Espacio de opinión de Canarias Ahora
La caza del zorro
Soria, ya les dije el otro día, es otro animal territorial. Dentro de sus lindes no admite la discrepancia y persigue y machaca a los osados y a quienes no le son simpáticos. Ha hecho rodar cabezas en su partido y en las corporaciones que mal ha gobernado, sin parar de presionar incluso fuera de su territorio. Mucho sabemos de todo esto los periodistas y no pocos empresarios forzados a entrar por el aro que sostenía con su mano izquierda mientras manejaba el látigo con la derecha.
Pero todo acaba en esta vida y ahora se dice Soria objeto de cacería, lo que implica su reconocimiento de que es, en efecto, un animal. La cuestión es que no aclara a qué especie pertenece y que su indudable condición de territorial no es suficiente para catalogarlo. Por fortuna, él mismo ha proporcionado pistas al calificar sus tribulaciones judiciales de eso, de cacería, aunque sin especificar la modalidad.
Descarté enseguida que fuera de ésas en que los cazadores van paseando por el campo, atentos a que los podencos apunten el gazapo para soltar el hurón y que se lo ponga ante la escopeta. También deseché la otra en que se colocan los cazadores al aguardo en un apostadero cercano al paso natural de las piezas de buena fe. La de elefantes tampoco resultaba apropiada porque sería faltarle al respeto; a los paquidermos.
Me quedé, al fin, con la del zorro perseguido por veloces perros y caballeros enchaquetados (de rojo para más inri) a toda leche sobre sus caballos, los hunters. Tiene la caza del zorro los ingredientes de la persecución y acoso de las que se duele Soria, quien, encima, sugiere la estampa de López Aguilar a galope tendido, sobreexcitado por las trompas y trompetas guía de los jinetes. Podemos imaginar la desesperación del zorro que no encuentra refugio porque manos desconocidas cerraron todas las entradas. Ha de correr a campo traviesa, ocultarse entre los matorrales y salir de nuevo a toda pastilla en cuanto oye acercarse a los perros, que no le dan tregua.
La caza a caballo del zorro es muy inglesa y deportiva. No hay inglés que se salte el reglamento y lo mate de un tiro. Y dado que tanto Soria como López Aguilar hablan inglés, parece la modalidad más evocadora. Una vez sabido que Soria se presenta como el zorro y acusa de organizar la batida a López Aguilar, dejo para ustedes averiguar quienes hacen de hunters, quienes los montan y quienes integran la jauría de foxhounds, perros zorreros como su propio nombre indica. No voy a hacerlo yo todo.
Me dirán que está feo tomarse a coña el asunto. No lo discuto porque, total, para qué. Pero comprenderán que está uno hasta las narices de los modos y maneras del personaje. Y al decir harto, hablo de aburrimiento porque se repite más que una O en la guardería. Fue Soria quien introdujo la tesis de la conspiración para la cacería posterior y tanto la ha repetido que acaba de elevarla al rango de “causa general” promovida, faltaría más, por los psocialistas. Con tan poca cabeza que al dejar fuera por último a fiscales y jueces, para culpar sólo a la Policía de la persecución, olvida que ésta no actúa por libre sino siguiendo la orden escrita de un juez. Que eso lo haga todo un vicepresidente y lo respalde el resto del Gobierno sería insólito si no supiéramos con quienes nos gastamos las perras aquí. De poco vale que proclamen su confianza en la Justicia antes o después de ponerla tibia. Son sólo palabras. Al fin y al cabo, Franco juró fidelidad a la República y miren la que organizó.
Paulino es capaz de lo que haga falta para mantenerse en el machito y poco le importa que las acciones defensivas de Soria degraden aún más a su Ejecutivo y al Parlamento. Es preocupante que nos haya caído semejante fauna para agravar la crisis en Canarias. Eso es lo que no resulta serio.
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