Aung San Suu Kyi ganó las elecciones de 1990, resultado desconocido entonces por los militares. De ahí que se haya convertido en el centro de cualquier negociación. Tanto los miembros del Consejo de Seguridad de la ONU partidarios de sanciones contra Birmania (Estados Unidos, Francia y el Reino Unido) como quienes las rechazan, China y Rusia, cuentan con algún papel para esta mujer. Según The Financial Times (25/9/07) “en privado, en conversaciones con Estados Unidos, y en público estas últimas semanas, aunque menos explícitamente, China ha pedido a Birmania que reconozca directamente el mandato democrático de la premio Nobel en la actualidad detenida, Aung San Suu Kyi.”. Tang Jiaxuan, anterior ministro de Exteriores utilizado como enviado a Rangún, señaló a los dirigentes birmanos que “China espera con entusiasmo que Birmania inicie el proceso democrático apropiado para el país”. Pekín apuesta, pues, por la apertura política. Controlada, eso sí. Vale recordar que China representa el 35% de las importaciones birmanas. El enviado del secretario general de la ONU, Ibrahim Gambari, viajó a Rangún, donde se entrevistó por separado con la Junta y con la líder de la LND. Sólo arrancó a los militares, que se sepa, la promesa después incumplida de moderar la represión, así como la posibilidad de un encuentro entre Than Shwe y Suu Kyi. Esa reunión no ha tenido lugar hasta ahora. Entre otras razones, porque las condiciones impuestas a la jefa de la oposición por el dictador, y sin contrapartidas, resultaron inaceptables: llamamiento a la desmovilización y retiro del apoyo a la petición de sanciones económicas impulsadas por Estados Unidos y Europa, empeñados en la apertura de Birmania al Banco Mundial, inversiones y productos occidentales. Mientras la Junta aireaba esta demostración de fuerza, Ibrahim Gambari tampoco consiguió algún compromiso para la libertad de los presos políticos. Mucho menos un calendario hacia elecciones democráticas, ni siquiera bajo la tutela de los uniformados. La ONU está paralizada una vez más. El ministro francés de Exteriores, Bernard Kouchner, prepara un viaje a Birmania, nadie sabe si para empujar una salida democrática, con la idea de defender los intereses de la Total o para las dos misiones al mismo tiempo. Como hay alguien que siempre llega tarde a la fiesta, apareció Javier Solana. El Alto Representante de la Unión Europea (UE) para la política exterior y la seguridad declaró que probablemente también él enviará algún representante. Solana todavía está esperando que Gambari presente un informe oficial sobre las gestiones en Birmania. O será que está tratando de conciliar intereses hasta conseguir una posición común de la UE. Más de lo mismo. Atrapados entre unos intereses y otros, los únicos que quedan fuera de la fiesta diplomática son los ciudadanos birmanos. A ellos les corresponde seguir padeciendo el hambre, la miseria, el destierro y la represión militar. Rafael Morales