Cuatro microrrelatos postconfinados

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1.- Te digo que no se trata de estar molesto. Ni siquiera de tener problemas que aparentan ser irresolubles. No se trata de un pasajero enfado por haber sido eliminados derechos que creíamos inalienables. Ni porque se nos han incorporado obligaciones que suponíamos superadas. Se trata de estar descorazonado, no porque las cosas no nos vayan bien, sino porque dentro de nuestras fronteras la luz se apaga. El problema actual ya no se ubica en la caída en sí, sino en la posibilidad de revertir la tendencia. Ya no es solo la economía la que está en un proceso de caída libre. Es la sociedad en general la que está bajo la acción del campo gravitatorio imperante. Y como la velocidad de la caída depende, tanto de la resistencia aerodinámica, como de la masa respecto a la aceleración de la gravedad, el destino puede parecer que está escrito si antes no lo remediamos. Así que, baja de una puñetera vez la basura, que algo empieza a oler mal.

2.- Buenas días. Les habla el comandante de la aeronave BF-500 de la compañía Planetarium. Les damos la bienvenida a este vuelo. En breve nos darán acceso a la pista para poder tomar rumbo a nuestro destino, al que llegaremos en seis horas y treinta y dos minutos desde el momento del despegue. La predicción meteorológica que nos han facilitado desde la torre de control del aeropuerto es que saldremos dejando un frente nuboso poco activo a nuestra derecha, para luego encontrar grandes claros en el resto del trayecto. Estaremos encantados de atenderles según sean sus requerimientos para que el viaje sea todo lo confortable que desean. Por último, solo una observación más: Gracias a la innovación tecnológica, toda la tripulación, incluidos los de cabina, estaremos teletrabajando por lo que, si desean algo, o bien lo cogen ustedes o nos mandan un mensaje. Feliz vuelo.

3.- Sabes que siempre te digo que la economía es una ciencia en donde se nos enseña a cómo distribuir los recursos, siempre escasos, de una forma eficiente y equitativa, alcanzando óptimos en donde ya nadie pueda mejorar sin que el resto empeore. Por ello, no se trata de justificar, sino que hay que entender el desasosiego, descontento, cabreo, hartazgo o como se le quiera denominar, de una ciudadanía que ha estado cumpliendo con sus obligaciones legales y administrativas a lo largo y ancho de toda su vida para que, ahora, se le diga que lo que hizo no fue suficiente y que, o se queda sin aquello a lo que tenía derecho, o si quieres algo más, le pasamos la factura. Ya no vale sólo con acostarse por las noches y pensar si se ha sido consecuente con cada uno de nuestros actos, sino de mirarse al espejo y no tener vergüenza de ver lo que allí aparece reflejado. Por ello, espero que mañana me ofrezcas media chocolatina y no te la zampes entera.

4.- Aún recuerdo con nitidez cuando se acudía a las urnas con la ideología como bandera, de forma que se delegaba con confianza en nuestros representantes públicos todos nuestros deseos, manteniendo la esperanza de que se volcarían en su consecución, con trabajo duro y honestidad. Pero pasan los lustros y aquí estamos, donde el “y tú más” es el eslogan preferido. Y, claro está, la sociedad se muestra perpleja. Y está perpleja porque atravesamos una nueva crisis existencial, mientras que se dedican a escarbar en la porquería buscando secretos del adversario. Ahora se vota con mucho pragmatismo, incluso tomando a la opción menos mala, en lugar de la preferida, por lo que las ventas de pinzas para la nariz se disparan, sabiendo que todas las promesas se basan en decir todo aquello que ahora nos suena bien. Por eso te digo que, al final, la democracia solo es la mitad más uno. Nada más.

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