Espacio de opinión de Canarias Ahora
Cabeza de perro
El caso es que nada más comenzar a hablar con él uno tiene claro que su dedicación a una tarea creativa tan vapuleada como la dirección cinematográfica ?en un mercado en donde se cumple el refrán de entre todos la mataron y ella sola se murió- no es fruto de la casualidad.
No negaré que sus comienzos estuvieron ligados al mundo del teatro y la dramaturgia, aunque Amodeo admite que el teatro nunca me ha vuelto loco. Sea como fuere, y junto a su amigo Alberto Rodríguez, comenzó a interesarse por el lenguaje cinematográfico y todas sus facetas ?incluyendo el fracaso, espada de Damocles, siempre presente en la creación artística-.
Su debut al otro lado de la cámara se produjo con el corto Bancos, el cual les permitió, gracias a la buena respuesta en diversos festivales, terminar el rodaje de su primera película El Factor Pilgrim, co-dirigida junto con Rodríguez. La rodamos en Londres, en 20 días, en 16mm y con un equipo de diez personas que incluía algunos actores: Alex O´Dogherty, Enrico Vecchi y Jöns Papilla, que se desdoblaban en labores de cocinero, pertiguista o arregladores de problemas. Tardamos dos años en montarla, en una sala prestada. No sé si la esta película es buena o mala, pero la adoro. Artesanía.
Tras aquello, el siguiente proyecto de Amodeo quedó truncado antes de llegar a comenzar el rodaje. Se trataba de El Underground, un guión que, tras quedar finalista por Europa en el reputado festival de cine de Sundance, nunca encontró el apoyo necesario.
Durante la conversación que mantuvimos con motivo de la presentación de su última película, Cabeza de perro, en el festival internacional de Cine de Helsinki ?Rakkautta & Anarkiaa- Amodeo me comentó que está, de nuevo, trabajando en el mencionado proyecto que nunca encontró apoyo, aunque con algunas variaciones sobre la idea original. Lo que sí les puedo decir es que lo que me contó sonaba muy bien, aunque no quiero adelantar acontecimientos no vaya a ser que?
El caso es que Amodeo no se amilanó y, con las lecciones bien aprendidas, se lanzó a rodaje de Astronautas, película por la que dejé de ser aficionado para convertirme en otra cosa; es decir, cobré por rodar en vez de pagar. Además, por Astronautas conocí los dos lados de esta profesión ?desde un crítico que se metía- hasta el reconocimiento llegado del exterior, ya que Astronautas fue escogida por la revista Variety como una de las diez producciones europeas más interesantes del año 2003. De todas formas, la mejor forma de resumir Astronautas me la dijo el dependiente de un videoclub: “siempre la recomiendo, porque o me dan las gracias efusivamente o se cagan en mis muertos”-.
Personalmente, creo que Astronautas logra plantear un tema siempre comprometido como la drogadicción ?y el largo tortuoso camino de la rehabilitación- de una manera mucho más sencilla y esperanzadora que otras producciones, caso de Half Nelson, producción americana protagonizada por Ryan Gosling y presentada en Espoo Cine y también en Rakkautta & Anarkiaa 2.007. Además, el decálogo que trata de cumplir el protagonista de la película ?Daniel, interpretado por Nacho Novo- muy bien se podría aplicar a muchos de los integrantes de nuestra sociedad, en especial aquellos que creen estar “de vuelta de todo”.
Con Cabeza de perro, una historia organizada como si se tratara de un cuento clásico, Amodeo disecciona la sociedad y las motivaciones de los individuos partiendo de un personaje que a causa de una enfermedad sufre pérdidas de memoria o “ausencias”. Samuel ?Juan José Ballesta- es un joven de 18 años cuya vida siempre ha estado condicionada por una enfermedad que no le permite llevar una vida “totalmente normal”. Sobreprotegido por unos padres y con unas reglas de comportamiento marcadas desde la infancia, Samuel no sabe lo que es vivir fuera de las alas protectoras de sus progenitores. Todo cambia cuando, en el funeral de su abuelo, conoce a un pariente lejano que lo invita a pasar una temporada en Marbella. Sin saber muy bien quién es aquella persona, Samuel se embarca en un viaje que lo llevará de su hogar hasta la Costa del Sol y de allí a la capital de España, Madrid, sin saber muy bien ni cómo, ni por qué.
La llegada a la capital no es todo lo placentera que se pudiera esperar, pero Samuel no es de los que se rinden fácilmente y, en poco tiempo, logra un hogar donde vivir ?con compañera de piso incluida- y un trabajo en una gran superficie. De todas maneras, Samuel todavía deberá hacerle frente a los problemas inherentes a su enfermedad, causa por la cual pierde su casa, su trabajo y a su compañera de piso, pero termina ganando la compañía de un anciano llamado Angelito, magníficamente interpretado éste por el veterano actor Manuel Alexandre. Angelito le enseñará muchas cosas, en los momentos en que está lúcido, situación que Samuel conoce muy bien, tanto buenas como malas ?aspecto éste que está muy retratado por su despreciable hijo, interesado sólo en las posesiones materiales de su progenitor y en el “qué dirán”-. Además, gracias al anciano, Samuel volverá a encontrarse con Consuelo, su ex compañera de piso, entablando una relación tan intensa como ciertamente disfuncional.
Amodeo no necesita cargar las tintas en los temas que trata. Éstos están tratados con franqueza y naturalidad ?por ejemplo cuando escuchamos la voz de quien pretende alquilar un piso, el cual debería estar cerrado por su próxima demolición en vez de estar en un lista para ser alquilado-, y sin necesidad de las estridencias tan del gusto de otros realizadores.
El resultado es una mezcla de realidad y ficción, de sensación onírica potenciada por la voz del narrador, y de crónica de la realidad de buena parte de la sociedad de nuestro país, la cual nos lleva de la mano mientras dura la proyección.
Lástima que, tal y como me comentó el director, a su película, como a tantas otras, no se le diera la oportunidad de progresar en taquilla como debería, víctima de las presiones de las grandes distribuidoras, las mismas que llevan tiempo “quemando las naves” sin que su política de “tierra quemada” le esté aportando grandes réditos al negocio del cine en España. Es más, las cifras dejan claro que el descenso de espectadores es cada vez mayor y ya no se puede descargar toda la responsabilidad en la piratería. Ésta tiene su parte de culpa, pero no es la única responsable de la crisis que vive el cine, en líneas generales, en nuestro país.
Son muchos los que no están haciendo sus deberes como debieran y películas como Cabeza de perro terminan por pagar los platos ratos.
Si tienen la oportunidad, les recomiendo un programa doble Astronautas- Cabeza de perro y luego me cuentan qué les pareció la programación.
Eduardo Serradilla Sanchis
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