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El debate de un Gobierno sin rumbo

Román Rodríguez / Román Rodríguez

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Frente a la sensación de parálisis, de falta de iniciativa y de mal gobierno que muestran los estudios sociológicos, que colocan a este Gobierno como el peor valorado de los distintos ejecutivos autonómicos, Rivero afrontó el debate recitando una retahíla de espectaculares logros que él y Soria proclaman a los cuatro vientos y que los ciudadanos y ciudadanas no ven por ninguna parte. No parecen haber tomado nota de lo que las urnas han sentenciado en mayo de 2007 y en marzo de este año y se empeñan en continuar su misma línea, su mismo discurso, su misma política, hasta la derrota final.

Su visión idílica de la sanidad, donde en nueve meses parece haber operado un milagro, de hacer caso de las palabras del presidente, tiene que ver poco, muy poco, con la que padecen los usuarios del servicio, a los que una mala gestión, pese a contar con más recursos que nunca y con buenos profesionales, les hace sentir que las cosas no funcionan bien en las urgencias o en las listas de espera, mientras se trabaja soterradamente por avanzar en la privatización del servicio.

Otro tanto ocurre con la educación, no sólo por la pervivencia del prolongado conflicto de la homologación docente, sino por la persistente realidad de un sistema que está muy lejos de ofrecer la calidad que demanda esta sociedad y cuyos niveles de éxito escolar no se sitúan aún en la media española. En este terreno, el presidente apuntó algunas medidas de interés (incremento de la acogida temprana, refuerzo escolar, más peso del bilingüismo?), que ahora habrán de traducirse en la práctica educativa.

Economía

Y en la economía sucede lo mismo. El presidente se limita a afirmar que ya él predijo la crisis hace cinco meses. Lo que pasa es que se limitó a generar alarmismo y, cuando hubo que actuar, en la elaboración de los Presupuestos de la Comunidad Canaria para 2008, él y su flamante consejero de Economía y Hacienda, el señor Soria, hicieron exactamente nada: con una inversión pública bajísima, menor que las previsiones de inflación para 2008, sin abordar reducciones del IRPF que repercutieran, de verdad, en la economía de las familias; e inventándose ahora un presunto plan de choque, que ni estimulará la economía ni impactará en la situación de los ciudadanos de a pie, convertido en pura propaganda sin efectos reales.

Eso sí, en el balance al presidente se le olvidó consignar los 17.000 nuevos desempleados en los dos primeros meses del año, cuando su Gobierno había previsto 4.500 para todo el año 2008. Previsiones negativamente triplicadas sólo entre enero y febrero, que muestran la calidad y solidez de los análisis económicos del Ejecutivo.

El turismo también formó parte del autobombo presidencial, con especial referencia al acuerdo alcanzado hace unos meses, que copia en un 90% los contenidos de las directrices de ordenación general y del turismo. Las mismas que Rivero, como hizo Adán Martín, ha mantenido en una gaveta, incumpliendo las leyes y perjudicando gravemente al principal motor de nuestra economía, sobre todo al ser incapaces de impulsar la renovación de la planta obsoleta y de las ciudades turísticas, elementos centrales de las directrices.

En el debate no faltó la alusión a la seguridad, que arreglará una policía canaria sin apenas funciones, nacida con fórceps, sin acuerdo con el Estado y que, por tanto, pagaremos todos los canarios, por el capricho de un Gobierno más preocupado por dar a entender que hace algo que por abordar realmente la mejora de la seguridad de ciudadanos y empresas. Le sobró, como casi siempre, la alusión a los niños, la misma que su vicepresidente elevó a proporciones nauseabundas, por la burda utilización del dolor ajeno, en la reciente campaña electoral.

Ley electoral

Respecto al nuevo Estatuto vino a reconocer lo que denunciamos con relación al anterior: su secuestro del debate ciudadano, lo que le convirtió en plenamente vulnerable. Y, una vez más, Rivero planteó un estatuto reformado sin abordar cambio alguno en la ley electoral, la misma que dejó fuera del Parlamento los votos de 150.000 canarios, lo que demuestra la altura de sus auténticas convicciones democráticas. Y, por supuesto, no hablo de la superación de los actuales desequilibrios institucionales.

En definitiva, dio la impresión de que Rivero vive en su propia realidad, pues el presidente dibujó una Canarias que poco se parece a la auténtica, obviando la situación que viven los canarios: dificultad para acceder a los productos básicos por parte de las familias con menos ingresos, dado el preocupante encarecimiento de la cesta de la compra, mientras se mantienen los salarios inferiores a la media estatal y las familias sufren el impacto de la subida de las hipotecas.

El debate sobre el estado de la nacionalidad ha sido decepcionante, protagonizado por un Gobierno alejado de la realidad, autocomplaciente, sin ideas, sin liderazgo, sin credibilidad y muy poco autocrítico. Un Gobierno que no está capacitado para abordar los grandes retos que tiene Canarias en estos momentos, desde afrontar las consecuencias de la desaceleración económica a liderar la negociación con el Estado de la nueva financiación autonómica o impulsar un nuevo marco de autogobierno. Un Gobierno, en fin, que Canarias no se merece.

*Román Rodríguez es presidente de Nueva Canarias.

Román Rodríguez*

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