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Al Buen Pedro

Alexis González / Alexis González

[...] Ahora que se ha puesto este último sol de primavera, rebobino.

Porque esa penúltima noche de primavera quise matar a Pedro. Antes de que renegara tres veces de su maestro. Antes de que cantara el gallo. Antes de que se arrepintiera. Me enervó la sangre esa noche de sol quieto el Buen Pedro, mucho antes de que nos dijeran que por su triple pecado se dejó mortificar cabeza abajo. Para no ser igual que Él, cuando agonizaba entre nosotros. Por nosotros también la cruz invertida de Pedro, aquí en la Tierra.

Y esta penúltima noche de primavera Simón, Pedro, no tienes elección, eres culpable de todos los bienes que nos han vendido como humo de milenios, como sostén eterno hasta el final de los tiempos de la explotación del hombre por el hombre, y que este domingo último de primavera brotan como espinas de mierda sobre la cabeza de nosotros, mortales ignorantes de los misterios inescrutables de tu Iglesia católica, universal en palabra y esencia.

Pedro nuestro, que está en el Cielo y en Roma; él, que interpretara Paco Rabal de chusquero sargento de la Guardia Civil de pueblo; Así en el Cielo como en la Tierra. Y al que hace más de un siglo José Martí dedicó sus mejores versos:

Dicen, buen Pedro, que de mí murmurasporque tras mis orejas el cabelloen crespas ondas su caudal levanta.¡Diles, bribón, que mientras tú en festines,en rubios caldos y en fragantes pomas,entre mancebas del astuto Norte,de tus esclavos el sudor sangrientotorcido en oro descuidado bebes,pensativo, febril, pálido, grave,mi pan rebano en solitaria mesapidiendo ¡oh triste! al aire sordo modode libertar de su infortunio al siervoY de tu infamia a ti!Y en estos lances,suéleme, Pedro, en la apretada bolsafaltar la monedilla que reclama,con sus húmedas manos el barbero

.

¿O no eres tú, Pedro, quien habla por boca de ellos? Levántate, Pedro, y dinos, bribón, que no erigiste la Iglesia de tu maestro sobre una piedra podrida de festines. Que por tu infamia sufrimos y padecemos clavados a esta cruz y es tu Cruz la que sostiene este Infierno entre mancebas del astuto Norte, de tus esclavos el sudor sangriento torcido en oro descuidado bebes,

Esta noche última, blasfemos, quiero ensalzar a ese Hombre, Hombre y Amigo, aún queda para estar, contigo. A ese humano “lúcidamente posicionado en la parte de la cizaña en el campo de trigo de la” ¿evangelización? ¿De qué Evangelio? ¿Del tuyo, Pedro? ¿Del mío o del nuestro?

Esta noche de junio quiero matar a quien haga falta en nombre de Pedro. Para nunca más sentir que, cuando de noche, las sábanas se levanten y note en la palma de mis pies desnudos un cosquilleo extraño es, como me dijeran una noche de terror infantil las milenarias falacias de los seguidores de Pedro, Satanás acariciándome la cabeza.

Y que sea entonces lo que dios quiera. Pero que sea entonces el Reino de Todavía.

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