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Cardona y los 200

José A. Alemán / José A. Alemán

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Como considero inútil explicarle a Cardona, para qué, que la Cultura, en su doble vertiente de fomento de la creatividad propia y de la oferta de espectáculos de calidad, tiene una incidencia económica conocida, no entraré en más consideraciones. Me limitaré a poner de manifiesto la mentalidad pueblerina del alcalde que nos ha tocado, la que le impide apreciar el alcance de este tipo de festivales en la imagen exterior, lo que hace del dinero que se le destine no un gasto sino inversión promocional muy positiva para el entramado económico de la ciudad. No creo que nadie, salvo a Cardona, que habla paradójicamente de revitalizar el turismo en Las Palmas, ignore la conveniencia de que la ciudad sea conocida fuera no sólo por su clima y sus playas, sino por una oferta cultural homologable a la de otros sitios. Es patético, en fin, que el alcalde asegure preferir a la Ópera que la Banda Municipal acuda a los barrios. Por supuesto que eso debe hacer la Banda Municipal, pero es demagógico que el alcalde venga a decirle a los vecinos de los barrios que, si no tienen conciertos, es porque el presupuesto se lo come un festival que contribuye, repito, a enriquecer las referencias de la capital en los países emisores de turismo. Todo porque, aparte de su escasa sensibilidad, sigue el PP procurando diferenciarse de las “exquisiteces” de Saavedra con la exhibición de su lado garbancero. A falta de verdaderas ideas, su principal idea-fuerza electoral fue el elitismo saavedriano; con la que continúa a pesar de que el ex alcalde Saavedra se fue a La Palma, donde está ahora su escudo y su lanza.

No dudo de que el Ayuntamiento de Las Palmas, como todas las corporaciones locales del país, ha de hacer encajes de bolillos y no gastar más de lo que ingresa. Pero una cosa es una cosa y dos cosas confundir gasto con inversión, austeridad con recortes empapados de animus necandi, perdón, y computar como gasto puro y duro precisamente los dineros destinados a Cultura, los que en lugares con dirigentes de verdad cultos se adaptan e incluso se recortan, pero sin despreciar la Cultura presentándola como simple capricho de unos cientos de personas sin valorar sus beneficios promocionales para el entramado económico de la ciudad. Por esa regla de tres, habría que decir lo mismo de infinidad de actividades y celebraciones de todo tipo que no interesan a la mayoría de la población y así, unos por otros, reducir la vida ciudadana a los bares de copas.

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