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La conquista de Somalia

Rafael Morales / Rafael Morales

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El primer ministro etíope, Meles Zenawi, declaró su satisfacción porque el Ejército entró en Mogadiscio “sin disparar un solo tiro”, de donde deduce que “la misión ha sido cumplida con éxito”. Cierto. La invasión iniciada el 24 de diciembre consiguió desalojar a las milicias islámicas de las zonas bajo su control, liquidando de paso el sitio de Baidoa. El primer ministro somalí protegido, Mohamed Ali Gedi, acaba de ordenar a quienes posean armas que disponen de tres días para entregarlas o sufrirán represalias. George Walker Bush competió idéntico error fatal en Irak con esa imagen de la “misión cumplida”. Confundió el principio de la ocupación con el final de la guerra. “Nos iremos dentro de dos semanas-dijo Zenawi- en cuanto consigamos la estabilidad como nos pidió el Gobierno de Somalia”. El tutelado primer ministro Gedi está en desacuerdo con este plazo y lo amplía unos seis meses más. En realidad, los dos líderes esperan la llegada de una fuerza internacional de paz prometida por la Unión Africana desde hace meses, aunque carece de fondos para semejante empresa. Y la ONU sigue instalada en su limbo particular. Las intervenciones extranjeras de Somalia, (incluida la gringa de los años 90) salieron mal para los invasores, quienes dejaron atrás tierra quemada, conflictos armados internos y miserias para la población.Estos precedentes vienen acompañados de otros factores. Los islamistas somalíes amenazan con que “renaceremos de nuestras cenizas”. Lo más saludable será no suponer que estamos ante un farol. Sus milicias se retiraron ordenadamente de los escenarios de los combates porque estarían perdidos con enfrentamientos en campo abierto, dada la superioridad material del ejército etíope. Se llevaron la bandera de la independencia nacional, además de las armas, con la idea de reiniciar la guerra en mejores condiciones. Quizá la variante guerrillera haga la vida imposible a las fuerzas de ocupación o a quienes las sustituyan, aunque no pretendo profetizar el reinicio inmediato de las hostilidades. La BBC estima que amplios sectores de la población sostienen a la UIC. Y cuentan con el apoyo nada disimulado de Eritrea. Las UIC niegan cualquier vinculación con el terrorismo de Al Qaeda, la crítica principal de Estados Unidos, que acusa a estas fuerzas de contar con al menos un dirigente ligado al terrorismo internacional.Occidente guarda silencio, quizá porque la victoria provisional sonríe a sus intermediarios etíopes. Un espejismo. La posibilidad de reconstruir Somalia exige, entre otras muchas cosas, un acuerdo político de todas las fuerzas sin coacción militar extranjera. Pero también de Naciones Unidas y la Unión Africana para tender puentes de negociación entre las UIC y el Gobierno actual. Por penoso que resulte el esfuerzo, siempre representará una perspectiva mejor que el callejón sin salida al que Somalia regresa. Es decir, a otra guerra alimentada por Occidente, tanto desde el punto de vista político como en su papel de comerciante principal de armas.

Rafael Morales

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