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Las bolsas votan todos los días

José A. Alemán / José A. Alemán

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Llama la atención que entre la condena de los pensadores de la derechona y el canto progre que celebra esa “bocanada de aire fresco” y olé con la lírica, la mayoría se pregunte, adoptando actitudes sesudas de gente con larga experiencia, si tendrá continuidad el movimiento o si será flor de un día. Apenas he oído a algún tertuliano plantear el fondo del asunto: la protesta contra una democracia deteriorada por la partitocracia, el bipartidismo y la corrupción erigida en activo electoral, según las encuestas que llevamos vistas, con el descrédito general y creciente de las instituciones del Estado. La responsabilidad de la derechona pepera, que lleva dos legislaturas dále que te pego, es tan evidente como que su acción no hubiera sido de recibo en una sociedad de mínimos democráticos arraigados. La sociedad española ha tolerado y hasta aplaudido unas malas prácticas políticas que han lastrado la capacidad de las instituciones para reaccionar con eficacia ante la que se nos ha venido encima y que inducen al recordatorio fácil de otras épocas.

El fulminante de la protesta de los jóvenes fue la angustia y la indignación por el futuro nada despejado que les aguarda. Es terrible que se hable ya de otra generación perdida. Pero creo que, además de eso, está todo lo demás y que la mediocridad política ha hecho que los partidos se hayan apresurado a intentar llevarse el agua a su molino. No otra cosa es decirles que tienen el domingo la posibilidad de votar para cambiar las cosas. Me apunto a lo que dijo en la radio a un manifestante de Madrid: “Nosotros votamos cada cuatro años, pero las bolsas votan todos los días”. De antología.

No es que me parezca mal que se les invite a votar sino que lo hagan de forma tan pedestre que excluye la autocrítica y muestra la escasa predisposición de los partidos a replantearse lo que han hecho para llevar a la democracia española al callejón en que está ahora mismo y que los del 15-M han puesto de manifiesto, nunca mejor dicho. Irrita, qué voy a decirles, escuchar que armarla es consustancial a los jóvenes o que la juventud se cura con los años; lo que sea con tal de no entrar en las causas profundas de la protesta. La cuestión, insisto, no es si estas movilizaciones van o no a ser flor de un día sino en cuanta medida denotan que vivimos una democracia enferma. Hay quienes apuntan a la crisis general del sistema democrático con tono de fatalismo resignado; tampoco faltan los que la circunscriben a una crisis de los partidos que representan cada vez menos, eso es verdad, la voluntad de la ciudadanía de la que se alejan mediante el trucaje de las leyes electorales (como la canaria por ejemplo) para eternizar en el machito a los mismos intereses de siempre. Pero no creo que quepa viviseccionar las causas del fenómeno porque todas están presentes a un tiempo.

Por mi parte, pienso que los jóvenes han expresado en la calle lo que pensamos muchos mayores que ya no estamos en condiciones de pasar noches a la intemperie ni de aguantar, llegado el caso, una carga policial. Tengan o no las protestas continuidad en el tiempo para provocar el cambio, deberíamos darnos por avisados y admitir que no estamos ante un simple incidente: eso dijeron del Mayo del 68 y ya vieron.

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