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Depredadores del Oasis de Maspalomas y del medio ambiente

Teo Mesa

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La bandada de la patronal grancanaria hace tiempo que se levantó en armas dialécticas y de presión social sobre las instituciones, porque desean que sus proyectos se hagan en cualquier lugar, aunque éste lo sea en una Reserva Natural Protegida, y por lo tanto suelo público. Especialmente, en esta etapa de la administración, contra el Cabildo de Gran Canaria, y frente a su presidente. Determinados empresarios, sin escrúpulos de ningún tipo y menos hacia los ecosistemas, defienden sus depredadoras inversiones. Ahora, han hecho causa común, con un incondicional apoyo que ofrecen a la empresa Riu, que pretende ésta ocupar el suelo del centenario palmeral del Oasis de Maspalomas. Su objetivo es arrasar gran parte de las ancestrales palmeras, para construir una mole hotelera.

Hay que recordar a los insensibles empresarios con el medio ambiente, a las instituciones oficiales, en específico al ayuntamiento de San Bartolomé de Tirajana y las gentes en general (quienes también contamos en las decisiones sobre la naturaleza y sus ecosistemas, muy a pesar del poderoso caballero que es don dinero), que dicha zona, tanto de las Dunas de Maspalomas como el Oasis y el Palmeral, tienen las siguientes distinciones de protección de estos parajes: concedido por el Cabildo de Gran Canaria, Bien de Interés Cultural, y está situada junto a la Charca y a las Dunas de Maspalomas, que en 1982 disponía de una protección provisional, siendo declarada por vez primera como espacio protegido en 1987, con la categoría de Paraje Natural de Interés Nacional; y de Espacios Naturales de Canarias como Reserva Natural Especial, en 1994. Todos conforman un ecosistema de mutua necesidad para sus equilibrios naturales.

El antiguo hotel, propiedad de esta cadena hotelera, ha ido anulando y arrasando descaradamente este añejo palmeral (con la connivencia de las instituciones), el cual presenta características medioambientes excelentes. En este frágil espacio de reserva natural, ha construido el hotel: canchas de tenis y otras instalaciones de ocio para sus clientes. Poco a poco y zorramente, se ha ido ocupando y destruyendo el imprescindible hábitat del Oasis, con las palmeras centenarias del tipo de la Phoenix Canariensis, las cuales se encuentran protegidas, y que perviven en ese lugar a duras penas, por las constantes agresiones del hormigón armado, que junto a ellas, han ido invadiendo su ecosistema. Precisamente, esta empresa Riu, tiene varias denuncias pendientes por ocupar suelo público, en el Tribunal Superior de Justicia. Y ahora pretende construir un mamotreto de nuevo hotel, y seguir ocupado y ampliando dicho suelo en eta Reserva Natural protegida.

Para los empresarios grancanarios, y en concreto, para la Federación de Hostelería y Turismo, “Cualquier inversión es buena”, alegan, como bien citaba en su artículo Carlos Sosa. De ninguna de las maneras, cualquier inversión que atente contra los bienes comunes o de la naturaleza y sus ecosistemas, y especialmente si están protegidos, no puede ser jamás una “buena inversión”. Es terrorismo a la Naturaleza. Nunca que se degrade el medio ambiente o el paisaje puede ser aceptado. Entremos en razón, y que la locura del dinero y la adoración por el becerro de oro que practican no les obnubile su cordura, con sus latrocinios y tahúres inversiones en desfavor de la naturaleza.

La pretensión de la citada empresa es demoler su antiguo hotel, construido en 1965, y construir uno nuevo sobre el protegido palmeral, declarado BIC (Bien de Interés Cultural). En dicha ampliación sacrificará a la destrucción total de una gran parte del palmeral citado del Oasis. Los empresarios grancanarios que apoyan esta loquinaria rapiña a un bien natural protegido son tan bárbaros como los hoteleros mallorquines. Dónde está el ‘desarrollo sostenible’ del que tanto alardean las autoridades eventuales de la administración pública y de los propios empresarios. Además, ¿sólo tiene crédito la voz muy interesada de los empresarios? Y los demás conciudadanos, quienes también formamos parte en los designios de la naturaleza, qué pintamos. A todos nos incumben sus atentados y desequilibrios ecológicos. Nuestra opinión es muy válida también, ante las atrocidades de los magnates de los delitos contra naturaleza y los ecosistemas, donde vivimos todos los seres vivos. Y que debemos respetar racionalmente.

Todos los empresarios del sector hotelero están en contra de la demostrada rectitud del Cabildo y de su presidente, Antonio Morales, quienes saben de sus defensas y apuestas por los equilibrios naturales y de salvaguarda de los bienes naturales. Son conocedores de que es persona ambientalista y no de destructora actividad, en estos asuntos de equilibrios ecológicos. Ese cainita comportamiento lo tienen otros políticos afines. Pero, en cambio, son conscientes del gran apoyo que tienen en el presidente del Gobierno regional, que a favor de estas tropelías y sus desmanes sobre el suelo, ya manifiesta públicamente, que gobierna para los empresarios. Su presidencia está a su servicio, como buen lacayo. Y los demás isleños ¿contamos para él?

En las políticas de remodelación y conservación del paisaje de las islas, especialmente el suelo amparado por la legislación, conlleva una agria reacción por parte de muchos de los constructores e inversionistas turísticos, en las propias islas y fuera de ellas. Toda la entrega y poder proteccionista por la naturaleza y valores estéticos del archipiélago, irrita tanto a los constructores, arquitectos y urbanistas, quienes critican groseramente cualquier actuación en defensa de sus réditos en el vil metal. Los especuladores del suelo buscan la mayor y rápida rentabilidad a sus inversiones, sin importarles los medios para conseguirlo. Las buenas inversiones no están reñidas con el buen hacer, acato y respeto a los ecosistemas y medio ambiente.

Mucho supo de estos atropellos, sufridos por César Manrique, por su defensa del paisaje lanzaroteño con los traficantes del suelo, sin respeto alguno a la naturaleza que el artista tanto protegió. En uno de sus escritos sobre éstos despiadados del medioambiente, escribía: “Es natural que esta fauna me tenga una evidente antipatía, pues hice cuanto me fue posible para impedirles el negocio fácil y degradante”. Porque César Manrique fue el gran valedor del paisaje, y para ellos fue un duro escollo para realizar sus negocios irrespetuosos con el paisaje y desprecio al territorio.

Las disposiciones prohibitivas y de respetuosa obediencia a todo el medio ambiente, y muy en especial con las zonas catalogadas de Reservas Naturales, como es incomprensible, tiene sus detractores y acérrimos enemigos, por oponerse a sus intereses económicos, en estos irreverentes inversores de la clase empresarial canaria y foránea. Que como también aducía Manrique, en su lucidez ecológica: “El hombre es la única criatura que a cambio de una dicha fugaz arruina y desfigura”.

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