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Catarsis
Pero, también contaban las teorías brechtianas del distanciamiento. La pasión era fundamental, pero no menos la objetividad y la capacidad de salirse de uno mismo para contemplar desde fuera sus emociones, ideas y sentimientos. En fin: no era simple la cosa. Pero, el distanciamiento, claro, era imprescindible si pensabas en el teatro como un arma política y sociológicamente transformadora. Ahora, después de tantos años y décadas, vuelvo a oír hablar de catarsis. A cuenta de la crisis post electoral del partido socialista en Tenerife. La crisis era anterior a las urnas, pero, bueno, aceptemos la oportunidad de lo que, más que una depuración de los sentimientos por medio del arte o una simple purga, en el sentido medicinal del término, parece un examen colectivo de conciencia y un reconocimiento de errores abultados. Creo, no obstante, que más que a los clásicos conceptos de la dramaturga griega, los socialistas tinerfeños debieran acudir a las teorías de Bertold Brecht: las del distanciamiento que les dije. Colocarse como espectadores del drama que han venido viviendo e interpretando desde hace tanto y considerar las responsabilidades del fiasco. Desde ese punto de vista, muy complicado de obtener, es cierto, los damnificados del PSC-PSOE en el 27-M comprenderían que en la torpe representación que han ido ofreciendo últimamente influyó, muy para mal, la presencia de un regidor inesperado, Juan Fernando López Aguilar, que se metió en la obra sin saber de qué iba el argumento y contribuyó al fracaso absoluto de la función, cambiando los papeles de la gente, revirando los repartos de las listas electorales, fomentado la rivalidad entre familias actorales, descolocando al público, y asignando papeles protagonistas a quienes de ninguna manera podían sacarlos adelante con éxito. El mayor problema estriba en que hay socialistas de boquilla que creen, en efecto, estar jugando ese rol, como dicen los ingleses. Pero, sin serlo. Socialistas, digo. Puro teatro. Y eso lo percibe el espectador. El votante, o sea.
José H. Chela
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