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La democracia, según Mario

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La mejor lección que puede extraer la izquierda de las elecciones andaluzas del pasado domingo es que la ultraderecha no gobernará debido a la mayoría absoluta del Partido Popular. Un mal menor pero mal. 

Efectivamente no es una noticia buena para la izquierda pero podría haber sido peor. La izquierda acudió muy dividida a los comicios andaluces, incluso enfrentada, algo que le ha llevado a besar el barro. 

El PSOE andaluz fue el ganador en las anteriores elecciones autonómicas aunque el perdedor, el PP, se alió a Ciudadanos y con el apoyo parlamentario de Vox para gobernar. En aquella ocasión la izquierda no sumó lo suficiente para lograr la mayoría absoluta, por lo que después de varias décadas, casi 40 años, los socialistas tuvieron que ceder el testigo a los conservadores. 

Constantemente se ha dicho que Andalucía es una tierra abonada a la izquierda pero no siempre fue así. Durante la transición en las elecciones generales de 1977 y de 1979 el PSOE logró un empate técnico con la Unión de Centro Democrático de Adolfo Suárez. 

A partir de la victoria aplastante del PSOE de Felipe González en 1982 los socialistas andaluces cogieron el poder y ya no lo soltaron hasta 38 años después, que aún siendo el primer partido más votado no sumaba lo suficiente para gobernar con las otras fuerzas de izquierda. 

Felipe González, como andaluz, también ayudó a magnificar y eternizar el poder socialista en su comunidad, incluso después de darle el relevo en la presidencia del Gobierno a Aznar. Los socialistas iban ganando una a una todas las elecciones con seguridad y con algo de inercia.

Tanto el secretario general del PSOE en aquella época como su vicesecretario y vicepresidente del Gobierno Alfonso Guerra hicieron mucho para que Andalucía se convirtiera en el feudo socialista durante varias décadas. La corrupción de los eres hizo mucho daño a los últimos gobiernos andaluces presididos por los ex ministros Manuel Chaves y José Antonio Griñán, que también fueron presidentes nacionales del partido.

Los tiempos han cambiado mucho y ahora la fuerza de la izquierda en Andalucía ha mermado enormemente, por lo que tendrá que hacer una clara y urgente autocrítica. La culpa de que antes los andaluces votaran por el progresismo y ahora lo hagan por el conservadurismo no la tienen los votantes sino los dirigentes de los partidos. 

La reflexión que tienen que hacer es muy seria si no quieren seguir perdiendo votos en las próximas elecciones. El PSOE andaluz ha sacado el peor resultado de la historia con solo 30 diputados, casi la mitad que el PP, haciendo buena o menos mala a la expresidenta Susana Díaz. 

No hay ninguna excusa para este resultado adverso ni tampoco dar explicaciones banales como las de Mario Vargas Llosa, que cuando gana la izquierda dice que los electores se han equivocado. Lo hizo cuando en Chile ganó la izquierda y lo ha vuelto a hacer cuando por primera vez gana un izquierdista en Colombia.

El Premio Nobel peruano no olvida el ridículo que hizo cuando se enfrentó en su país a Fujimori y este le ganó claramente antes de ser encarcelado por corrupción. El escritor abrazó a la izquierda en su juventud y en su primera madurez pero luego se alejó de ella como de la peste. Ahora es un hombre acomodado, burgués y liberal conservador. Es difícil que desde su posición entienda a la izquierda pero lo que es impermisible es que les diga a los ciudadanos lo que tienen que votar y si una determinada opción es buena o mala. 

Ya que es tan liberal debería respetar la libertad personal de cada uno para votar lo que le salga de las narices o incluso no votar. Esta es la democracia, según Vargas Llosa.

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