresionan expresiones del revolucionario con carga ética, actitudes incomprensibles en tiempos de duro cálculo individualista, enajenación masiva y cosificación de las relaciones humanas. Como la de plantearse como propios los problemas ajenos, para “sentirse angustiado cuando se asesina a un hombre en cualquier rincón del mundo y para sentirse entusiasmado cuando en algún rincón del mundo se alza una nueva bandera de libertad”. Escribía Michael Lowy en 1997, cuando el neoliberalismo parecía imbatible: “pasan los años, cambian las modas, a los modernismos suceden los post-modernismos, las dictaduras son reemplazadas por las democraduras, el keynesianismo por el neoliberalismo, el muro de Berlín por el muro del dinero. Pero el mensaje del Che Guevara, treinta años más tarde, contiene un núcleo incandescente que continúa ardiendo”. Cada día más, el socialismo gana enteros como perspectiva latinoamericana. Y recuperando la democracia participativa como parte inseparable de ese proyecto.Se han dado a conocer últimamente posiciones heterodoxas de Guevara. Heterodoxas porque rompían con el estalinismo en la práctica y trataban de buscar cauces marxistas nuevos ante las deformaciones burocráticas de la URSS y otros países del Este europeo. Incluso intuyó el regreso al capitalismo del país que había realizado la primera revolución socialista del siglo XX. No era descubrimiento, pero sí una disidencia lúcida con profundas raíces en la historia. Ya antes tuvo encontronazos con los partidos comunistas latinoamericanos (por su empeño en la revolución por etapas, primero la democrática y después la socialista), con la burocracia cubana, debates sobre los estímulos materiales y morales en la producción...Rechazaba los dogmas estériles. “No es posible destruir una opinión con la fuerza, porque ello bloquea todo desarrollo libre de la inteligencia”, decía el Che. Buena idea, ahora que Cuba discute sobre su futuro y el país busca políticas socialistas y democráticas (espero que audaces) en el marco de la defensa incondicional de sus logros sociales, el bloqueo eterno e inhumano, las intrigas de Washington y el sobrepeso de una burocracia que administra a su manera la escasez. Guevara se equivocó en ocasiones, naturalmente, pero sus aportaciones sobre el socialismo representan hoy una contribución a tener en cuenta.

Rafael Morales

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