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Aridane en vilo
Pues, bueno. Pues, vale, oye. Pero, yo les aseguro que estuve hace unos fines de semana en la pujante población palmera y apenas vi inmigrantes. En comparación, claro, con los que se tropieza uno en otros lugares del Archipiélago. Y eso que me recorrí unos cuantos de esos locales nocturnos donde según don Juan Ramón Rodríguez Martín, o sea el primer edil, que se dice, se nota más su alborotadora presencia (quiero suponer que será alborotadora y molesta, porque, si no?). Ignoro qué le habrán respondido al regidor municipal los responsables de los cuerpos de seguridad del Estado. Pero, intuyo que no le van a hacer demasiado caso.
Entre otras razones porque si hubiese, de verdad, avalancha migratoria el problema sería insular, en vez de local. Hay problemas locales graves de este tipo en otras poblaciones de las Islas de los que don Juan Ramón no tiene ni idea. El barrio ?un solo barrio- de San Isidro, en Granadilla, se incrementa anualmente en cerca de un quince por ciento a base de gentes venidas de todas partes del planeta, pero especialmente del Magreb y Sudamérica.
Los últimos colegas del señor Rodríguez Martín al frente de la alcaldía han tenido que enfrentarse a comisiones de airadas amas de casa que les exigían detener la entrada de mozas inmigrantes en aquellos lares, porque sus maridos se van detrás de las cálidas y cariñosas cubanas, colombianas y venezolanas, y los sacrosantos matrimonios de toda la vida se van a hacer puñetas a un ritmo aceleradísimo. Como de cumbia o son. Para qué les cuento.
Yo no me creo demasiado en la existencia de tanta tensión en Los Llanos. La Isla Bonita, curiosa y sorprendentemente, se ha librado, al menos, directamente, del fenómeno migratorio. No deja de chocar que sean sus costas, en realidad ?al menos que yo recuerde- las únicas de la Comunidad Canaria que no hayan recibido ni una patera ni un cayuco y ni siquiera una balsa con un par se subsaharianos a bordo. Es decir: no exageremos.
Por otra parte, los especialistas y expertos que estudian la situación económica actual de La Palma y cavilan sobre su futuro, señalan que uno de los frenos para su desarrollo integral es el parón poblacional. Al contrario que en otras ínsulas, allí la expansión demográfica se ha detenido y, al parecer, eso no genera buenas perspectivas. Acaso un poquito de inmigración no vendría mal para garantizar un porvenir más optimista. Aprensiones e inquietudes -no diré que xenófobas- aparte.
José H. Chela
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