De cazador cazado a pescador pescado

Cargó su escopeta y disparó contra su antecesor, Emilio Mayoral, al que llamó borrachín, y contra Jerónimo Saavedra, curiosamente ahora alcalde capitalino, al que tildó de sarasa.

Soria dijo de uno que le gustaba mucho el gin tonic y del otro que perdía aceite, pero todos le entendimos muy bien lo que quería decir. Su forma de hacer política siempre ha sido el insulto constante, el perdigonazo inmisericorde.

Ahora, cuando empiezan a salirle los tiros por la culata, se ha vuelto más moderado, aunque no le ha faltado tiempo para proclamarse mártir de una cacería. Tiene gracia que esto lo diga el cazador más impío que ha tenido la cinegética canaria en los últimos lustros.

Soria ha entendido que no se puede escupir para arriba ni decir que este cura no es mi padre. Lo ha descubierto recientemente con sus cuitas judiciales y tras medirse con pistoleros tan arrogantes como él. Domingo González Arroyo se ha calzado las botas vaqueras y enfundado en el cinto un colt 45 que ha blandido para retarlo ante todo el poblado.

Soria está probando ahora de su propia medicina porque Arroyo en el fondo es como él: duro, cínico, autoritario, populista, exhibicionista. Por lo pronto, Soria no se atreve a acercarse al territorio apache de Arroyo porque éste tiene en su isla más indios que el presidente del PP.

El economista metido a corrector periodístico es el típico matón de feria al que se le ha encasquillado la escopeta de disparar a siluetas de conejitos móviles en la caseta. Mientras el avezado Arroyo quiere cazar a la presa mayor del condado, disparando en el lomo al gran oso ruso, Soria parece contentarse con ganar el premio de consolación del osito de peluche que dan en la tómbola.

El vegetariano Soria está dejando la escopeta y la carne en el asador. Por eso se muerde las uñas con fruición. Ha sustituido la jara por el sedal y se ha pasado a la pesca del salmón. El cazador cazado ya es el pescador pescado.